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El dilema del BCE: ¿controlar los precios de Alemania o apoyar a España?

  • ¿Seguirá apoyando el BCE a los países más débiles si suben los precios alemanes?
  • El diferencial entre el IPC español y alemán, en máximos desde la llegada del euro
  • Una subida de tipos de interés frenaría la incipiente recuperación española
Mario Draghi, presidente del BCE. Foto: archivo

El IPC español de hoy contenía un dato histórico y que al mismo tiempo puede acalorar el debate dentro de la Eurozona. Con un crecimiento interanual del 0,5%, el IPC armonizado español ha registrado el mayor diferencial frente a los precios alemanes, que crecieron un 1,6%, desde la introducción del euro. Esta diferencia, de 1,1 puntos porcentuales, no alcanzaba niveles similares desde junio de 2009, cuando en plena crisis financiera global se situó en el 1%. ¿Qué puede aprender España de Alemania?.

Ante esta situación, el dilema se traslada a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE). Mientras España coquetea con la deflación, con una economía muy endeudada y con una recuperación frágil, Alemania, el principal guardián de la estabilidad, ve como sus propios precios se acercan al 2% que tiene fijado como límite el BCE.

La institución presidida por Draghi puede tener que elegir entre una política monetaria más restrictiva que controle los precios en Alemania o mantener o incluso incrementar los estímulos para que países como España puedan salir de la profunda crisis en la que se encuentran inmersos. De fondo, la competitividad relativa de ambos países.

Al mismo tiempo, una inflación más baja ayudaría a España a corregir los desequilibrios que arrastra el país, aunque el riesgo de una deflación a la japonesa, décadas de poca inflación y poco crecimiento, está presente. Una política más restrictiva del BCE incrementaría sin duda este riesgo.

El problema de la competitividad

El dilema es complejo, dadas las divergencias que hay dentro de la propia Eurozona y las propias flaquezas de una unión monetaria sin transferencias fiscales. Una de las razones que el consenso de economistas ha esgrimido como causante de la fuerte crisis de España fue una política monetaria por parte del BCE excesivamente laxa, que permitió inflaciones por encima del 4% durante mucho tiempo y que fomentó la burbuja inmobiliaria.

Mientras, en los primeros años de la década del 2000, Alemania mantenía precios bajos y se embarcaba en las profundas reformas que le han permitido, controlando los salarios, recuperar la competitividad, algo que ha conseguido también en parte gracias al incremento de los salarios en España ligados al incremento de los precios.

Es decir, Alemania iba ganando competividad a la par que España la perdía a gran velocidad. Una tendencia que se ha revertido gracias al profundo ajuste de España, y que ha desembocado en el diferencial en el IPC que hoy se ha constatado. 

En los últimos años, España ha logrado en parte recuperar esa brecha, especialmente tras la última reforma laboral, que ha conseguido rebajar los salarios. La caída de los costes laborales, justo al ajuste propiciado por la austeridad, han hecho que los productos españoles sean más competitivos globalmente, impulsando las exportaciones a niveles récord. Esa es la gran esperanza del Gobierno para la recuperación de España.

¿Aceptará Alemania más inflación?

Muchas son las voces que han pedido desde el inicio de la crisis que Alemania aceptara una mayor inflación y que impulsara su consumo como forma de compensar y ayudar los duros procesos de ajuste y devaluación interna de los países de la periferia. 

Sin embargo, hasta ahora ha habido pocas señales de flexibilidad por parte de Alemania. El último ejemplo lo hemos tenido esta semana, cuando el presidente del Bundesbank, Jen Weidmann, alertó de que la competitividad de Alemania podría resentirse a medida que otros miembros de la Eurozona en dificultades, como España o Irlanda, empezaran a recuperarse.

"Las ventajas económicas se pueden perder muy rápidamente. Estas son las lecciones que debemos aprender de la actual crisis de países como Irlanda o España, que antes eran considerados modelos económicos de la zona euro", aseguró Weidmann, que el año pasado ya salió al paso de las informaciones que apuntaban a que el banco central alemán podría permitir una inflación más alta de lo habitual.

"Los banqueros centrales no deberíamos tolerar una inflación más alta al objetivo del BCE (2%) como una herramienta para contrarrestar la crisis de la deuda en la Eurozona", señalaba en 2012.

División en el BCE

La postura de Alemania es clara, como han mostrado las reticencias públicas y privadas de Weidmann sobre los programas de compras de bonos del BCE antes incluso de que se hayan activado. Tampoco se ha mostrado partidario de una caída del euro como forma de mejorar la competitividad (al estilo del Reino Unido, por ejemplo), reduciendo las opciones de un banco central con pocas herramientas válidas para economías tan dispares como las que forman la Eurozona.

Las disensiones pueden agravarse si la divergencia actual continúa. El dilema del BCE llegaría porque si endureciera su política monetaria para controlar los precios en Alemania, inevitablemente provocaría un grave perjuicio tanto a España como al resto de países de la periferia.

Ahora mismo, Draghi navega entre dos aguas. Por un lado ha prometido una política laxa durante un larga periodo de tiempo; pero por otro lado, los 'halcones' alemanes bloquean cualquier posible rebaja de tipos, actualmente en el 0,5%. La propia canciller Angela Merkel insinuó esta primavera que una subida de tipos sería mejor para Alemania. Poco después, Draghi salió al paso para tranquilizar a los alemanes asegurando que el BCE no recurriría a la inflación para salir de la crisis.

El italiano tiene ahora que mantener el equilibrio actual sobre el que se sustenta la incipiente recuperación europea. Y siempre con un ojo puesto en los precios alemanes.

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