Una tierra de comienzos, de tradiciones milenarias mantenidas hasta nuestros días, de cultura y vino, de gastronomía y naturaleza. Una tierra con nombre de vino, pero que es mucho más...
Aunque no fuera intencionadamente, a un monje riojano le debemos que ahora estemos leyendo en esta lengua, la lengua castellana. En San Millán de la Cogolla se encuentra la cuna de nuestra lengua, a caballo entre los monasterios de Suso y Yuso, que encierran entre sus paredes grandes tesoros artísticos e históricos pero, sobre todo, un tesoro intangible pero enorme, su patrimonio lingüístico.
El monasterio de Suso, "el de arriba", fue el lugar donde fue enterrado San Millán al morir, y se convirtió, con el tiempo en el germen de una pequeña comunidad. El rey D. García, de Nájera, ordenó el traslado de los restos del santo del monasterio de Suso a Nájera, pero cuenta la leyenda que el santo no quiso, y quienes transportaban sus restos, no pudieron pasar del valle, por lo que allí se mandó construir el monasterio de Yuso, "el de abajo".
Con el tiempo, el monasterio alcanza un gran esplendor artístico y cultural, y su escritorio desarrolla una rica e intensa actividad en la producción de códices. Es precisamente en el códice 46, que está terminando de ser copiado por un monje, allá por el año 964, donde aparecen las primeras muestras del castellano, en forma de glosas, de anotaciones al margen, del texto latino. Y también como parte del texto latino, bastante contaminado ya con el habla popular, básicamente castellana.
Además de admirar las reproducciones de este códice y otros, el monasterio de Yuso encierra muchos otros tesoros que visitar, como su colección de cantorales, una de las más completas de España, conservada tal y como lo hacían los monjes; su claustro e iglesia, el retablo o la sacristía y los marfiles románicos de las arcas funerarias de San Millán de la Cogolla y San Felices.
Pero este no es el único comienzo que tuvo lugar en la región. La Rioja conserva una de las mejores y mayores colecciones de huellas de dinosaurio en toda España. Hace millones de años, esta región era una zona pantanosa llena de dinosaurios. En estos suelos pantanosos y húmedos, las pisadas de los grandes dinosaurios, tanto herbívoros como carnívoros, quedaron marcadas y el paso del tiempo, la desecación y los sedimentos hicieron el resto.
Es por ello que en Igea, en la era del Peladillo, podemos observar innumerables huellas del Hadrosaurio igeensis. Sus huellas, impresas en el terreno son fácilmente observables, ya que además, han sido remarcadas con pintura para localizarlas con más facilidad. Si además queremos completar nuestro recorrido para saber más de estos grandes animales, es muy recomendable la visita al Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, situado en el mismo municipio de Igea. Allí, de un modo muy didáctico, terminaremos de comprender todo sobre los dinosaurios, su hábitat, su forma de vida, alimentación... a través de maquetas de dinosaurios, de paneles explicativos, de auténticas huellas y fósiles, pantallas táctiles con juegos interactivos y una sala de proyecciones para sentirte trasladado a esa época. No podemos marcharnos de Igea sin visitar también un impresionante tronco fósil de una conífera, de más de once metros de largo, situado cerca de la ermita de la Virgen del Villar.
Tierra de buen yantar y buen catar
Pero por supuesto, La Rioja es mucho más, y nos ofrece mil posibilidades extra de disfrutar de esta tierra acogedora y de gentes afables y hospitalarias. Ni que decir tiene que no deberíamos marcharnos sin visitar algunas de las bodegas que ofrecen visitas guiadas y que nos darán una visión mejor y más amplia de todo lo que el vino, y su cultura significan para esta tierra. Por ejemplo, el Museo Dinastía Vivanco, en Briones, en el que la familia Vivanco comparte con todos los visitantes su pasión por el vino, abriéndonos las puertas a 4.000 metros cuadrados de exposición en los que se muestra una selección de piezas atesoradas por la familia a lo largo de muchos años. Innumerables elementos audiovisuales, escenográficos e interactivos que complementan los contenidos y piezas expuestas, y dan una visión completísima sobre los aspectos históricos, tecnológicos, sociales, culturales y artísticos que ha legado el vino a esta tierra. En el complejo, además, disponemos de restaurante y cafetería, para hacer más cómoda y relajada la visita.
Cata en Bodega Ontañón.
Otra bodega que nos abre sus puertas es la Bodega Museo Ontañón, donde disfrutar de una inmejorable colección de obras del artista riojano Miguel A. Sainz, que nos guiarán a través de las distintas salas y nos sumergirán en el mundo de la mitología, la cultura y la elaboración de los mejores vinos. También organizan cursos de iniciación a la cata y visitas guiadas acompañadas de la degustación de vinos y maridaje gastronómico.
Capítulo aparte, que no podemos olvidar es el de la gastronomía, porque aparte de sus inmejorables caldos, La Rioja es una de las huertas más fértiles del país. Calahorra, conocida como la Ciudad de la Verdura ofrece al visitante el Museo de la Verdura, un espacio donde se representa la actividad en las huertas de la ribera del Ebro y del Cidacos. Pero además, en sus restaurantes, podemos degustar las verduras más características de la zona, como la alcachofa, espárrago, coliflor, cardo, champiñón, pimientos... elaborados con mimo y resaltando sus características más esenciales. Durante la celebración, en abril, de las Jornadas Gastronómicas de la Verdura de Calahorra, esta localidad se convierte en un importante centro gastronómico, en el que participan los mejores cocineros de España.