
El Valencia Club de Fútbol atraviesa uno de los momentos más complicados de su casi centenaria historia, tres años después de que Bancaja, la Generalitat y los pequeños accionistas evitaran que la entidad casi quebrada cayera en manos de un desconocido inversor americano.
Bancaja situó a Manuel Llorente como presidente del club en junio de 2009 con la misión de evitar la quiebra de una empresa con una deuda de 550 millones -la mitad con el grupo Bancaja-, un nuevo estadio con las obras paradas por impago y el actual Mestalla recalificado y en venta, pero sin comprador.
Llorente ha logrado cerrar sus tres primeros ejercicios con beneficios y reducir la deuda en casi 200 millones, gracias a un paulatino ajuste de costes, a la venta de sus jugadores más cotizados y a tres factores que ahora se complican a un tiempo y ponen en peligro la continuidad de la sociedad anónima deportiva: la deuda bancaria, la estabilidad de su principal accionista y los éxitos deportivos.
Aunque parezca una frivolidad, la continuidad del Valencia depende sobre todo de que el balón entre y el club se clasifique año tras año para disputar la Champions League. Es algo que Llorente viene repitiendo y que se demuestra al analizar los ingresos del club. La diferencia entre jugar o no jugar esta competición es de unos 20 millones de euros de ingresos, casi una quinta parte del total.
A ellos hay que añadir entre 20 y 25 millones extraordinarios por venta de jugadores. Lo meritorio hasta ahora ha sido lograr ambos objetivos, vender a los mejores jugadores y alcanzar la Champions. En el presente ejercicio, iniciado el 1 de julio, casi se han cubierto los ingresos previstos por traspasos con los del verano, sobre todo el de Jordi Alba, pero el objetivo deportivo se complica con el peor inicio de Liga en años.
Sin Champions, el próximo ejercicio habría que reducir el presupuesto y la calidad de la plantilla, lo que haría más difícil volver a la Champions e imposible la devolución de la deuda, su otro gran problema.
Ruptura con Bankia
Por eso, Llorente aseguró que lo que de verdad le preocupaba no era la deuda, sino el próximo partido del Valencia, cuando se le preguntó por la ruptura por parte de Bankia de un preacuerdo inmobiliario y financiero firmado en diciembre de 2011 con el entonces presidente de Bankia, Rodrigo Rato.
El pacto suponía entregar solares e inmuebles recalificados, entre ellos el actual estadio de Mestalla, como dación en pago de la deuda de 225 millones que el club mantiene con el antiguo grupo Bancaja (200 millones con Bankia y 25 con el Banco de Valencia).
Este préstamo, que le cuesta al club más de 15 millones anuales en intereses, venció en junio y fue renovado seis meses mientras se firmaba el acuerdo definitivo. Pero el Valencia no pudo cumplir los plazos urbanísticos establecidos, debido a la lenta maquinaria de la Administración, y Bankia aprovechó para dar por roto un pacto que no gustaba al nuevo equipo de Goirigolzarri, puesto que suponía asumir más ladrillo y comportaba, además, otro préstamo de 170 millones para finalizar el nuevo estadio, sin el cual el antiguo no se puede derribar.
El Valencia negocia ahora con Bankia una refinanciación del préstamo, ya que ambas partes sostienen que la ejecución no beneficiaría a nadie y el concurso de acreedores tampoco. El Valencia quiere que sea un préstamo a muy largo plazo con amortización paulatina, ya que es evidente que no puede devolverlo de golpe y no quiere tener que renegociarlo cada año. Bankia es probable que pida más garantías, a sumar a los terrenos del Mestalla, el 40 por ciento de los derechos de televisión y un porcentaje sobre otros ingresos.
Según remarca el Valencia en sus últimas cuentas anuales, hasta el momento no ha incurrido en ningún impago de capital ni de intereses, lo que podría servir a Bankia para justificar la refinanciación ante el Frob, aunque la situación de riesgo por avatares deportivos es innegable.
Un último problema no tan urgente pero sí importante es el de la finalización de las obras del nuevo estadio. Hacen falta unos 170 millones, que el club confiaba en obtener gracias al acuerdo con Bankia que rebajaba a cero la deuda de 225 millones. Con esa deuda, aunque sea refinanciada, es muy improbable que alguien preste el dinero.
¿Se convertirá la Generalitat en propietaria?
El próximo 27 de noviembre entra en mora el pago de 6 millones de euros que la accionista mayoritaria del club, la Fundación Valencia CF, tiene que pagar a Bankia. Son los intereses del préstamo que Bancaja dio a la Fundación para que suscribiera una ampliación de capital en 2009 y evitara que el club cayera en manos de un grupo de liquidadores disfrazados de fondo de inversión sudamericano.
El préstamo fue refinanciado en 2010, hasta 2015, y asciende ahora a 81 millones avalados por la Generalitat a través del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), con garantía sobre las propias acciones. El problema es que la Fundación no tiene ingresos, por lo que el Valencia ha ideado una fórmula para aportarle capital, consistente en repartir dividendos con cargo a beneficios futuros.
No obstante, esa solución necesita tiempo, por lo que o Bankia alarga el plazo de pago o el IVF tendrá que adelantar los 6 millones para evitar la ejecución del aval. Una ejecución que le obligaría a pagar los 81 millones del préstamo -que no tiene-, convirtiendo a la Generalitat en propietaria del club.