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Las tensiones geopolíticas retrasan la recuperación económica en Europa

  • Según el banco mundial el precio de la energía se ha elevado un 35 %, especialmente el gas
  • España es el segundo país más beneficiado por los fondos Next Gen, con un total de 140.000 millones
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La pandemia ha traído consigo una serie de consecuencias que afectan especialmente a la economía de los países europeos y la invasión de Ucrania por parte de Rusia las está incrementando.

Hasta 2019, la economía europea estaba experimentando un crecimiento continuado desde que comenzara en 2012 la recuperación de la Crisis financiera de 2008. En términos relativos, el empleo estaba alcanzado niveles de máximos históricos en la media de los países europeos y, según datos de la Comisión Europea, la tasa de desempleo disminuyó hasta el 6,3 %, la cifra más baja desde que comenzase este siglo, además de que la deuda pública estaba en descenso desde 2014.

A pesar de que se preveía que estas tendencias iban a continuar los años posteriores, en Enero de 2020, se confirmaron en Italia los primeros casos de la enfermedad por coronavirus (Covid-19), provocada por el virus SARS-CoV-2, y pronto se expandieron por el resto de Europa hasta que en los meses de Marzo y Abril la mayoría de los países declararon un confinamiento domiciliario que afectó seriamente a los negocios de casi todos los sectores, debido al descenso del consumo y a los gastos fijos que se mantuvieron a pesar de los cierres. Esto supuso un duro golpe a la evolución de la economía a nivel global e invirtió la tendencia de recuperación que existía hasta el momento a causa del impacto directo sobre los volúmenes de producción, sobre las cadenas de suministro y distribución y sobre las empresas y los mercados de valores. Como resultado, el PIB de la Unión Europea descendió un 6,4% y un 6,8% en la eurozona según datos de Eurostat; mientras que en España la bajada fue de un 10,8%, registrado por el INE.

La desglobalización

El coronavirus impulsó un fenómeno que ya había comenzado en los últimos años, conocido como desglobalización; es decir, el proceso opuesto a la globalización. Los flujos internaciones de mercancías, servicios, capitales y personas están disminuyendo así como la interdependencia y la integración entre los países. Esto se inició principalmente a causa de la desaceleración económica, el aumento de las políticas proteccionistas, el retroceso de las cadenas globales de valor y las críticas a la globalización. Durante la pandemia, al ser necesario tratar de frenar el virus limitando el tránsito entre territorios, esta tendencia se agudizó, afectando a las empresas con sedes en varios países y acelerando los procesos de relocalización y de producción en "proximidad".

La agricultura, energía, industria y defensa de Europa dependen de la cadena de suministros global y el proceso de desglobalización provocará que sea necesario encontrar nuevas fórmulas comerciales, económicas e inversoras, más resilientes y locales.

Aumento de los precios

Una vez que comenzaron a levantarse las restricciones a la movilidad y se pusieron en marcha los paquetes de estímulo económico, comenzó la recuperación de la actividad económica lo cual derivó en un incremento de la demanda de materias primas y, por tanto, de su precio.

A pesar de que poco después volvieron a iniciarse limitaciones a la movilidad, no fueron tan estrictas como en la primera ocasión, por lo que continuó recuperándose el tejido industrial y el comercio internacional comenzó a crecer hasta alcanzar niveles superiores a los de finales de 2019. Al mismo tiempo, China consiguió controlar el virus en su territorio y su economía creció, por lo que se incrementó su importación de materias.

Esto, unido a los estímulos fiscales y monetarios y a los avances médicos, incrementó la demanda y estimuló la inversión, especialmente de cara al conjunto de activos financieros vinculados al ciclo económico. Al mismo tiempo, se produjo una depreciación del dólar, ya que suele ser considerada un activo refugio en momentos de inestabilidad.

Por otro lado, los grandes fondos de inversión y algunos bancos centrales realizaron compras de metales preciosos como cobertura de riesgo.

Todos estos factores favorecieron el ascenso de los precios de las materias primas, concretamente, el Banco Mundial ha publicado que el índice internacional de los metales se ha incrementado un 26% en lo que va de año, y el de los productos alimentarios un 14,4 %.

Los precios mayoristas de la electricidad en la Unión Europea se dispararon en 2021 y la mayor parte de los países miembros llegaron a alcanzar niveles de récord al final del año. Este aumento, al igual que el de las materias primas, ha sido el resultado de un cúmulo de circunstancias tanto estructurales como coyunturales y fortuitas, tales como el mecanismo de fijación de precios de la Unión Europea, el aumento de la demanda tras la recuperación post-covid (que a su vez impulsa los precios del gas, el carbón y los derechos de emisión) y la escasez de viento en Europa junto con la parada de un tercio de los reactores nucleares de Francia.

Así, según los datos del Banco Mundial, el precio de la energía se ha elevado un 35 %, especialmente en el segmento del gas.

Inflación

El incremento de los precios mencionado anteriormente ha tenido como consecuencia un aumento de los costes de producción que se ha trasladado inevitablemente al precio final de los productos y, a su vez, a la inflación general de la economía. Las presiones inflacionistas ejercen un efecto negativo sobre el proceso de recuperación económica, ya que limitan la capacidad de compra de los hogares y las ganancias de las empresas.

Según el BCE, el IPC de España ha evolucionado desde los valores negativos en febrero de 2021 hasta el 3,3 % en agosto. La eurozona ha experimentado cifras similares, como es el caso de Alemania, cuyo el incremento interanual del IPC roza el 4 %.

Como respuesta a esta tendencia y con el objetivo de tratar de controlarla, especialmente porque se prevé su aumento como efecto por la guerra entre Ucrania y Rusia, el Banco Central Europeo (BCE) ha ajustado sus compras de deuda para contener el alza de precios. Sin embargo, no es la tónica general que han seguido otros bancos centrales, que han apostado por elevar los tipos de interés (es decir, la cantidad extra que tendremos que pagar en caso de pedir un préstamo), afectando a algunos tipos de inversiones, a los créditos que ofrecen los bancos y, consecuentemente, al consumo, que se desincentiva.

Fondos Next Generation

Tras el final del confinamiento, comenzó la recuperación, acelerada por iniciativas impulsadas por la Comisión Europea como el Plan de recuperación para Europa, un instrumento temporal de recuperación que ha entregado a los países miembros diversas ayudas directas y préstamos de los conocidos como Fondos Next Generation EU. Estos tienen el objetivo de fortalecer la economía además de transformarla hacia un modelo más resiliente, digitalizado, sostenible y capaz de adaptarse a los retos de la actualidad y del futuro.

La totalidad del plan cuenta con un presupuesto de 806.900 millones de Euros, que se dividen entre diversos programas como el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR), REACT-UE, Horizonte Europa, InvestEU, Desarrollo Rural, Fondos de Transición Justa (FTJ) y RescEU.

El MRR es el que se dedicará específicamente a la reconstrucción de Europa, con una cantidad total de 723.800 millones de euros, que se destinarán tanto a ayudas directas (338.000 millones de euros) como a créditos (385.800 millones de euros) que los países beneficiados deberán devolver con posterioridad.

Italia es uno de los países que más fondos de este programa va a recibir, con un total de 203.000 millones de Euros, de los cuales 127.000 serán créditos y 82.000 serán ayudas directas. Por su parte, España es el segundo país más beneficiado, con un presupuesto total de 140.000 millones, 72.700 en créditos y 67.300 en ayudas directas. Otros ejemplos de países beneficiados por el plan son: Grecia, que recibirá 695.500 millones, y Francia y Portugal (que solo reciben ayudas directas) con 45.000 y 40.000 millones respectivamente.

Recuperación y guerra

A principios de 2022, el conjunto de países europeos había conseguido alcanzar niveles de PIB similares a los anteriores a la pandemia, aunque este crecimiento fue asimétrico entre ellos. Por ejemplo, Alemania y Francia fueron los primeros en restablecer la economía previa al coronavirus, seguidos por Italia y después por Portugal. Sin embargo, España fue de los países más afectados por la pandemia y su recuperación está siendo más lenta, a pesar de los beneficios de los fondos Next Generation. Esto se debe en parte al retraso en la llegada del dinero europeo al tejido industrial, tal y como denuncia la patronal CEOE en su Informe de seguimiento de los fondos Next Generation EU en España.

En este contexto, el 20 de febrero de 2022 se inicia el ataque ruso hacia Ucrania, sacudiendo el proceso de recuperación de los países de la Unión y agravando los problemas ya generados por el coronavirus, como la ya mencionada inflación y precios de la energía. Ante esto, es necesario buscar una independencia energética y aplicar políticas monetarias efectivas.

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