
Dicen que la historia siempre se repite, y más en los mercados financieros. La forma en la que se están comportando los inversores recuerda a lo sucedido cuando la crisis comenzó a mostrar su cara más feroz en 2008. Jugar al juego de la confianza y acabar perdiendo tras haber provocado a los árbitros, que son los mismos inversores, tiene sus consecuencias.
Por aquella época la jauría inversora centró sus esfuerzos especulativos en Bear Stearns, la presa más fácil entre los bancos de Wall Street que estaban metidos hasta el cuello en el fango subprime.
La entidad estadounidense sólo pudo salvarse a través de un casamiento forzoso con JP Morgan en marzo de 2008, momento a partir del cual se buscaron otras víctimas más grandes y jugosas con evidentes problemas.
Presas ideales para un desgaste lento y acompañado de unas palabras que deberían figurar en el epitafio de muchos insolentes: somos sólidos, no tenemos problemas, somos solventes. La suerte estaba echada porque la apuesta de la jauría era ya irreversible. Lehman Brothers, Countrywide Financial, Merrill Lynch...
Así las cosas, este patrón de conducta puede repetirse al trasladarse a la deuda soberana y a la percepción de riesgo de los países. Grecia preocupa porque encendió la mecha, pero lo que de verdad debe preocupar es lo que piense el mercado acerca de otras posibles presas. Como España o Portugal.
La bolsa española ha dado este jueves 4 de febrero buena muestra de ello. Igual que la subasta de bonos a tres años o los CDS sobre nuestra deuda.