De la mano de la Arquitectura, el sector inmobiliario residencial ha de transformarse para poder satisfacer las necesidades sociales más contemporáneas y, a la vez, permitir alcanzar una mayor calidad de vida a los ciudadanos. Y siempre con la conciencia de respeto y cuidado del medioambiente.
En los últimos años, además de la sostenibilidad medioambiental, se ha empezado a desarrollar, de una forma más significativa, una arquitectura más humana, que pone el foco de atención en la salud, un concepto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como "un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".
La arquitectura es una experiencia que puede y debe activar el subconsciente de las personas. Somos seres sensoriales y nuestro cerebro siempre está atento a los diferentes estímulos que hay en el entorno y que son generadores de emociones. De este modo, el espacio construido es capaz de ejercer una importante influencia en la calidad de vida de las personas por medio de emociones que, en definitiva, inciden en nuestra salud y bienestar.
Actualmente, gracias a la Neuroarquitectura, resultado de la reciente fusión entre la Neurociencia y la Arquitectura, disponemos de herramientas tecnológicas que permiten estudiar de una manera científica y cuantificable cómo los espacios pueden influir en el estado emocional y comportamiento de las personas y, también, cómo deben ser diseñados. Herramientas como la aplicación combinada de neurotecnologías y sistemas de realidad virtual permiten conocer con antelación cómo impactarán los espacios que proyectamos en las personas que los van a habitar.
Los espacios diseñados para influir en las percepciones humanas en base a las emociones, la salud y la felicidad del usuario tienen en cuenta factores como la presencia de la naturaleza, los colores, la altura de techos, la iluminación, las formas y proporciones de las habitaciones.
La arquitectura tiene la gran responsabilidad social de establecer un entorno
De este modo, y más allá de ordenar y delimitar un espacio físico, la arquitectura tiene la gran responsabilidad social de establecer un entorno, un marco para el desarrollo de la vida de las personas que sea capaz de satisfacer sus necesidades físicas, emocionales y espirituales.
Los arquitectos tenemos la oportunidad de mejorar la calidad de vida de las personas a través de una arquitectura más humanizada que cuide la salud de las personas. Para ello, es crucial apoyarse en las tecnologías e innovaciones de las que ahora disponemos para diseñar, desde el origen de la concepción arquitectónica, no sólo entornos eficientes basados en criterios técnicos, funcionales y bioclimáticos, sino también en índices subjetivos como el bienestar, la emoción y la felicidad.