
Casi dos días desde que cerraran los colegios electorales, el control de las dos cámaras del Congreso de EEUU sigue en el aire. Como se preveía, si el resultado era muy ajustado, el recuento tardaría días o semanas. Y todas las miradas están puestas ahora en la costa oeste del país, donde se pueden resolver todas las incógnitas que quedan.
El motivo de esta lentitud es que casi todos los estados claves del oeste (Nevada, Arizona, Washington y California) envían papeletas a casa a todos los ciudadanos para que las rellenen y las dejen en buzones especiales o las manden de vuelta por correo ordinario. En el caso de Nevada y California dejan usar esta segunda opción hasta el mismo día de las elecciones, por lo que se tardarán días en recibir a los más rezagados. Y luego habrá que comprobar los certificados de cada papeleta para asegurarse de que sea legítima y que no haya duplicados. El resultado es que estos estados tardan días o hasta semanas en contar todos los votos. Y da la casualidad de que ahí están algunas de las batallas más igualadas de todo el país.
La segunda clave es que California es el estado con más escaños, 54, y una docena están muy competidos. La lentitud y la gran cantidad de asientos en juego le convierten en una pieza clave para conocer el resultado de la Cámara de Representantes, que está mucho más igualada de lo previsto.
Los demócratas, favoritos en el Senado
Por el momento, la cámara que parece más clara es el Senado, en la que los demócratas partían con una ajustada mayoría de 50 escaños más el voto de calidad de la vicepresidenta, Kamala Harris. Y por el momento han conseguido arrebatar a los republicanos el escaño de Pensilvania, uno de los que defendía la oposición y que más riesgo tenían de perder. Eso significa que solo tienen que ganar dos de los tres que están en juego, y son los favoritos para hacerlo. Por un lado, lideran en Arizona, donde ya han ganado en las últimas dos elecciones al Senado, y están igualando (y hasta mejorando ligeramente) sus porcentajes de voto de esos dos últimos comicios en las zonas que ya han terminado de contar. Y por otro, están por detrás en Nevada, pero el voto que queda por recontar, casi todo en el bastión demócrata de Las Vegas, es más que suficiente para ganar con claridad.
Así las cosas, es probable que la Cámara Alta se decida el fin de semana, o a principios de la próxima. Pero si los republicanos logran una remontada contra pronóstico en alguno de los dos estados, habría que esperar hasta el 6 de diciembre, cuando se celebrará una segunda vuelta en Georgia. El actual senador demócrata, Raphael Warnock, ganó por un punto, pero se quedó unas décimas por debajo de la barrera del 50%, por lo que habrá que ir a un desempate contra el republicano Herschel Walker. Precisamente Warnock ya vivió la misma situación hace dos años, y aquella vez ganó las dos vueltas, así que tampoco es un reto fácil para los republicanos.
La Cámara de Representantes se inclina hacia los republicanos
La buena noticia para los republicanos es que están por delante en la Cámara de Representantes. La mala es que se daba por hecho que iban a ganarla de calle y, sin embargo, a estas alturas los demócratas aún están vivos.
Con los datos sobre la mesa, los republicanos son claros favoritos en 213 escaños, y los demócratas tienen 209 casi garantizados. El resto están aún en el aire: algunos porque la diferencia de votos entre ambos candidatos es minúscula, y otros porque todavía hay muy pocos votos escrutados. En total, los republicanos lideran en 221 escaños y los demócratas en 214, pero es probable que alguno de los 13 escaños 'en el aire' cambie de manos unas cuantas veces en lo que queda de recuento.
En este momento, lo más probable es una minúscula victoria republicana, pero aún es posible -si algunos de los escaños casi empatados caen finalmente del lado demócrata por un puñado de votos- que el partido de Joe Biden logre acabar por delante por la mínima. Sea como fuere, lo que está claro es que aprobar cualquier cosa en un Congreso tan dividido será toda una aventura: cualquier ausencia o cualquier diputado rebelde podría tumbar votaciones. Y si alguno de la mayoría se ve forzado a dimitir, muere, o decide buscar una carrera como gobernador de algún estado, la elección especial para sustituirle podría dar la vuelta al equilibrio político. Una situación que no se había visto desde 1934.