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Los plásticos a los que renunciamos para tener un futuro

  • Desde los 50 hemos generado 8.300 millones de toneladas métricas de plásticos
  • Europa ha decidido ponerle freno prohibiendo elementos como la purpurina

De cara a 2030 la Comisión Europea se ha marcado como objetivo reducir en un 30% el uso de microplásticos, ya que no se biodegradan y no pueden eliminarse. Por eso, se terminan acumulando en los animales, incluidos los peces y los mariscos, llegando así al ser humano a través de la alimentación.

Según los cálculos de la CE, cada año se liberan en la Unión Europea 42.000 toneladas de microplásticos añadidos intencionadamente a los productos. Por este motivo, año tras año productos que habían sido de uso común se están viendo restringidos. Se espera que con las nuevas normas, el medio ambiente deje de recibir aproximadamente medio millón de toneladas de microplásticos.

No en vano, según un estudio de la Universidad de California en Santa Bárbara, la Universidad de Georgia y la Sea Education Association, desde que comenzó la producción a gran escala de materiales sintéticos, a principios de la década de los 50, hemos generado 8.300 millones de toneladas métricas de plásticos. Una cantidad suficiente para cubrir Argentina.

A este respecto, según la OCDE, la capacidad de producción global de plásticos al año es de unos 400 millones de toneladas, de las que 22 millones de toneladas acaban en el medio ambiente. La razón obvia de la propagación de la contaminación plástica es la falta de circularidad en el uso actual de los plásticos.

Y las previsiones, por ahora, no son esperanzadoras: en 2060 la producción anual podría alcanzar los 1.600 millones de toneladas. China sigue siendo el mayor productor con más de un 30%, mientras que Europa tiene una cuota del 15%, a tenor de los datos de Plastics Europe, patronal europea del sector.

Ya en 2021 Europa prohibió la venta de plásticos de un sólo uso dentro de la Unión Europea para los productos que cuenten con alternativas viables como, por ejemplo, bastoncillos de algodón, cubiertos, platos, vasos, pajitas, etc.

Se espera que de cara a 2060 la producción anual de plástivos pueda alcanzar los 1.600 millones de toneladas

A este respecto, los elementos naturales como el sol, el aire o el agua, van degradando estos plásticos hasta convertirlos en diminutas partículas de menos de 0,5 centímetros de largo, los conocidos como microplásticos. Una gran parte de estos plásticos termina en los oceános y los mares. Así, según investigadores de la Universidad John Hopkins (EEUU), cualquier europeo que consuma marisco de forma habitual ingiere, aproximadamente, 11.000 microplásticos al año.

Hace unos meses un estudio realizado por más de una decena de centros de investigación españoles de la Red EnviroPlaNet, y liderados por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Universidad de Alcalá (UAH), encontraron microplásticos en el agua potable en varias regiones de España.

De momento, parece que no supone un peligro para la salud, ya que los investigadores destacan que "consumiendo 1,5 litros de agua todos los días se necesitarían 40 años para llegar a ingerir 1 miligramo, lo que muy probablemente indica que el riesgo para la salud humana es insignificante. Esta es una buena noticia". Ya en 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un estudio en el que concluía que la presencia de microplásticos en el agua que bebemos no supone un riesgo para la salud en los niveles actuales en ese momento.

Ahora bien, esto no significa que no haya que actuar. Los estudios sobre la presencia de plásticos en el agua comenzaron hace apenas unos años, por lo que la evidencia disponible es, de momento, limitada. De hecho, como se reconoció desde la OMS, afirmar que una muestra de agua contiene 1.000 micropartículas por litro y otra sólo una, puede depender, simplemente, del tamaño del filtro utilizado.

Sin sostenibilidad no hay brillo

El objetivo de ir reduciendo el número de plásticos que usamos en nuestras vidas dio otro giro de tuerca el pasado mes de septiembre, cuando se conoció el reglamento de la Comisión Europea para restringir el uso de microplásticos añadidos intencionadamente en algunos productos.

Uno de los que más llamó la atención del público fue la famosa purpurina. De hecho, desde mediados de octubre este producto en, su versión no adherente, está prohibido. Esto no significa que el brillo se apague, ya que existen actualmente en el mercado alternativas biodegradables o realizadas en materiales inorgánicos (por ejemplo, vidrio o metal).

Como ya ocurrió con los plásticos de un sólo uso, los consumidores podrán seguir encontrando estos productos a pesar de la restricción, ya que aquellas existencias que se hayan comprado, vendido o importado antes del 17 de octubre de 2023 se podrán seguir comercializando hasta que se agote el stock.

Cualquier europeo que consuma marisco de forma habitual ingiere, aproximadamente, 11.000 microplásticos al año

"Se han encontrado microplásticos en ecosistemas marinos, de agua dulce y terrestres, así como en alimentos y agua potable. Su liberación continua contribuye a la contaminación permanente de nuestros ecosistemas y cadenas alimentarias", sostiene la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por sus siglas en inglés). Este organismo ha sido el encargado de aportar las pruebas científicas sobre el riesgo que suponen estas partículas. Sobre estas evidencias ha elaborado la Comisión su propuesta de restricción, en el marco del Reglamento REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de sustancias y mezclas químicas).

En el caso de los cosméticos, se prohíben las microesferas usadas para exfoliar u obtener una textura, fragancia o color específicos. La prohibición se aplicará de forma inmediata a los cosméticos que contienen microesferas, que son pequeñas esferas de plástico utilizadas para la exfoliación. Para otros cosméticos, se aplicará tras un período de 4 a 12 años, dependiendo de la complejidad del producto, de la necesidad de reformulación y de la disponibilidad de alternativas adecuadas.

Adiós al verde artificial

Si bien la purpurina ha sido el producto que más ha acaparado la atención del público y de los medios de comunicación, hay otro elemento importante que también se enfrenta a su desaparición tal y como lo conocemos en territorio europeo: el césped artificial. Según la CE, el material de relleno granular utilizado en superficies deportivas artificiales es la mayor fuente de liberación de microplásticos añadidos intencionadamente en el medio ambiente.

A este respecto, la prohibición se aplicará tras un período de ocho años "a fin de dar a los propietarios y gestores de terrenos de juego el tiempo necesario para cambiar a otras alternativas y permitir que la mayoría de los terrenos deportivos existentes lleguen al final de su vida útil", señala el organismo. Sólo en Europa, la UEFA calcula que hay más de 42.000 terrenos de juego con este tipo de superficies. En España, se estima que existen más de 10.000 campos de juego de esta tipología.

El gran problema del césped artificial es el relleno de granulado procedente de neumáticos reciclados y que es clave para la amortiguación y la durabilidad. Tal y como indica la ECHA, estos microplásticos se propagan al medioambiente desde los campos de deporte a través del agua de lluvia o del calzado y la ropa de deporte. De hecho, la agencia prevé que cada año, sólo en Europa, unas 16.000 toneladas de microplásticos procedentes de estas superficies terminan en el entorno.

Cabe recordar que la normativa europea sólo se refiere a microplásticos, es decir, partículas por debajo de los 5 milímetros, así como a los materiales que puedan degradarse hasta convertirse en microplásticos.

Sólo en Europa, se calcula que hay más de 42.000 terrenos de juego con césped artificial. En España existen más de 10.000

En este contexto, un estudio del Grupo de Investigación Consolidado en Geociencias Marinas de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona, ha cuantificado, por primera vez, la presencia de restos de césped artificial en aguas superficiales de la costa catalana y de la desembocadura del río Guadalquivir. Así, la investigación refleja que los plásticos con origen en el césped artificial llegan a suponer el 15% de los plásticos de más de 5 milímetros de longitud que flotan en el medio acuático.

El 62% de las muestras recogidas en el mar contenían este tipo de partículas, mientras que en el agua de río estaban presentes en el 37%. Según los investigadores, esta diferencia podría deberse a una menor retención de plásticos en los ríos (especialmente durante las lluvias estacionales) y a la acumulación, a largo plazo, de las fibras de césped artificial en la superficie marina de la zona costera, donde los plásticos liberados años o décadas atrás quedan retenidos antes de llegar al océano abierto.

Si bien estos resultados se ciñen a una zona concreta, el estudio advierte de que "es esperable que otras ciudades también aporten fibras de césped artificial, pero la cantidad que se libera en el medio ambiente depende de muchos factores, como ahora la tipología, el uso y la antigüedad de los campos o superficies de césped artificial, la superficie total instalada y las medidas de prevención implantadas".

En este sentido, los investigadores se muestran "sorprendidos de la ubicuidad de este tipo de contaminación y que al mismo tiempo haya pasado desapercibida en estudios que cuantifican y caracterizan los plásticos en el medio acuático". No obstante, señalan que, en estudios realizados previamente, las fibras de césped artificial "podrían haberse confundido con restos vegetales o con filamentos de pesca".

Para Anna Sanchez-Vidal, miembro del grupo investigador, el estudio ha servido para determinar que, "aparte de reducir la biodiversidad urbana, reducir la escorrentía, sobrecalentarse (hasta 50 grados centígrados más que superficies naturales) y contener una gran cantidad de compuestos químicos perjudiciales que le dan durabilidad, las superficies de césped artificial liberan fragmentos de plástico en el medio acuático". Estos plásticos los ingieren los animales acuáticos y provocan "el bloqueo de vías intestinales y la disminución de tasas de crecimiento y reproducción, entre otros problemas importantes", sostiene la investigadora.

En este contexto, las evidencias son claras: hay que implementar una lucha firme contra la contaminación por plásticos. El problema, no obstante, es que aunque una región tome medidas, si otras no lo hacen estas partículas se seguirán propagando. A fin de cuentas, el cuidado y la protección del medio ambiente debe y tiene que recaer en todas las partes para que podamos seguir teniendo un mundo habitable para todos.

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