
La psicoterapeuta Amy Morin asegura que la fortaleza mental es una de las claves para que un niño se convierta en alguien feliz y exitoso. Quienes desarrollan esta mentalidad suelen tener una mayor autoestima, así como una capacidad de superación que les permite aprender de sus errores y mantenerse positivos en los desafíos.
Pero la experta asegura que esto pasa por el vocabulario que los padres utilizan a la hora de educar a sus niños, algo que se vuelve complicado en situaciones estresantes o molestas, donde lo más sencillo es utilizar palabras determinadas para frenar en seco la situación.
Y es que ciertas expresiones pueden enviar al niño el mensaje no deseado. Por eso, Morin ofrece 7 ejemplos de frases que, a su parecer, nunca se deben utilizar con los niños cuando se les está educando.
1. "¡Cálmate!"
La misma dice que un progenitor, aun cuando busque tranquilizar a su hijo, nunca debe decirle cómo debería sentirse. "Queremos mandar el mensaje de que está bien sentirse de una manera, pero que es importante prestar atención a cómo se reacciona ante esas emociones", comenta.
Entonces, Morin aconseja ayudar al niño a entender que está bien que se sienta molesto, y después animarlo a llevar a cabo una actividad de la cual se esté seguro de que le ayudará a sentirse mejor.
2. "No te preocupes por eso"
La psicoterapeuta reitera la idea de que es inútil decir a alguien que no debe sentirse de cierta manera. Por tanto, pide cambiar la frase por: "¿Qué crees que puedes hacer cuando estás preocupado?", aunque también sirve utilizar una pregunta hipotética como: "Si tu amigo estuviese preocupado por esto mismo, ¿Qué le dirías?"
Y es que los niños piensan de forma más racional al extraer su persona de una situación, según Morin. Por ejemplo, ante la preocupación por un inminente examen, es normal que recomienden a su amigo cercano que estudie mucho, porque así todo irá bien.
"Cuando sepan darse a sí mismos ese tipo de mensajes, entonces aprenderán: 'Vale, entonces puedo enseñarme a gestionar mis pensamientos de una manera más sana'", comenta.
3. "Todo va a ir bien"
Si bien una predisposición positiva puede ayudar a un niño a ganar confianza, es imposible en muchos casos predecir cuándo tendrá éxito o cuando se llevará una decepción.
Por eso esta frase podría causar el efecto opuesto al que se pretende, ya que si se le promete al niño que algo le saldrá bien y luego no es así, entonces puede que su confianza se resienta. Por su fuera poco, para la próxima vez que se quiera animar al retoño, quizás el mensaje del progenitor haya perdido credibilidad.
"En vez de decir 'Vas a ganar', el mejor mensaje es: '¡Sal ahí y hazlo lo mejor posible, esfuérzate mucho, pero si no te sale no pasa nada. También lo resolveremos'", comenta Morin.
4. "¡Que no te vuelva a pillar con eso!"
La misma explica que esta frase suele salir de la frustración, a la vez que de un deseo de que el niño evite hábitos malos o peligrosos. Pero asegura que solamente advertirle de las consecuencias de que le pillen no hará que el niño deje de hacerlo, sino que este buscará nuevas maneras para evitar que le descubran.
"El niño se encargará entonces de reparar todo aquello que pueda romper, o de deshacerse de los papeles que indiquen malas notas o mal comportamiento escolar antes de que lo veas", añade. Pero Morin dice que para ayudar al niño a aprender y a mejorar, entonces este debe primero ser honesto y admitir sus errores.
Así, propone decir en su lugar: "Es probable que vuelvas a hacerlo, o por lo menos que te sientas tentado a repetirlo y esconderlo. Entonces, esto es lo que podemos hacer..."
5. "¡Eres el mejor!"
La psicoterapeuta dice que esta frase no tiene nada de negativo per se, pero de utilizarse expresiones del estilo constantemente, entonces quizás el niño termine creándose unas expectativas poco realistas, y sufra por ser siempre alguien "ejemplar" que deba sobresalir todo el rato.
Y en el peor escenario, el niño (al sentir la necesidad de acabar primero siempre) no solo se sentirá mal si no lo consigue, sino que también podrá llegar a hacer trampas para alcanzar sus objetivos. "Estos niños terminan haciendo trampas cuando se hacen mayores, porque piensan que triunfar es lo más importante, ser el mejor en vez de ser bueno o de ser sincero", argumenta Morin.
Para evitar esto, Morin recomienda que los padres hagan cumplidos o recompensen a su hijo por el proceso, por el esfuerzo, y no tanto por el resultado.
6. "¡Perfecto!"
De acuerdo con un estudio del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, el perfeccionismo va de la mano con la ansiedad o con el trastorno obsesivo compulsivo. Un niño perfeccionista es aquel que cree que debe hacer las cosas "a la perfección" para que sus padres le quieran o le alaben.
Morin advierte de que crear una tendencia, siempre resaltando que el niño hace las cosas de forma perfecta, puede llevar a que el mismo se obsesione con no cometer errores. De nuevo, Morin recalca: "Alaba su esfuerzo y no el resultado. Incluso si realmente piensas que por ejemplo un dibujo que ha hecho es muy bueno, valora el esfuerzo que ha hecho para crearlo. Y si ha fallado o estuvo de bajón, entonces felicítale por recuperarse y no darse por vencido".
7. "¡Me estás volviendo loco!"
Finalmente, la psicoterapeuta advierte de que la idea de que el comportamiento de otro afecte a cómo uno se siente es contraproducente. Por ejemplo, puede hacer que el niño considere que no es responsable de sus actos, e incluso llegar al extremo de que este desarrolle un comportamiento manipulador.
"No queremos que los niños crezcan pensando que vuelven locos a los demás, que les arruinan el día, que les hagan sentirse mal todo el tiempo", explica Morin, añadiendo que lo importante es que el niño sea consciente de que solo él controla cómo piensa, cómo se siente y, por tanto, cómo se comporta.
Entonces, la experta aconseja sustituir la expresión por otras tales como: "No me gusta cómo te estás comportando, así que esto es lo que vamos a hacer..."