
Muchos economistas piensan que la solución a los problemas de la Eurozona tendrá que adoptar la forma de una mayor demanda e inflación en Alemania, de reestructuración de la deuda a gran escala en el sur de Europa y de la mutualización de la deuda nivel europeo. El problema es que los países acreedores de la zona euro rechazan todas estas opciones, sin dejar ninguna salida clara a la crisis de deuda.
Gracias, en parte, al compromiso del Banco Central Europeo (BCE) -y al océano de dinero en efectivo de los bancos centrales- los bonos de los países periféricos han mostrado un mejor comportamiento en la mayor parte del año, apunta en un artículo The Wall Street Journal.
Pero en las últimas semanas la situación ha cambiado un poco. El bono griego a 10 años, que se había fortalecido notablemente desde el verano pasado, cerró ayer en el 10%, dos puntos porcentuales por encima de donde se encontraba el 22 de mayo, cuando la Reserva Federal de Estados Unidos señaló que podría reducir su estímulo económico más pronto que tarde.
Hoy en el 6,47%, el bono portugués a 10 años está más de un punto porcentual por encima del nivel que tocó en mayo. El bono español a 10 años, que rondaba el 4% a principios de mayo, cerro el jueves en el 4,61%. Las recientes turbulencias que han sacudido los mercados internacionales están desenmascarando una noción desagradable en Europa: los problemas de la Eurozona no se resuelven.
Hasta un cierto punto, el aumento de los intereses se mueve por la misma fuerza que un día los bajó: el dinero fácil atrajo a los inversores a estos bonos y su posible final los alejó. "El rally fue más técnico que fundamental", señala Carl Norrey, de JP Morgan en declaraciones que recoge el WSJ. "No puedo evitar respetarla, pero no veo cómo Europa va a salir de la crisis tan fácilmente".
Y, detrás del problema, un cuadro macroeconómico de la Eurozona que se ha deteriorado, o no ha mejorado, durante el periodo de caída de los rendimientos.
"La dinámica de liquidez es desfavorable. La realidad es que la situación fundamental subyacente sigue siendo gravemente preocupante en estos países", apunta por su parte Gregor Macintosh, de Lombard Odier Investment Managers.
Una situación "espinosa"
La situación para países como España o Italia ha cambiado mucho desde el verano pasado y el compromiso que hizo público el pasado mes de julio el BCE de hacer "cuanto sea necesario" para salvar el euro sigue siendo potente. Pero la situación de la Eurozona sigue siendo "espinosa", apunta el WSJ. Alemania celebra elecciones en septiembre, que han despertado un cierto sentimiento anti-europeo, aunque es cierto que la gestión de la crisis del euro ha registrado una cierta mejoría.
"Las elecciones alemanas al margen, las cosas son menos malas de lo que he observado durante algún tiempo", apunta Bill Street, jefe de inversiones para Europa, Oriente Medio y África de State Street manager. Street apunta a indicios de que los desequilibrios comerciales se han enderezado y a un posible estancamiento en las tasas de desempleo de la zona euro.
El problema de la deuda
Pero aún se mantienen las preocupaciones sobre carga de la deuda de los países. Deuda que crece demasiado rápido, en relación con la economía, convirtiéndose en el principal riesgo para la mayoría de los estados más débiles -y de sus inversores en bonos de Europa.
Detener el aumento es excepcionalmente difícil en una economía en contracción, y las autoridades europeas han empezado a valorar el ritmo de los recortes fiscales, con la esperanza de apoyar el crecimiento económico.
Ahora bien, surge otro problema: con el fin de restaurar su viabilidad económica, los países más débiles deben mejorar la competitividad de sus industrias reduciendo los salarios y otros costes en relación con Alemania y otros países del norte. Pero la economía alemana parece haberse asentado en un patrón de bajo crecimiento y baja inflación.
España e Italia "necesitan que los precios aumenten más lentamente que en Alemania para reconstruir la competitividad, pero necesitan una medida de la inflación para asegurar la sostenibilidad de la deuda", concluye Simon Tilford, economista jefe del Centro para la Reforma Europea.