
Lauren Schulte Wang y su marido dirigen la startup de salud The Flex Company. El pasado sábado se dirigieron raudos a su banco para retirar la mitad de los fondos que poseían en su cuenta de ahorros personales. Querían asegurarse de que con esto podrían garantizar los salarios de sus 30 empleados a tiempo completo, cuando conocieron el colapso del Silicon Valley Bank (SVB).
La semana pasada supieron del anuncio del SVB sobre que había vendido el equivalente a 21.000 millones de dólares en bonos a largo plazo. Ante las crecientes retiradas de dinero de sus cuentas, dicha entidad empezó a necesitar dinero para cubrir las. Y es que las startups necesitan dinero en efectivo cuando los fondos de capital riesgo se 'secan', y cuando los préstamos se encarecen.
Un susto para los inversores de SVB
Con este brusco movimiento, los inversores del banco estaban intranquilos, y ello provocó que los precios de las acciones se desplomasen, lo cual causó justo lo que querían evitar: más startups comenzaron a retirar su dinero. Finalmente, tantas peticiones superaron las reservas de SVB, y esta entidad colapsó.
En la tarde del lunes, Wang recibió una llamada de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos, donde se le informó que su compañía recuperaría pronto el acceso a su dinero. "Me siento privilegiada de haber sido capaz de juntar los ahorros suficientes como para cubrir las nóminas durante el fin de semana. Sin embargo, no se cuáles serán las repercusiones de esto", comentaba la CEO a CNBC Make It.
Su forma de gestionar la crisis
El desplome en las acciones de SVB la pilló desprevenida, en una conferencia, pero se enteró gracias a otros fundadores de startups que le avisaron. Rápidamente pidió consejo a varios de sus inversores, los cuales inicialmente le pidieron que mantuviese la calma y esperase. Su opinión cambió esa misma tarde. Y cuando Wang trató de transferir el dinero de la compañía (según ella el 100% de su capital líquido), la web del banco se vino abajo.
Los fondos de The Flex Company permanecieron congelados todo el fin de semana, con el problema de que cada vez que un minorista vendía alguno de sus productos, el dinero se destinaba automáticamente en la cuenta del banco, entonces inaccesible. "Creamos una hoja de cálculo con las variadas cuentas que poseíamos, y con todo lo que necesitábamos cambiar y reasignar", comentaba la CEO. Y tras unas pocas horas más, se abrió una cuenta en la filial más cercana de JPMorgan Chase, y se contactó a vendedores como Wallmart y Target para darles un nuevo número de cuenta para depositar los ingresos. Para el lunes, todos los vendedores asociados se habían cambiado a la nueva cuenta.
Solo entonces Wang respiró más tranquila, aunque admite que solo se sintió aliviada cuando supo que su marido y ella podían pagar los salarios de sus trabajadores con sus propios fondos. "Todo esto comenzó desde un punto de vista emocional, pues la gente incitó al miedo y eso hizo colapsar a este banco. Lo último que queremos es que nuestros empleados se preocupen por sus cuentas, por dudar de si pueden alimentar a sus hijos o pagar deudas como hipoteca gastos médicos", añadía la ejecutiva.