La Tierra está llegando a su límite, ya no es capaz de regenerarse a la misma velocidad que crecen y producen los países. El día de la sobrecapacidad marca la fecha en la que los recursos naturales que dispone el planeta para ese año se han consumido y entonces los países tienen que tirar de las reservas que tengan. Esta fecha cambia cada año y es determinada por el Global Footprint Network. Para calcularla con rigurosidad, la entidad divide el consumo de recursos (huella ecológica) entre la capacidad de regeneración de la bioesfera (biocapacidad). Desde 1961, la fecha de sobrecapacidad cada vez es antes, lo que es un dato muy alarmante.
Pero, ¿qué pasará después del día de la sobrecapacidad de la Tierra? Principalmente, significa que, a partir de ese día, el planeta ya no cuenta con recursos. Ante esta situación, los expertos advierten que las consecuencias de sobreexplotar los ecosistemas pueden manifestarse de diversas formas, desde incendios, deforestaciones, aumento de emisiones de gases de efecto invernadero hasta la pérdida de la biodiversidad, entre otros. En España, cada vez ocurren más fenómenos vinculados con el cambio climático, como la Filomena o la erupción del volcán de La Palma en 2021, o, más recientemente, la DANA de 2024 que arrasó, sobre todo, la Comunidad Valencia.
Este año, y según apunta Sergi Simón, coordinador de los programas de gestión de riesgos y sostenibilidad de EALDE Business School, España entró en déficit ecológico el pasado 23 de mayo, es decir, que a estas alturas del año ya hemos consumido todos los recursos disponibles para el año. En este sentido, si se compara con la fecha del resto de países que pertenecen a la Unión Europea, Luxemburgo es la primera nación y segunda a nivel global (solo por detrás de Qatar) en alcanzar su día de sobrecapacidad, el 17 de febrero. Por el contrario, Grecia (25 de mayo), Rumanía (31 de mayo) y Hungría (2 de junio) son los únicos países que tienen una fecha posterior a España.
A pesar de que es un dato alarmante, pues los españoles deben tirar de sus reservas naturales durante siete meses hasta acabar el año, si se compara con el año anterior, "hemos ganado tres días", comenta Simón, pues el día de la sobrecapacidad, en el caso de España, el año pasado fue el 20 de mayo. Y agrega que "China tiene la misma fecha de sobrecapacidad que nosotros, pero claro tiene más población y, por ende, más consumidores". De hecho, a nivel mundial, el año pasado fue el 1 de agosto; sin embargo, en menos de 200 días se agotó el capital natural disponible para el resto el año, excediendo en un 74% la capacidad de los ecosistemas para regenerar los recursos, según apunta el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF).
La situación no parece mejorar y estamos a un lustro de que se cumplan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Han pasado ya 8 años desde su aprobación por parte de los 194 miembros, y faltan solo siete años para que se mida la efectividad de los esfuerzos. No obstante, los datos no parecen ser optimistas y el Global Footprint Network augura que, para llegar a los objetivos planteados, debería retrasarse la fecha de sobrecapacidad 19 días cada año hasta 2030.
Todo esto está relacionado con la huella ecológica, que es la medida del impacto de las actividades humanas sobre la naturaleza, representada por la superficie necesaria para producir los recursos y absorber los impactos de dicha actividad. Esta puede ser: forestal, que representa el 10% del total; de pastoreo, un 5%; de las zonas de pesca, un 3%; de las tierras de cultivo, un 19%; del suelo urbanizado, un 2% y de carbono, que es la más importante al suponer el 60% de nuestra huella ecológica.
Los recursos tienen una velocidad limitada para regenerarse, y lógicamente, cuanta más población haya, más le costará a la Tierra recuperarse y volver a producir esos recursos. Si se pone el foco por países, Brasil, Angola o Ecuador tienen reservas naturales para abastecer a su población; pero las economías más desarrolladas no. Los estados están viviendo por encima de sus posibilidades. Por ejemplo, los cataríes necesitarían 7,5 planetas para cubrir sus demandas; los estadounidenses 5 planetas; los australianos 4,5 y los y los españoles casi 3, seguidos muy de cerca por los chinos que requieren 2,4 planetas. El problema reside en que, a nivel mundial, nos acercamos peligrosamente a 2.
Los datos muestran la cruda realidad. Y es que los países con mayor PIB son los principales responsables del déficit ecológico. Sin embargo, estos mismos países dependen de una estabilidad en los recursos naturales para mantener sus economías. Todo esto deriva en una desigualdad ecológica que puede traer consigo nuevos conflictos internacionales y un nuevo contexto geopolítico. En palabras del coordinador de los programas de gestión de riesgos y sostenibilidad de EALDE Business School, "los países con déficit ecológico dependen de importaciones de recursos, lo que genera conflictos comerciales y, en algunos casos, guerras encubiertas por el control de minerales, agua y tierras cultivables". Si no se reduce la huella ecológica puede tener graves consecuencias, Simón agrega que "enfrentaremos crisis migratorias masivas, aumento de conflictos por el agua y el colapso de sistemas agrícolas".
Ante esta situación, lo lógico sería pensar que los países más desarrollados, que son los que más recursos consumen, tendrían que disminuir su ritmo de producción para tratar de controlar la demanda; sin embargo, esto derivaría en una caída del PIB que, se estima, que podría ser del 13% de aquí a 2050 y, además, vendría acompañado de un auge del paro.
Realmente, esto demuestra que las medidas que están tomando los gobiernos para tratar de mitigar los efectos del cambio climático no están siendo suficientes. Ante esto, Simón destaca que "por mucho que se recicle o se fomente la economía circular, siempre vas a tener que tirar de las reservas naturales". Ahora bien, la cuestión es que consumimos más de lo que la Tierra es capaz de producir. A día de hoy, la huella ecológica del hombre es superior a la biocapacidad del planeta, por lo que vivimos de "prestado". Esto quiere decir que tenemos una deuda ecológica, pues arrastramos un déficit de recursos naturales que se va acumulando año tras año hasta la bancarrota. Los datos apuntan a que la biocapacidad de la Tierra ha disminuido un 50% entre 1961 y 2022, mientras que la huella ecológica se ha triplicado. Así, para vivir con los recursos disponibles del planeta, la huella ecológica de la humanidad debería ser menor que la biocapacidad de la Tierra, que es actualmente de 1,6 hectáreas globales por persona.
Pero, ¿a qué se debe esta pérdida de la biocapacidad? Una de las principales causas para explicar este fenómeno es la sobrepoblación. Las Naciones Unidas ha estimado que, para 2050, la población mundial podría ascender a casi 10.000 millones de personas. Por lo tanto, si hay más gente que utiliza los recursos naturales, el día de la sobrecapacidad también llegará antes. Este agotamiento de los recursos puede derivar a su vez en una crisis de escasez, pues el planeta, como se ha mencionado, no es capaz de regenerarlos a la misma velocidad que se consumen. Sin embargo, la cuestión de los recursos va más allá y no depende tanto de donde están, sino en manos de quienes están. "El mundo no puede permitirse seguir en esta espiral de sobreconsumo y escasez de recursos. No se trata solo de una cuestión ambiental, sino de asegurar la estabilidad económica y geopolítica a largo plazo. Las empresas que comprendan este desafío serán las que lideren el futuro del mercado global. Y eso sí es ser sostenible", dice Simón. Y, poniendo el foco en España, alega que "debe replantearse su modelo de desarrollo para reducir su huella ecológica, apostando por sectores de alta eficiencia energética y tecnologías limpias".
Otro de los motivos es el uso que le damos a la tierra y al mar. La forma en la que producimos lo que comemos está desgastando el plantea. De hecho, y como apunta la WWF, es la causa de la pérdida del 70% de la biodiversidad y del 50% del agua dulce, además, de ser la causa de tres de cada diez emisiones de gases de efecto invernadero. Para Simón, "el crecimiento económico basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, la sobreexplotación de recursos y la falta de innovación en eficiencia energética compromete la competitividad a largo plazo". Y añade que "las empresas que dependen de materias primas cada vez más escasas enfrentarán costos crecientes, interrupciones en la cadena de suministro y una competencia más feroz por recursos limitados". En este sentido, aparte de ser un reto, es una gran oportunidad para la innovación empresarial. Compañías y países que adopten estrategias de economía circular, energías renovables y optimización del uso de recursos podrán ganar una ventaja competitiva en un mercado donde la sostenibilidad será clave para la rentabilidad.
En general, el agotamiento de los recursos tiene consecuencias muy negativas para el planeta, la más clara, es la degradación del medio ambiente. No obstante, más allá de las cuestiones ecológicas, también tendrá efectos socioeconómicos, como son el aumento del desempleo, el incremento del coste de la vida y la despoblación de determinadas zonas, como ya estamos viendo que hay refugiados climáticos.