
Taylor Swift es una de las mayores artistas de todo el siglo XXI. Sus números hablan por sí solos. Con tan solo 32 años acumula 10 discos de estudio con los que ha conseguido más de 50 millones de álbumes vendidos en todo el mundo (una de las cantantes con mayor número de ventas de la historia) y continúa batiendo récord tras récord. Su último trabajo, que vio la luz el pasado 21 de octubre, Midnights, se convirtió en tan solo 24 horas en el disco más escuchado de la historia en Spotify. Un mes después de su lanzamiento, ocho de las canciones de este álbum siguen presentes en el TOP 50 Global de Spotify y la canción Anti-Hero (con más de 250 millones de reproducciones en la plataforma musical) ocupa el tercer lugar.
Ante este panorama, todo apuntaba que la euforia con la que los swifties (el apelativo con el que se conoce a los fans de la cantante) recibieron su nuevo trabajo, añadido al factor de que Taylor Swift lleva sin pisar un escenario desde 2019 -se comprometió a volver a dar conciertos una vez la pandemia del Covid estuviese controlada- se expandiría en la nueva gira mundial, The Eras Tour, que la artista había anunciado.
La venta oficial de las entradas estaba prevista para el pasado viernes 18 de noviembre. Ticketmaster -el único proveedor de entradas para esta nueva gira y el portal que comercializa casi todos los conciertos de la artista-, sin embargo, abrió una preventa el pasado martes que limitó a un grupo de usuarios que se habían registrado en la plataforma, buscando garantizar la compra de los primeros tickets para fans reales en lugar de para aquellos que los adquirían con el objetivo de revenderlos.
Lo que no esperaba Live Nation, empresa propietaria de Ticketmaster, es que millones de personas intentaran acceder a esta compra previa, provocando la mayor venta de entradas de la historia para un concierto en tan solo un día (vendió más de dos millones). Las colas virtuales para acceder a la compra llegaron a tener una duración de hasta ocho horas y la página web llegó a caerse más de 5.000 ocasiones. "La idea era que el portal estuviera abierto para 1,5 millones de fans verificados [los que habían recibido un código previo registro], pero recibimos 14 millones de visitas, incluidos bots, que no deberían haber estado ahí", afirmó Greg Maffei, el presidente de Live Nation Entertainment, a la revista Rolling Stone.
Ante tal volumen de entradas adquiridas y en un intento de evitar nuevos colapsos, Ticketmaster decidió suspender la venta general prevista para el viernes, aludiendo a que el inventario de entradas restante era "insuficiente para satisfacer esa demanda". "Dada la demanda extraordinariamente alta en el sistema de tickets y que no hay suficiente inventario de entradas para atenderla, la venta de entradas para el público del Eras Tour de Taylor Swift ha sido cancelada", escribió la compañía en Twitter. Una acción que, no solo causó el enfado de los seguidores, sino también de la propia Taylor Swift. "No quiero ponerle excusas para nadie: nosotros les preguntamos varias veces si iban a ser capaces de controlar todo ese flujo de demanda y nos aseguraron que podían" expresó la artista tras lo sucedido en su cuenta de Instagram, donde reúne a 232 millones de seguidores.
Monopolio
Sin embargo, el fenómeno Swift ha puesto en el punto de mira a Live Nation y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos ha abierto una investigación a la compañía por antimonopolio, según informaban desde The New York Times.
La venta en vivo que desarrollan Live Nation y Ticketmaster, dos de las mayores fuerzas en toda la industria de la música, permite, según señala The Wall Street Journal, aumentar los precios y agregar tarifas adicionales. Ticketmaster estaba vendiendo asientos para la gira de Swift en Estados Unidos desde los 49 dólares hasta los 449, con algunos paquetes VIP de hasta 899 -en las webs de reventa los tickets alcanzaron precios estratosféricos de 28.000 dólares-. "Los precios dinámicos se ajustan a las entradas según la demanda, según Ticketmaster, de manera similar a como las aerolíneas modifican las tarifas", señalaban desde The Wall Street Journal.
Políticos estadounidenses han señalado que Live Nation está actuando como un monopolio, en el que la empresa pone poca motivación para llevar a cabo innovaciones tecnológicas. "El poder de Ticketmaster en el mercado primario de entradas lo aísla de las presiones competitivas que normalmente empujan a las empresas a innovar", apuntó la senadora de Minnesota, Amy Klobuchar, presidenta del subcomité antimonopolio del Senado. "Eso puede resultar en fallos dramáticos en el servicio, donde los consumidores son los que pagan el precio", añadió.
Ante estas acusaciones, Live Nation se defendió alegando que "se toma en serio sus responsabilidades en virtud de las leyes antimonopolio y no se involucra en comportamientos que podrían justificar un litigio antimonopolio". Por otro lado, ha defendido la competitividad de los mercados de promoción de conciertos y de venta de entradas.
La investigación judicial colocó a Live Nation también en el punto de mira de los inversores. Tan solo el viernes, la cotización de esta firma se desplomó cerca de un 8%, tocando mínimos anuales que devolvieron a su acción a niveles no vistos desde enero del 2021. En lo que acumula 2022, la empresa de entretenimiento se deja en bolsa cerca de un 44% de su valor.
Casos en España
El de Taylor Swift no ha sido un caso aislado que expone el monopolio de Live Nation. En España, a menor magnitud, se han vivido situaciones similares. Este agosto salían a la venta las entradas para los cuatro conciertos que el grupo británico Coldplay dará en Barcelona en 2023. Las solicitudes para acceder a los tickets colapsaron TicketMaster, formando colas virtuales de hasta 250.000 personas y entradas que alcanzaban los 450 euros. El concierto del exintegrante de One Direction, Harry Styles, generó una excitación similar. Live Nation anunció un precio máximo de 149 euros por entrada, pero en el momento de la compra llegaron a rebasar los 250.