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Educo denuncia que en 2022 la ayuda destinada a Educación en países con crisis humanitarias solo cubrió el 29,9% de las necesidades

  • Un 40% de niños, niñas y adolescentes que viven en países en guerra, conflictos o afectados por catástrofes naturales han visto negado su derecho a la educación en los últimos 5 años
  • Actualmente solo el 3% de los fondos humanitarios van destinados a la educación en contextos de emergencia, lejos del 10% que reivindica la Campaña Mundial por la Educación, de la que Educo forma parte
la ONG Educo denuncia la falta de financiación que recibe la educación en los contextos de emergencias humanitarias

Con motivo del Día Internacional de la Educación, el 24 de enero, la ONG Educo denuncia la falta de financiación que recibe la educación de los niños, niñas y adolescentes en los contextos de emergencias humanitarias. "En el mundo, cada vez hay más emergencias humanitarias, más complejas y de mayor duración. Hablamos de guerras o de desastres causados por la crisis climática, entre otros. En situaciones como estas, el derecho a la educación de la infancia no está garantizado", afirma Pilar Orenes, directora general de Educo. "Cuando las bombas han destruido tu escuela, cuando has tenido que huir con tu familia por la violencia o cuando las lluvias torrenciales han arrasado toda tu comunidad, tu derecho a la educación se esfuma. Si no hay un compromiso a nivel internacional ni se aumenta la inversión económica por parte de los países, estamos dejando atrás a miles de niños y niñas en todo el mundo", señala Orenes.

Pilar Orenes, directora general de Educo.

Actualmente, a nivel global se destina un 3% de los fondos humanitarios a educación en contextos de emergencia. Sin embargo, desde Educo se estima que el porcentaje debería alcanzar el 10%, tal como reclama la Campaña Mundial por la Educación, de la que la ONG forma parte y coordina la actuación en España. "En los contextos de emergencia humanitaria, se tiende a dejar la educación en un segundo plano. Obviamente, en un primer momento lo más urgente es asegurar la alimentación o la protección de los niños y niñas. Sin embargo, la educación también es urgente. Si no vuelven a estudiar cuanto antes, el riesgo de abandono escolar es muy alto, y con él, el trabajo infantil o los matrimonios precoces. Es básico para su futuro, pero también para su presente. Ir al colegio es retomar las rutinas que ayudan a sobrellevar el día a día en una crisis, es reencontrarse con otros niños y niñas, relacionarse con ellos y ellas y hacerlo en un espacio protegido", afirma la directora general de la ONG.

Los países donantes han incrementado sus desembolsos humanitarios al sector educativo en estos últimos diez años. En 2013, las contribuciones a la educación representaban el 1,9% del total de desembolsos y en 2022 suponían el 2,9%. Concretamente, se ha pasado de 163 a 721 millones de dólares, o sea, más de cuatro veces más, según el Financial Track System de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Sin embargo, el incremento económico no es proporcional a unas necesidades cada vez más crecientes. A medida que aumenta el número de crisis, su complejidad y su duración, las necesidades educativas en estos escenarios se han multiplicado por seis en la última década, mientras la repuesta de los actores humanitarios no ha estado a la altura. La infrafinanciación ha empeorado en los últimos cinco años donde en 2022 solo se cubrió el 28,9% de las necesidades. Eso significa que, en los últimos 5 años, un 40% de niños, niñas y adolescentes que viven en contextos de emergencia no han podido seguir estudiando.

Ante esta situación, Educo reclama que los compromisos presupuestarios a la educación en contextos de emergencia se redoblen y suban al 10%. Asimismo, la ONG pide que se reconozca la necesidad de priorizar la educación en emergencias y por lo tanto los fondos destinados, que se trabajen estrategias a largo plazo que ataquen las causas sistémicas de las crisis para que se reduzca su impacto y se propicie la paz, y que el enfoque de género tenga un lugar preponderante. "La educación es la herramienta clave para que las próximas generaciones estén más preparadas para reconstruir sus países de manera pacífica y sostenible. Es una pieza fundamental para la lucha contra la pobreza y la reducción de la brecha de género. La inversión en educación en contextos de guerra, conflictos olvidados o entornos devastados por sequías o terremotos no puede limitarse a garantizar que se retoman las clases y se forme a niños, niñas y adolescentes sino que, además, deben incluir programas de educación acelerada para los que han perdido parte del curso escolar, atención a la salud mental y apoyo psicosocial para menores y personal educativo, así como asegurar el comedor o instalaciones de agua y saneamiento. Todo ello, con una perspectiva de género que asegure una atención especial a niñas y mujeres, el colectivo siempre más afectado", concluye Orenes.

A nivel global, se destina un 3% de los fondos humanitarios a educación en contextos de emergencia.

Desde hace más de 30 años, Educo lleva a cabo proyectos de educación en Europa, América, África y Asia. Actualmente, muchos de sus programas se desarrollan en contextos de emergencia, como en la región del Sahel, en los campos de refugiados rohingya de Bangladesh o en la guerra de Ucrania. El objetivo de la organización es asegurar que los niños y niñas que forman parte de estas actividades puedan seguir accediendo a una educación equitativa y de calidad dentro del contexto de crisis en el que viven.

Niños y niñas hablan: "Mi familia y yo lo dejamos todo y solo corrimos"

Olga tiene 13 años y vive en Kíev. Con esa edad, ya ha tenido que lidiar con las consecuencias de una guerra que está arrasando toda Ucrania. Durante unos meses huyó con su madre a Moldavia, pero luego regresaron. "Cuando volví a Ucrania, no aguantaba ir al colegio sin saber cuándo saltarían las sirenas y tendríamos que huir al refugio. Poco a poco me he acostumbrado, pero me sigo poniendo en lo peor", dice la joven Olga. En el caso de Elena, la primera vez que ella y su hijo tuvieron que cambiar de ciudad fue en 2014, durante la crisis de Crimea. Desde que empezó la guerra en 2022 han tenido que mudarse dos veces más. Una de sus preocupaciones es la dificultad que tiene su hijo de continuar con los estudios. "Él ha podido continuar con los estudios gracias a Internet, pero no siempre hay y menos ahora con los cortes en el sistema eléctrico, por lo que puede estar semanas haciendo solo cinco o diez horas de clase", explica esta madre de Ivano-Frankivsk. Todo ello, a pesar de que la crisis de Ucrania es una de las más apoyadas financieramente por la comunidad internacional. En 2022, recibió más del 11% de los de todos los fondos a nivel global, por encima de la crisis de Afganistán (8.7%) y Yemen (7.5%). A finales de año, su llamamiento se había cubierto en un 73%, una cifra muy por encima de cualquier otra crisis. Y el sector educativo ha sido uno de los mejor dotados sobrepasando las necesidades identificadas en un 121% con un desembolso de 69.4 millones de dólares.

En Malí, al oeste de África, la crisis del Sahel sigue haciendo estragos. Desde hace años, la situación de inseguridad que vive el país, juntamente con las consecuencias del cambio climático, han obligado a miles de familias a huir y desplazarse dentro o fuera del país. La guerra de Ucrania ha empeorado aún más la situación con la subida del precio de los alimentos en toda la región. Ticoro huyó con sus padres de su aldea porque se convirtió en un lugar inseguro para vivir. En su comunidad, asistía a la escuela. Ahora vive en Segou, donde ha tenido la oportunidad de retomar sus estudios en su nuevo hogar. "Me gusta volver a estudiar, pero echo de menos estar en mi aldea y espero que podamos volver pronto a vivir allí", explica apenado. El caso de Ticoro es muy similar al de Adama, de 8 años. Adama vivía con su familia en la región de Mopti, epicentro de la crisis política y de seguridad que vive el país. Tuvieron que trasladarse a la ciudad de Koro, buscando refugio. "Mis padres y yo nos vimos obligados a dejar nuestra aldea. Hombres armados venían regularmente a amenazarnos antes de llevarse nuestro ganado. Nuestras escuelas están cerradas y el pueblo está casi vacío porque nadie se siente seguro allí", dice Adama. Ahora ya está escolarizado y ha podido retomar su educación junto con más de un centenar de niños y niñas. Según la OCHA, la financiación para cubrir las necesidades del sector educativo en Mali ascendía a 59,4 millones de dólares para 1,4 millones de niños, niñas y adolescentes en 2022. Con un desembolso de cinco millones de dólares, siguiendo con el mismo patrón del año anterior, este monto dejará fuera al menos a la mitad de las y los menores de edad identificados.

Momtazul tenía 10 años cuando llegó al campamento de personas refugiadas rohingya de Cox's Bazar en Bangladesh. "Los militares entraron en nuestra aldea. Torturaron a los hombres jóvenes y adultos y los mataron. Una noche, a la hora de la cena, vinieron y nos atacaron. Mi familia y yo lo dejamos todo y solo corrimos". Con 15 años, recibe formación en el campamento tanto a nivel educativo como de protección. "Antes de llegar a Bangladesh los días no eran mejores. Los niños no podíamos salir a la calle para ir a la escuela y jugar, solo teníamos miedo. Ahora voy al centro de aprendizaje, juego con mis amigos y mi hermano pequeño, ayudo a mi madre en las tareas domésticas y aprendo". Uno de sus compañeros, el joven Jamal, está aprendiendo a arreglar móviles para conseguir un buen trabajo en el futuro y ayudar a los suyos. "Tengo un plan para formar a la gente de la comunidad en el mantenimiento de teléfonos móviles en el futuro, para que no tengan que viajar a la ciudad y gastar más dinero para arreglarlos. Cuando termine la formación, quiero ser independiente y mantener a mi familia económicamente. Además, compartiré mis conocimientos y aprendizajes con las personas necesitadas de mi entorno". Ante las enormes necesidades humanitarias dentro y fuera del país, OCHA estimó para 2022 una financiación de 91 millones de dólares para responder a 1,4 millones de niños, niñas y adolescentes. Al cierre del año, solo se había cubierto un 9% del llamamiento. Reconociendo que la infancia con necesidades educativas debido a esta crisis ascendía a 4,5 millones, los ocho millones de dólares desembolsados son una gota en el océano.

Para Educo, los testimonios de Ticoro, Olga, Adama, Jamal o Momtazul muestran la realidad de la infancia que viven en contextos de emergencias y cómo se vulneran sus derechos. Por eso, la ONG reivindica una vez más la necesidad de invertir en el derecho a la educación, clave para sanar las desigualdades sociales que surgen como consecuencia en todas las crisis humanitarias.

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