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Lo que esconde la pandemia: así creó un estudiante una prótesis de brazo con una impresora 3D de 75 dólares

El confinamiento provocó que muchas personas ocuparan su tiempo libre de muchas maneras. Algunas fueron de forma provechosa, como es el caso de Benjamin Choi, un estudiante de 17 años de Virginia, Estados Unidos, que aprovechó la pandemia para crear una prótesis de brazo que es controlada por Inteligencia Artificial (IA).

Choi llevaba más de 10 años obsesionado con la idea de fabricar una prótesis de brazo, desde que en 2010 viera un documental sobre este tema, con la característica de que fuera controlada por la mente. Durante esa década ese pensamiento se olvidó por completo hasta que llegó la pandemia. Entonces fue cuando Choi decidió ponerse manos a la obra.

Para ello, Choi, con solo 17 años, improvisó en el sótano, concretamente en su mesa de ping-pong, su taller. Allí es donde dedicaba al trabajo 16 horas al día y donde diseñó de forma independiente la primera versión de su brazo robótico usando la impresora 3-D de 75 dólares de su hermana y algo de hilo para pescar.

Una de las desventajas de trabajar con una impresora 3-D de 75 dólares es que Choi no podía construir piezas de más de 12 centímetros de largo, por lo que decidió imprimir el brazo en piezas diminutas y unirlas con gomas elásticas. En total, tardó unas 30 horas en imprimirse. 

Para ponerlo en funcionamiento, Choi usó el sistema de electroencefalografía, un método que registra la actividad eléctrica del cerebro con dos sensores; uno que sujeta el lóbulo de la oreja; y el otro se coloca en la frente, que recoge la información que se envía al brazo protésico a través de Bluetooth y luego se convierte en una acción por parte de la IA, modelo que está incrustado en un chip en el brazo.

Choi declaró para la revista Smithsoniana que este brazo robótico impulsado por IA cuenta con una precisión del 95%, mientras que los de diseño comercial han logrado una precisión del 73,5%. Con todo esto, esta prótesis de brazo tiene un coste de fabricación de 300 dólares, un precio irrisorio en comparación con los que actualmente existen en el mercado, con precios que rondan miles de dólares.

Este joven estudiante, que todavía no ha empezado la Universidad, expresó que quiere mejorar su diseño y realizar ensayos clínicos con pacientes que no tienen las extremidades superiores. Sus siguientes objetivos también están orientados para la asistencia controlada para sillas de ruedas y la ayuda a aquellas personas que no pueden comunicarse.

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