
La carrera hacia la Casa Blanca de Donald Trump se ha encontrado con un problema insospechado, dado el perfil empresarial del candidato republicano: no tiene suficiente dinero. Los múltiples problemas judiciales a los que se enfrenta se han convertido en un agujero negro por el que se está esfumando la riqueza del magnate. Y las donaciones no le están sirviendo para taponar la herida: la recaudación del Partido Republicano se ha desplomado, comparada tanto con la del presidente Joe Biden como con la del propio Trump en las dos elecciones anteriores.
El expresidente se enfrenta este año a una batería de casos judiciales que pueden llevarle a la cárcel o incluso inhabilitarle. Por el momento, Trump ha logrado retrasar los juicios en ambos casos, con diversas apelaciones al Tribunal Supremo alegando inmunidad absoluta o reclamando que no sea inhabilitado hasta que haya una sentencia firme por insurrección. Pero los casos que sí han llegado a sentencia pueden suponerle un grave problema al bolsillo.
Por el momento, el candidato republicano ha sido declarado culpable de violación y defamación de una mujer, la escritora E. Jean Carroll, por lo que fue condenado a pagar 83 millones de dólares. Y un Tribunal de Nueva York le ha condenado por fraude empresarial, falsificación de documentos y otros delitos financieros en su empresa, la Organización Trump, por lo que ha recibido una multa de 454 millones de dólares. En concreto, la justicia le ha condenado por inflar activos de esta sociedad en más de 2.000 millones de dólares, lo que le habría servido para acceder a financiación y crédito muy por encima de lo justificable. El magnate valoraba sus activos inmobiliarios muy por encima de la legalidad: en particular destaca su mansión en Florida, cuya valoración, según el juzgado, elevó un 2.300% por encima de su precio real.
Los propios abogados de Donald Trump afirmaron el pasado lunes que el magnate neoyorquino no tiene capacidad para hacer frente a la fianza de 454 millones con efectivo antes de la próxima semana, para evitar así que su estado natal comience a embargar su imperio inmobiliario ante la sentencia por fraude civil. "A pesar de explorar el mercado, nuestro esfuerzo no ha tenido éxito... por la sencilla razón de que obtener una fianza de apelación de estas magnitudes es una imposibilidad práctica" escribió Gary Giulietti. Según sus letrados, han contactado con 30 entidades para pedirles un préstamo, pero ha sido imposible acordar los términos porque le pedían que depositara bienes por valor de 1.000 millones de aval, lo que le obligaría a "una liquidación por cierre" de sus terrenos, viviendas y negocios, según denunció el propio Trump en su red social, Truth.
Las donaciones se secan
Pero el mayor problema de cara a las elecciones generales es que las donaciones al Partido Republicano están hundiéndose. Trump anunció en enero que recaudó tan solo 3 millones de dólares, seguidos de 10 en febrero. Mientras tanto, Biden sumó 42 millones en enero y 21 en febrero, casi quintuplicando las donaciones recibidas por su rival. Y la campaña del presidente celebró la recogida de otros 10 millones más solo el 8 de marzo, tras el discurso del Estado de la Unión. En total, los ingresos acumulados por el demócrata superan todos los récords históricos a estas alturas del año electoral.
El mayor problema para el expresidente es que no solo está recaudando menos que su rival, sino que sus gastos son mucho mayores. En febrero, Trump gastó 5,5 millones de dólares de su campaña en pagar a sus abogados, y ya lleva acumulados 55 millones en ese concepto desde el inicio de 2023.
Trump todavía puede contar con los fondos de dos entidades más, su Comité de Acción Política (PAC, en inglés), 'Salvar a América', y el Partido Republicano, que ahora copreside su nuera, Lara Trump. Pero tiene dos problemas: por un lado, su PAC, que se nutre de donaciones de grandes millonarios, está recaudando menos que el equivalente demócrata, y los PAC, en teoría organizaciones independientes de los candidatos, tienen muchos más obstáculos legales a la hora de usar sus fondos para hacer campaña.
Además, por el otro lado, el Partido Republicano tiene más candidatos a los que apoyar que al aspirante a presidente: el mismo día se renueva todo el Congreso, un tercio del Senado e infinidad de cargos estatales y locales. El dinero de los partidos, precisamente, es clave para los pequeños candidatos que se presentan en, por ejemplo, una pequeña circunscripción rural de Nebraska, en la que recaudar grandes cantidades de dinero es muy difícil. Recibir un cheque de unos cientos de miles de dólares de la sede nacional para hacer anuncios y eventos de campaña locales puede ser la diferencia entre la victoria y la derrota.
Y el Partido Republicano está sufriendo el 'efecto Trump' en sus cuentas. Los demócratas le han batido en ingresos este último mes, por 16 millones frente a 10, y el partido de Biden tiene 26,5 millones en el banco, frente a los 11,3 del de Trump. En parte, la culpa está en las purgas del expresidente: Kevin McCarthy, ex líder republicano en el Congreso, fue destituido como presidente de la Cámara Baja por sus propios diputados el año pasado por no ser lo suficientemente 'trumpista'. Pero McCarthy era uno de los mayores recaudadores de fondos del partido: entre noviembre de 2022 y su cese, había recaudado más de 60 millones de dólares para las arcas del partido, a base de eventos y cenas con millonarios. Tras su marcha, su manantial de ingresos se ha secado, y Trump no ha sido capaz de reemplazarle. A estas alturas, las cuentas del partido tienen 50 millones de dólares menos que en la campaña de hace cuatro años.
Si a esa falta de ingresos se suma además que parte de ese dinero está yendo también a pagar las facturas legales del expresidente, el riesgo es que muchos pequeños candidatos que dependen de la sede central acaben siendo 'víctimas colaterales' de la falta de fondos.
Dos perfiles de votante
Una de las principales causas de este desequilibrio es el cambio del perfil de votante de los dos partidos propiciado por Trump. Hasta su irrupción, el Partido Republicano era el de las clases medias blancas acomodadas, que podían permitirse donar cantidades pequeñas pero relevantes a las campañas republicanas, mientras que los demócratas dependían de la clase obrera, jóvenes y minorías étnicas que normalmente tenían menos dinero que gastar en política. La victoria de Trump, sin embargo, atrajo a muchos obreros y minorías a cambio de ahuyentar a un gran número de votantes de clase media blanca, que ahora dedican sus ahorros a financiar a los demócratas.
Al menos, los republicanos podían contar con el apoyo de más multimillonarios que los demócratas para compensar parte de la diferencia, aunque no toda: cada persona solo puede entregar 3.300 dólares directamente a un candidato, independientemente de los millones que pueda tener en el banco. El resto de donativos deben ir a un PAC, que tiene más límites sobre cómo gastar ese dinero. Y este año ni siquiera están recibiendo esos grandes donativos: durante las primarias, Trump dijo que no iba a aceptar dinero de los donantes que hubieran apoyado a su rival, Nikki Haley. Y ya sea porque está cumpliendo su promesa, o porque esos donantes se dieron por aludidos y decidieron boicotearle ellos mismos, sus ingresos se han reducido significativamente.
El resultado es que, por primera vez, uno de los dos candidatos presidenciales está arrasando en fondos al otro de una forma significativa. Probablemente sea la mayor desde 2008, cuando John McCain aceptó la financiación pública que hasta entonces el Estado daba a las campañas presidenciales y su rival, Barack Obama, rechazó ese dinero para autofinanciarse con donaciones. Obama duplicó el dinero público con el que McCain se había conformado y abrió la puerta a la batalla por recaudar fondos que se vive en cada elección desde entonces. En las tres campañas celebradas en ese tiempo, la diferencia entre ambos partidos fue relativamente pequeña. Pero si Biden logra acercarse a la ventaja que firmó Obama en 2008, el efecto puede ser clave ante unas encuestas que, a día de hoy, están empatadas.