
El 11 de junio de 1962, comenzó a gemir una ruidosa y aguda alarma en la prisión insular de San Francisco. Pocos, si es que alguien, lo habían escuchado sonar alguna vez con tanta agresividad. Era la alarma que avisaba de la fuga de tres presos en la que es, supuestamente, la cárcel más inquebrantable del mundo: Alcatraz.
John Anglin, su hermano Clarence y Frank Morris protagonizaron la fuga más célebre de la historia de la humanidad al escaparse de la "ineludible" prisión de Alcatraz. Una simple revisión de celdas reveló que los tres internos habían desaparecido de sus respectivas cámaras. Pero, ¿cómo pudieron conseguirlo?
Aquella mañana los funcionarios de la prisión descubrieron toallas y ropa que se hacían pasar por cuerpos y tres cabezas artificiales elaboradas a partir de jabón, pasta de dientes, papel higiénico y pelo humano. Ninguna de estas recreaciones humanas eran demasiado realistas, pero sí lo suficiente como para engañar a los guardias que se encargaron de revisar las celdas durante la noche anterior.
Desde ese preciso momento se inició una persecución que involucró a todo tipo de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de California: helicópteros militares, botes de guardacostas, agentes federales, policías estatales y locales y aproximadamente cien efectivos armados trabajaron en conjunto para encontrar a estos tres ladrones de bancos. Pero, sin embargo, nunca hallaron evidencias, pues desaparecieron de la noche a la mañana sin dejar rastro.
Un cuarto fugitivo dio detalles sobre cómo escaparon
Allan West, preso incluido en el mismo plan de fuga pero que finalmente no pudo librarse con el mismo éxito, dio detalles al FBI sobre cómo escaparon los tres hombres. Con una serie de herramientas de lo más básicas consiguieron ensanchar con disimulo el conducto de ventilación de sus celdas y hacer un agujero que les conduciría a un pasillo sin vigilancia.
No son pocos los que asumieron que Frank Morris, John y Clarence Anglin habrían muerto al intentar escapar de la isla. Pero más de 50 años después, la familia Anglin proporcionó evidencia de que los tres fugitivos podrían haber sobrevivido; la madre de los dos hermanos recibió postales de Navidad firmadas con sus nombres durante los 3 años posteriores a la fuga.