El sábado, el presidente del Congreso de EEUU, el republicano Kevin McCarthy, optó por dar un portazo a las exigencias de los radicales de su partido y negociar con los demócratas una prórroga presupuestaria de 45 días con una sola condición: quitar los fondos asignados para ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión rusa. Aquel acuerdo salió adelante en los últimos segundos del descuento. Y los 20 rebeldes republicanos se lo quieren cobrar con intereses: uno de ellos ha presentado una moción de censura contra McCarthy, que ha salido adelante por la mínima (216 a 210). Una moción que puede desatar el caos de nuevo en EEUU, dejando descabezada a una de las dos patas del legislativo y al Partido Republicano sumido en una nueva guerra interna.
Esta moción es la primera que se aprueba, y tan solo la tercera que ocurre en la historia del país, todas contra presidentes republicanos: la primera (1910) fue rechazada y la segunda (2015) no llegó a votarse, aunque el entonces jefe de la Cámara de Representantes, John Boehner, dimitió unos meses después, acosado por las divisiones en su partido. Unas divisiones que no se han curado en los 8 años transcurridos desde entonces, y que han llevado al llamado 'Caucus de la Libertad' a convertirse casi en un tercer partido, sin ninguna intención de resolver sus diferencias con los dirigentes conservadores dentro de los cauces internos del grupo parlamentario.
Esta nueva crisis llega cuando el presidente, Joe Biden, el Senado y McCarthy tienen 45 días para intentar sacar adelante los presupuestos, que ya habían negociado las tres partes en mayo. Hasta ahora, el presidente del Congreso había sido incapaz de llevar a votación el texto ya acordado porque la veintena de radicales exigía recortes mucho mayores y amenazaba con echar a McCarthy si osaba llevar al pleno el acuerdo presupuestario, que habría sido apoyado mayoritariamente por la inmensa mayoría de los 213 demócratas y los 200 republicanos 'institucionales'. Pero las exigencias de esa veintena eran inaceptables para el resto, lo que ha ido provocando una ristra de derrotas humillantes para McCarthy cada vez que intentaba ceder a los radicales. Su última ofrenda fue la apertura de una investigación contra Biden para plantear un posible 'impeachment', pero que tampoco sirvió para contentar a este grupo.
Finalmente, McCarthy decidió dejar de negociar con "unos conservadores que no quieren hacer nada y solo saben decir que no" y proponer una prórroga de 45 días, que fue aprobada el sábado, horas antes del final del plazo. Aquel movimiento acabó combinando lo peor de los dos mundos: es demasiado corta (a mediados de noviembre habrá una nueva crisis), pero lo suficiente como para incendiar a los radicales. Y su líder, Matt Gaetz, ha decidido usar su bala y presentar este martes la cacareada moción de censura.
Caos sin salida
La reacción demócrata fue complicada: no quieren sumir al país en el caos, pero tampoco les importa ver al Partido Republicano desangrarse públicamente en guerras internas. A primera hora pusieron la posibilidad de ofrecerle sus votos a McCarthy a cambio de concesiones, como poder para llevar a votación proyectos de ley (algo que solo puede hacer el presidente de la Cámara) o un cierre de la investigación a Biden si no encuentra nada tangible. Pero McCarthy rechazó de plano negociar con ellos en una entrevista televisiva que sentó muy mal en las filas demócratas, por lo que su líder, Hakeem Jeffries, anunció que votarían a favor de la moción.
Las cuentas estaban muy ajustadas por la ausencia de 5 diputados demócratas, entre ellos la predecesora de McCarthy, Nancy Pelosi. Pero los rebeldes lograron 8 votos a favor de la moción, y no hubo ningún voto sorpresa entre la bancada demócrata ni ninguna equivocación al levantarse para votar. La única nota interesante, la republicana radical Lauren Boebert que dijo "no, por el momento".
Por su parte, la respuesta de los mercados ha sido claramente negativa: Wall Street sufrió caídas de más del 1%, en gran medida por la subida de los intereses de la deuda, pero claramente esto no ha ayudado. Encima de la mesa, la posibilidad de que la crisis se extienda de forma indefinida, y el cierre de Gobierno ocurra por falta de un Congreso que apruebe los presupuestos. Las alternativas son un McCarthy aún más débil que antes, que tenga que hacer aún más concesiones a los rebeldes para salir elegido; o un presidente nuevo y que nadie puede imaginarse todavía, que dependa también de este grupo. La mejor opción de cara a la estabilidad sería un acuerdo bipartidista como el propuesto por los demócratas, pero no parece muy probable a un año de las elecciones presidenciales y con Donald Trump animando públicamente a los 20 rebeldes.
McCarthy culmina así la etapa más humillante al frente del Congreso en la historia de EEUU: elegido tras 15 interminables votaciones y destituido tras menos de 10 meses al frente de la Cámara. Lo que nadie sabe es si volverá a presentarse de nuevo, a suplicar los votos de los que le acaban de echar, o qué ocurrirá al día después.