
El año 2021 está siendo sido crucial para la inversión sostenible, que ya experimentó una auténtico boom en el año de la pandemia. Los inversores ya no solo quieren fijarse en los aspectos financieros a la hora de decidir en qué estrategias colocan su dinero, y los flujos hacia productos verdes y responsables crecen de forma sólida.
Con este telón de fondo, el de 2021 también ha sido un ejercicio clave, en lo relativo a la información sobre sostenibilidad, para elEconomista. El pasado mes de mayo, este periódico anunciaba el lanzamiento de un portal dedicado específicamente a la inversión responsable, elEconomista Inversión sostenible y ESG. Este proyecto supuso la reconversión de una de sus revistas digitales, Inversión a Fondo, que ya venía dando desde hacía tiempo un lugar destacado a la inversión en base a criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por las siglas anglosajonas).
Al mismo tiempo, elEconomista se convertía en el primer medio en lanzar su propio Ranking ESG, que califica a las empresas del Ibex 35 en sostenibilidad. Para ello utiliza un algoritmo propio que combina las notas de cinco proveedores de datos ESG: el ranking ESG de S&P Global, la puntuación de riesgos ESG de Sustainalytics (Morningstar), la nota de ISS (que puntúa la gobernanza), la de Carbon Disclosure Project (CDP), que mide el compromiso con el cambio climático, y el ESG Disclosure Score (nota de divulgación de datos de sostenibilidad) de Bloomberg.
El objetivo del Ranking ESG de elEconomista es el de facilitar al inversor un mayor conocimiento sobre el compromiso de las empresas españolas con las cuestiones ESG, en un momento en el que desde la industria de la gestión suele ponerse de relieve la dispersión que, con frecuencia, existe entre las calificaciones de distintos proveedores de rankings de sostenibilidad para una misma empresa. La misma compañía puede sacar una nota altísima para uno de ellos y recibir una mala calificación por parte de otro, debido a la falta de estandarización de la que aún adolecen las métricas no financieras.
La apuesta al verde de elEconomista se produce en plena revolución ESG, una vuelta de tuerca en la forma de concebir el mundo de la inversión, dejando de lado los aspectos puramente financieros y mirando más allá. Una tendencia imparable que, por otro lado, se ha visto reforzada por su solidez: diversos estudios han demostrado que posicionarse en activos sostenibles no implica renunciar a parte de la rentabilidad, como se pensaba hace años, sino que, de hecho, permite limitar los riesgos y evitar caídas abruptas. Así ocurrió durante la crisis bursátil generada por la pandemia de coronavirus el año pasado, según se recoge en la Guía Práctica de Sostenibilidad y Gestión de Activos (elaborada por Afi, Allianz Global Investors y FinReg 360): durante el crash del Covid en los mercados, "en todas las regiones geográficas los índices sostenibles presentaron un mejor comportamiento relativo". La idea de que invertir de forma ética sale caro va quedando desterrada.