Que la sostenibilidad es un asunto crucial para la supervivencia de las empresas, al igual que la tecnología, es indudable. Introducir la sostenibilidad en toda la cadena de valor de su empresa le ayudará a mejorar la rentabilidad, aunque a simple vista pueda parecer lo contrario. Hay muchos casos prácticos que avalan esta tesis. La industria europea del automóvil se despistó, no confió en la llegada del coche eléctrico, y en la actualidad está siendo arrasada por las importaciones de los fabricantes chinos, que sí supieron anticipar el futuro. El 41% de las exportaciones mundiales de coches eléctricos proviene de China, el doble que en 2019. Además, el 52% de las ventas de coches enchufables (eléctricos e híbridos) corresponde a marcas chinas y dos de cada tres baterías para eléctricos se fabrican en el país asiático.
Ya sé que China no es el paradigma a seguir, pero obliga a Europa a reaccionar si quiere salvar su industria. En la actualidad, el país asiático es responsable de alrededor de un tercio de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Además, junto con Arabia Saudí, Rusia y Corea del Sur forman parte del grupo de naciones no firmantes del acuerdo alcanzado en la COP29 en la madrugada del sábado al domingo del 24 de noviembre en Bakú. El compromiso triplica la cantidad destinada a luchar contra el cambio climático de 100.000 a 300.000 millones anuales en 2035. Una cifra aún insuficiente, en opinión de los receptores, en su mayoría países en desarrollo. En Bakú también se dio luz verde a la creación de un mercado internacional de emisiones que, a falta de concretar el reglamento, penalizará a las empresas contaminantes versus las limpias.
La transformación ecológica es tan urgente como necesaria, pero si se hace sin control y a lo loco puede ser tan dañina para la economía, como la ausencia de medidas. Los informes de los ex primeros ministros italianos, Enrico Letta y Mario Draghi, alertan de la alarmante pérdida de competitividad de los 27 en los últimos años. La nueva legislatura de la Ursula von der Leyen, que echará a andar en unas semanas, debería concentrarse en rebajar el nivel de producción legislativa y en flexibilizar la regulación existente en torno a los objetivos medioambientales, que están poniendo en peligro su industria.
Así Von der Leyen se prepara para retocar el cumplimiento de estos últimos objetivos ambientales y su calendario, presionada por el Gobierno de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y por el propio sector de la automoción y los transportes. Meloni se comprometió hace dos meses a revisar el Pacto Verde Europeo –Green Deal en inglés–, por su "enfoque ideológico" y el riesgo para la desindustrialización. Para cumplir con los objetivos de este pacto, que pretende reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a un nivel neto cero en 2050 –al menos un 55% para 2030, desde el 40% actual–, es imprescindible aumentar la eficiencia energética y la proporción de energías renovables en su mix energético. Ganan peso las nuevas tecnologías de movilidad sostenible, que permitan reducir las emisiones.
Europa tendrá que retocar todo el calendario y lanzar nuevas medidas que suavicen el impacto en los resultados empresariales. Uno de los objetivos sería modificar la fecha en la que se dejarán de fabricar coches de combustión nuevos –previsto para 2035–, o aliviar las multas por incumplir las normas de descarbonización a partir de enero de 2025. También, entre las medidas sobre la mesa, estaría abrirse a otros combustibles sostenibles no derivados del petróleo.
El actual 2024 será el año más caluroso jamás registrado y los fenómenos meteorológicos extremos, como la DANA de Valencia, serán cada vez más frecuentes y destructivos, pero la situación internacional no ayuda, con la industria china del automóvil, el triunfo del Donald Trump en Estados Unidos, que amenaza con imponer aranceles a Europa, o la guerra en Ucrania. La Unión Europea está obligada a dar un giro a sus políticas si quiere proteger su estado de bienestar y su economía.