
El turismo masivo, desgraciadamente, se ha convertido en un aspecto a tener muy en cuenta por las principales ciudades de Europa, que anualmente reciben millones de turistas. Y es que es difícil encontrar el equilibrio entre seguir contando con esta fuente de ingresos, pero sin condicionar la vida de los habitantes, respetando los entornos naturales...
Pero hay que hacerlo para evitar males mayores. Y en esas está Islandia, reconocido como el país más seguro del continente, según el índice Paz Global 2024. Ante este panorama, el gobierno islandés planea implementar numerosas tarifas para los visitantes de cara al próximo año.
En profundidad
¿El objetivo? Está claro: mitigar los impactos negativos del turismo y asegurar la sostenibilidad. O al menos eso ha revelado el el primer ministro de Islandia, Bjarni Benediktsson, a CNBC. Lo cual ha generado cierta polémica en las redes sociales, sobre todo en 'X' (antes Twitter).
"Estamos trabajando en moldear el sistema fiscal para el sector turístico en el futuro", ha puntualizado. La idea principal es moverse hacia un sistema en el que el usuario pague. O lo que es lo mismo, implementar cuotas de acceso a los atractivos turísticos.
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Con esta mentalidad, esperan poder controlar el flujo de turistas, regulando las tarifas en función de la demanda. La primera medida que se prevé a corto plazo es la recuperación de su impuesto al turismo, suspendido durante la pandemia liderada por la COVID-19.
Es decir, una tarifa nominal de 600 coronas islandesas (4 euros, más o menos) por habitación de hotel, además de costes variables para campings, casas móviles y cruceros. Pero esto no es todo: probará un llamativo modelo de 'tasas dinámicas' que variarán según la temporada y la presión sobre destinos relevantes.
A tener en cuenta
Al parecer, utilizarán un "semáforo ambiental" que clasifica zonas en verde, amarillo o rojo según indicadores como malestar social o daños ecológicos. Claro está, cuando un lugar alcanza el rojo, se deben aplicar restricciones rápidamente: limitar el acceso a determinadas zonas o incrementar impuestos.
"Si vemos que la naturaleza o la sociedad local sufren, actuamos. El objetivo no es ahuyentar a los turistas, sino distribuir su impacto", ha concluido. Y no es para menos. Es necesario garantizar que los residentes locales no se vean afectados de manera negativa por la afluencia de turistas.