
Apenas restan ocho años para poder alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 y los países no arrojan resultados alentadores. En el año 2015 todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) cuya meta es construir un mundo más sano, equilibrado y resiliente.
Un ambicioso plan que, como recuerdan desde la ONU, exige, nada menos, una transformación de los sistemas financieros, económicos y políticos que rigen nuestras sociedades. Una muestra del avance que están realizando los países en la materia es el resultado reflejado por el informe El corto y sinuoso camino hacia 2030, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y que concluye que los países miembros solo han logrado o están cerca de lograr una cuarta parte de las metas para 12 de los 17 objetivos.
Más alarmante es la conclusión del Informe sobre Desarrollo Sostenible 2021, elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés) y la fundación Bertelsmann Stiftung. Este recoge que, por primera vez desde la adopción de la Agenda 2030, los avances en los ODS se paralizan como consecuencia de la crisis global derivada de la pandemia debido, principalmente, al aumento de la pobreza y el incremento del desempleo.
En este sentido, de los 165 países que conforman el Índice SDG, menos del 45% obtiene una puntuación mayor al 70%, siendo el 100% la consecución completa de los ODS. Los países mejor posicionados vuelven a ser Finlandia, Suecia y Dinamarca, con una puntuación superior al 80%. Les siguen Alemania, Bélgica, Austria, Noruega y Francia, que también sobrepasan esa cota.
Desde la SDSN señalan que "los países en desarrollo necesitan mayores facilidades fiscales para llevar a cabo acciones de recuperación. Para ello, existen cuatro vías para lograr este objetivo: mejorar los mecanismos monetarios, mejorar la recaudación fiscal, impulsar la intermediación financiera a través de los bancos de desarrollo multilaterales y aliviar la deuda".
En el caso de España, se sitúa en el puesto 20 de la clasificación, aumentando dos puestos respecto al año anterior y mejorando ligeramente su rendimiento, pasando del 78,1% al 79,5%. La OCDE señala que España ha logrado 21 de las 131 metas de los ODS. "Supera a otros países de la OCDE en muchas metas vinculadas con el Objetivo 5 sobre igualdad de género, el Objetivo 3 sobre salud y el Objetivo 6 sobre agua potable. Sin embargo, hay retos pendientes. España afronta problemas estructurales persistentes, en lo que respecta al crecimiento económico y el empleo, y el medio ambiente sigue bajo grandes presiones", destacan desde el organismo.
En general, los objetivos más estancados son los relacionados con el clima o la biodiversidad
En general, las tierras degradadas representan casi una quinta parte de la superficie total de España, la densidad de los desechos en las playas supera la media de la OCDE y la calidad del agua de los lagos es baja. Las mediciones directas de la biodiversidad señalan el gran riesgo de extinción de los principales grupos de especies y de las razas locales.
Por otro lado, la SDSN recuerda que los países de ingresos altos y los países que conforman la OCDE tienden a generar los mayores efectos indirectos negativos, lo que socava los esfuerzos de otros países para alcanzar los ODS. Se trata de efectos negativos como la emisión de gases contaminantes en las importaciones o de las amenazas a la biodiversidad acuática y terrestre incorporadas en las importaciones. Asimismo, todavía falta inversión en cooperación internacional al desarrollo. Un ejemplo de ello sería la deforestación y la pérdida de biodiversidad, impulsadas por el comercio de madera, aceite de palma, café, caucho, soja y otros productos básicos.
"La creciente evidencia sugiere que las cadenas de suministro insostenibles que impulsan una mayor deforestación u otras amenazas a la biodiversidad también pueden aumentar la probabilidad de futuras pandemias y la aparición de nuevos patógenos y zoonosis. Las estrategias nacionales para lograr los ODS también deben evitar generar impactos negativos en otros países", recoge el estudio de la SDSN.
El medio ambiente, estancado
En general, los objetivos en los que los países se encuentran más estancados son el 12, producción y consumo responsables; el 13, acción por el clima; el 14, vida submarina; y el 15, vida de ecosistemas terrestres. En el caso de la OCDE, la mayoría de los estados genera impactos ambientales negativos significativos fuera de sus fronteras a través del comercio y el consumo.
En este contexto, desde la ONU destacan que los retrocesos experimentados en la economía durante 2020, sobre todo en la demanda de energía, el turismo y el transporte, provocaron un descenso del 7% en las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2), la mayor disminución jamás registrada.
Mami Mizutori: "El mundo está financiando de hecho su propia destrucción"
Aunque se trató de un récord, no fue suficiente para alcanzar ni siquiera el objetivo más bajo del acuerdo climático de París. Se necesitará un recorte de casi el 8% cada año para alcanzar el objetivo de un calentamiento global inferior a los 1,5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales para el año 2030. A este respecto, el Informe de Evaluación Global 2022, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), refleja que "la actividad y el comportamiento del ser humano contribuyen a un número cada vez mayor de catástrofes en todo el mundo, lo que ha puesto en peligro millones de vidas y muchos de los beneficios sociales y económicos alcanzados en las últimas décadas".
De hecho, en los últimos 20 años se produjeron entre 350 y 500 desastres de media y gran escala cada año. "Al ignorar deliberadamente el riesgo y no integrarlo en la toma de decisiones, el mundo está financiando de hecho su propia destrucción", indica Mami Mizutori, representante especial del Secretario General para la Reducción del Riesgo de Desastres y directora de la agencia de la ONU autora del informe.
Así, un ámbito de riesgo cada vez mayor es el de los fenómenos meteorológicos extremos como consecuencia del cambio climático. En este sentido, un claro ejemplo de cómo se puede cambiar la situación es el de Costa Rica. Con el innovador impuesto al carbono sobre el combustible, que lanzó en 1997, ayudó a revertir la deforestación. Así, en 2018, alrededor del 98% de la electricidad del país procedía de fuentes de energía renovables.
En esta línea, el informe de la SDSN indica que España en materia de acción por el clima tiene por delante importantes desafíos. En la misma situación se encuentra el objetivo de gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad.
Las malas cifras del clima
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), "las actividades humanas están provocando cambios a escala planetaria en la tierra, el océano y la atmósfera, y esos cambios entrañan repercusiones nocivas y duraderas para el desarrollo sostenible y los ecosistemas".
Por un lado, cabe destacar que 2021 fue uno de los siete años más cálidos desde que se tiene registro. Por otro, el contenido calorífico de los océanos alcanzó niveles sin precedentes. Hay que recordar que los océanos absorben alrededor del 23% de las emisiones antropógenas anuales de CO2 que se acumulan en la atmósfera. Al hacerlo, este gas reacciona con el agua marina y provoca la acidificación de los océanos, que amenaza a organismos y servicios ecosistémicos y, por tanto, a la seguridad alimentaria, al turismo y a la protección de las costas. A medida que el pH de los océanos disminuye, también se reduce su capacidad para absorber CO2 de la atmósfera. Actualmente, el pH de la superficie de mar abierto se encuentra en su nivel más bajo desde hace, como mínimo, 26.000 años.
En los últimos 20 años se han producido entre 350 y 500 desastres naturales al año
En su caso, el nivel medio del mar a escala mundial alcanzó un nuevo máximo en 2021, tras aumentar una media de 4,5 milímetros anuales durante el período 2013-2021. Esta cifra, que es más del doble que la registrada entre 1993 y 2002, obedece principalmente a una pérdida de masa de los mantos de hielo más rápida. Ello conlleva importantes repercusiones para cientos de millones de habitantes de zonas costeras y aumenta la vulnerabilidad a los ciclones tropicales.
Por su parte, aunque en el año glaciológico 2020/2021 el deshielo fue menor que en los últimos años, existe una clara tendencia hacia la aceleración de la pérdida de masa. De media, los glaciares de referencia del planeta se han reducido en 33,5 metros (equivalente de hielo) desde 1950, y el 76% de esa pérdida de masa se ha producido desde 1980. Esta pésima evolución ha provocado que, por ejemplo, por primera vez desde que se tienen registros, lloviese en Summit Station (Groenlandia), el punto más elevado del manto de hielo, situado a una altitud de 3.216 metros.
"Desde el Afganistán hasta América Central, las sequías, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos castigan a quienes están menos preparados para recuperarse y adaptarse", alertan desde la OMM. Como subrayan desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clima?tico (IPCC), "la humanidad de forma inequívoca es la responsable de la emergencia climática, cuyos efectos serán irreversibles por siglos o milenios". Nos toca ahora hacer lo imposible por mitigar las consecuencias de nuestra actividad. El planeta ya está haciendo todo lo posible por avisarnos.