Viaje de la semana

Viaje en coche por el suroeste de Francia

La cuenca del río Tarn es uno de los recorridos más atractivos para hacer un viaje por el suroeste francés. Atraviesa ocho provincias de la región del Midi-Pyrénées; pero que, en esta ocasión, para un viaje de fin de semana, hemos reducido a dos: Tarn y Tarn-et-Garonne. Así tendremos más tiempo para recrearnos en sus paisajes; disfrutar de la suavidad de su clima; visitar sus famosos museos; y también -ineludible-, ya que estamos en el del reino de los manjares 'grasos', es decir: el foie gras, el confit y el magret, deleitarnos con los inventos gastronómicos de alguno de sus restaurantes con estrella Michelin.

Toulouse, que está a una hora de vuelo de Madrid o Barcelona, es el punto de partida. Desde el mismo aeropuerto (Blagnac) enfilamos la autopista A20 dirección norte. En 30 minutos llegamos a Montauban (www.montauban-tourisme.com), la ciudad de ladrillo rojo que domina el río Tarn. Ciudad acogedora donde las haya, y prueba de ello es que fue la localidad que acogió a la mayoría de refugiados de la Guerra Civil española, entre ellos a Manuel Azaña (presidente de la Segunda República Española), donde murió y quiso ser enterrado; en Montauban se celebran cada noviembre jornadas de homenaje a su memoria (www.associationmanuelazana.org).

La ciudad nos transportará al Medievo cuando visitemos la llamada sala del Príncipe Negro del Palacio Episcopal (con potro de tortura incluido), la fortaleza que alberga el Museo Ingres (www.museeingres.montauban.com), que posee la mayor colección de dibujos de este gran pintor y varios de sus óleos más conocidos. También el escultor Bourdelle tiene allí sus mejores obras, y supone una oportunidad para admirar los monumentales bronces de este artista montalbanés tan poco conocido para el gran público.

El paseo turístico por la ciudad finaliza en la Plaza Nacional, situada en el corazón del casco antiguo, un conjunto armónico de frentes enladrillados y arcos abovedados que esconden patios medievales con escaleras, pasadizos y forjados. Son casas de vecinos, pero en algunas se puede entrar, los lugareños están ya acostumbrados a que los turistas curioseen más allá de la cancela del portal. Cuando los últimos rayos de sol intensifican el color rojizo de los ladrillos de las fachadas, es la hora de cenar, volver al hotel y preparar el nuevo día.

Conducimos a través de las Gargantas del Aveyron por carreteras comarcales, admirando sus paisajes y percibiendo en el viento todo lo que huele a naturaleza sin conservantes, hasta llegar a Cordes-sur-Ciel (www.cordessurciel.fr), uno de los pueblos más bonitos de Francia -el más bonito... dicen los del lugar-, y una de las 'bastidas' (pueblo fortificado) más antiguas del país. Fundado en 1222, y construido en lo alto de una montaña en plena cruzada contra los cátaros, el pueblo conserva numerosas casas góticas y rincones de ensueño. De no ser por los vehículos a motor del siglo XXI que circulan, aparcan y molestan a los visitantes, diríase que poco ha cambiado en 700 años. Al contrario de Montauban, aquí todo es piedra. Piedra y madera. Y florecillas amarillas que nacen de entre las piedras.

Desde su mirador, comprendemos los aires de poderío que deberían tener los 6.000 habitantes (ahora no llegan a mil) que la poblaban en el siglo XIII, y que empleaban su tiempo en trabajar el cuero, tejer lana y elaborar cordelería. Siglos más tarde, se convirtió en morada de pintores y escultores, que liderados por Paul Belmondo (padre del actor Jean Paul Belmondo) impulsaron la actividad artística e insuflaron un halo poético al lugar... hasta nuestros días. No en vano, en verano se celebra el Festival de Poesía de la Miediathèque du Pays Cordais, donde se leen textos y se discute sobre poesía contemporánea ¡Lástima de coches que distraen la ensoñación en algunos rincones románticos!

Finalizada la visita a Cordes, nos aguarda media hora más de carreteras secundarias para recorrer los 26 km. que distan hasta Albi (www.albitourisme.fr), otra ciudad de ladrillo rojo, llamada también la ciudad rosa. Necesitaremos un día completo para conocer (sólo un poco) los tesoros de esta bella ciudad que agita nuestro espíritu más contemplativo. La trilogía de visitas ineludibles se centra en el Museo Toulouse-Lautrec (www.musee-toulouse-lautrec.com), que exhibe la colección pública más importante del pintor albigense; la catedral-fortaleza de Santa Cecilia, obra maestra del gótico y testimonio monumental de la fe cristiana tras la presunta herejía cátara; y el Pont Vieux, el puente 'más viejo' de Francia y Patrimonio de la Humanidad.

Después, mientras pateamos la ciudad, vamos descubriendo los palacetes de los ricos y algunas casas medievales. Y hay que reservar tiempo para ver escaparates, tomar una cerveza en el café Le Pontié, visitar el mercado cubierto, hacer compras e ir pensando en un lugar donde cenar... y que no deberíamos dejar pasar la oportunidad de conocer: L'Esprit du Vin (www.lespritduvin-albi.fr), el restaurante regentado por el chef David Enjalran que lleva presumiendo 9 años de su merecida estrella Michelin. Déjese aconsejar sobre el menú mientras va degustando una serie de tentadores amusebouche, aperitivos de diseño concebidos para divertir la boca, en espera del filet de lieu (abadejo) y berberechos al pesto sobre cama de calabacín. Una creación espectacular para una cena inolvidable.

Nos hospedamos en Albi, ya que este fin de semana largo (dos noches/tres días) dará para mucho más.

Estamos en tierras de tradición vitivinícola, y una visita degustación a alguna de las bodegas con Denominación de Origen Gaillac (www.vins-gaillac.com) es también algo que no debemos perdernos. La zona de Gaillac agrupa un centenar de bodegas que elaboran caldos a partir de las cuatro uvas autóctonas. Una de estas bodegas es la de Robert Plageoles (www.vins-plageoles.com), que decidió hace diez años recuperar una serie de uvas olvidadas, como la mauzac, prunelart, o duras, con las que se elaboran vinos frescos y perlados, de aguja (parecidos a nuestros cavas), tintos y blancos.

A destacar un gaillac doux 100% uva muscadelle de 2010, que maridó perfectamente con los sofisticados postres del menú del restaurante "Salettes", otro restaurante estrella Michelin, situado en uno de los lugares más elegantes del viaje: Le Château de Salettes, en Cahuzac-sur-Vère, donde ya nos hubiese gustado pasar otro día más, ya que sus instalaciones hoteleras combinan confort y minimalismo a la perfección en un entorno encantador, pero quedaban 75 kilómetros de autopista -la A68- para llegar de nuevo al aeropuerto de Toulouse... Y volver a casa.

Cómo ir
Varias compañías (Iberia, Vueling, Air France, easyJet) operan vuelos diarios con origen en Madrid o Barcelona hasta Toulouse. Una hora de vuelo.

Alojamiento
Montauban: L'Abbaye des Capucins (www.abbayedescapucins.fr)

Albi: Hostellerie du Grad Saint Antoine
(www.hotel-saint-antoine-albi.com)

Gaillac: Château de Salettes
(www.chateaudesalettes.com)

Más información en:
www.tourisme-tarn.com y www.tourisme-tarnetgaronne.fr

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