
El consejero delegado de Fiat, Sergio Marchionne, tiene en mente una estrategia muy clara al respecto del pequeño Fiat 500: convertirlo en una marca propia, al modo en que BMW hizo con Mini, para competir con la firma premium alemana. Y de momento parece que lo está consiguiendo, al menos en Estados Unidos.
La confirmación de la tendencia del downsizing en el mercado norteamericano ha supuesto el fin del rechazo masivo a los coches pequeños, hasta el punto de que en 2012 se vendieron un 121,4% más de unidades del icónico Fiat 500 que un año antes: se matricularon 43.772 por los 19.769 de 2011, lo que significa una considerable disminución de la diferencia existente con respecto a Mini en EEUU.
En España, el precio del 500S parte desde los 9.000 euros mientras que el Mini One lo hace desde 16.000 euros. Mientras, los tope de gama se situarían en 18.455 euros para el Abarth 500 y en 31.700 euros para el potente John Cooper Works del Mini Roadster.
Pero en BMW detectaron hace unos años una oportunidad de negocio ampliando la gama de modelos de Mini hacia otro tipo de segmentos (cabrios, coupés, todocaminos, comerciales...), aprovechando los valores de diseño y calidad de los que goza su marca. Y Fiat no ha querido quedarse atrás: prueba de ello es el desarrollo del monovolumen pequeño 500L, que tiene una versión superior denominada 500XL, o del nuevo 500X, un SUV que se comienza a producir este mismo año.
La clave para reducir las pérdidas europeas de Fiat
Hasta tal punto ha cobrado una importancia especial en la estrategia del Grupo Fiat que, mientras se ha paralizado el desarrollo de nuevos modelos y versiones de otros ya existentes, como la nueva generación del compacto Punto, el de la gama del 500 sigue adelante sin cortapisas, aunque desde la compañía rechazan explicar qué planes seguirán a los ya citados en el medio y largo plazo.
"El Fiat 500 tiene un valor emocional y unas aspiraciones que otros productos de la gama no tienen", tal y como explica Lorenzo Ramaciotti, jefe de diseño de Fiat y Chrysler. Ahora, su flamante éxito en Estados Unidos (no siempre fue así, su buena acogida ha ido creciendo con los años tras un inicio no demasiado positivo para la marca) se antoja clave en el plan del Grupo Fiat de reducir las pérdidas generadas en el mercado europeo.