
El geólogo Andrés Díez Herrero, del Instituto Geológico Minero (IGME, CSIC), ha hecho referencia a la urbanización del territorio al analizar las consecuencias de la DANA que ha afectado a parte de España y, especialmente, a Valencia. "Tenemos todo el territorio urbanizado, está parte de él impermeabilizado, el resto está ocupado por infraestructuras muy vulnerables, como edificaciones, industrias, carreteras transversales a la circulación de los torrentes, y por eso ha tenido esas consecuencias", ha asegurado en declaraciones a Europa Press.
En este sentido, ha señalado que en 1617 se produjo en Cataluña una DANA "muy parecida", con la misma lluvia, que no ocasionó "tantos muertos", porque "entonces no estaba tan urbanizado" el territorio. De hecho, ha expuesto que los pocos municipios que había estaban situados en las partes altas de los cerros "y con un respeto de adoración a la rambla y todo lo que era la rambla".
"Nosotros ahora nos hemos confiado, hemos canalizado esa rambla, hemos impermeabilizado la cuenca, de tal manera que todo lo que llueve va directamente a la rambla, no se infiltra casi nada. Entonces, con la misma lluvia, tenemos caudales más altos y encima tenemos constreñido el río por donde puede pasar, pues desborda", ha explicado.
En este sentido, ha indicado que donde en el siglo XVII había casas de labranza, pajares y huertas, que era donde se producían esas inundaciones, actualmente las que sufren los estragos de la DANA son las residencias de ancianos, centros de salud y chalets.
Asimismo, Díez ha indicado que las DANAs se van a seguir sucediendo y que, incluso, podrán ser "más frecuentes". "No sé si más de mayor magnitud, pero al menos más frecuentes. Entonces, lo que se trata es de minimizar los daños", ha destacado.
En esta misma línea, ha dicho que las calles se van a inundar, pero de lo que se trata es de evitar que esa inundación sea perjudicial, sobre todo para las personas y también para sus bienes materiales. Para ello, ha añadido que hay dos estrategias clásicas para abordar esta situación: las medidas estructurales y las no estructurales.
Entre las estructurales, Díez ha hecho alusión a la construcción de presas, de diques muy altos para que el agua no se desborde, a la eliminación de la vegetación de la ribera para que el río vaya más rápido o a la canalización de los ríos. "Estas medidas se han venido aplicando toda la vida, a lo largo de la historia. En España, se aplicaron muchísimo en los años cincuenta y sesenta y funcionan para las situaciones normales. En situaciones extraordinarias, como esta DANA, se ha demostrado que las canalizaciones, por ejemplo, de la rambla del Pollo, en Paiporta (Valencia) no han servido de nada", subraya.
Así, Díez ha precisado sobre estas medidas que "siempre llegará un evento que supere la capacidad de esas obras, que se llene el embalse, que se llene la canalización". Aparte, ha añadido que, desde el punto de vista ambiental, son "poco sostenibles". También ha dicho que, sobre todo, es "una ruina" económicamente, porque "construir una presa aguas arriba de uno de estos pueblos puede costar veinte, treinta, cuarenta millones de euros, que no se amortizan en reducción del riesgo en décadas o en siglos".
Respecto a las medidas no estructurales, ha indicado que se trata de no hacer obras, o "hacer obras suaves, obras light, obras verdes". "Son soluciones basadas en la naturaleza", ha matizado. Por esta parte, ha explicado que la rambla del Poyo hubiera circulado con menos agua al pasar por Paiporta si se hubiese infiltrado casi toda la lluvia. "¿Y cómo puedo hacer esto? Revegetando la cuenca. En vez de plantar terrazas de almendros con el suelo pelado, que todo lo que llueve escurre, planto y tengo zonas de césped con ganado ovino o reforesto con bosques", ha apuntado.
Debido a que ahora llueve tanto como lo que se ha registrado en Chiva y "eso no hay terreno que lo absorba", el experto ha hecho referencia a las "soluciones basadas en la naturaleza". Por ejemplo, las áreas de desbordamiento preferente, que se han llevado a cabo en pueblos de Zaragoza y consisten en abrir un bocado en el río hacia terrenos baldíos o campos que no esté utilizando nadie de modo que la riada desborde por ese bocado. O también, el hecho de apartar un poco los diques para dar más espacio al río, como se ha hecho en León o en Navarra, donde con un cauce más ancho, la lámina de agua llega más baja y no inunda.