Se acaba de hacer público el recorte que la investigación y desarrollo (I+D) va a sufrir en los presupuestos Generales del Estado de 2012.
Con todo, el Ejecutivo de Mariano Rajoy apunta que la I+D es "esencial" para la consecución de un sistema productivo "eficaz y rotundo", a pesar de que "en los últimos años España no ha visto incrementada la producción científica en términos de volumen", y, por otro lado, a pesar de que "la innovación y la participación privada apenas se han desarrollado".
Más allá de cómo se interprete la noticia, lo cierto es que nuestro país solo invierte en I+D (entre inversión pública y privada) el 1,39 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), frente al más del 3 por ciento que se invierte en las economías más potentes y competitivas. Algo parecido aparece en los presupuestos de las empresas en comparación con los de otras empresas extranjeras. Y quiero destacar aquí algunas cuestiones.
La primera es que la falta de innovación en las empresas españolas no es tanto un problema de dinero cómo de cultura. Que las empresas necesitan innovar para ser competitivas no es nada nuevo. En los mercados actuales (con nuevos consumidores, hábitos y necesidades cambiantes) es vital anticiparse, y esto solo se consigue con innovación tecnológica, organizativa y de gestión.
Pero a tenor de los datos de inversión, la cultura del resultado a corto plazo y la aversión al riesgo, parece evidente que la innovación no ha estado en las agendas de los ejecutivos ni siquiera en épocas boyantes. No se le ha dado la consideración adecuada como factor de competitividad, de diferenciación o de crecimiento.
La segunda cuestión es que en materia de innovación, el dinero no garantiza los resultados. No se trata tanto de cuánto se invierte en I+D sino del cómo y en qué. Distintos estudios indican que no existe una correlación entre los beneficios empresariales y el ratio de gastos en I+D/ventas, aunque sí se observa mayores márgenes brutos si este ratio es mayor, lo que parece indicar que buenas decisiones internas son claves.
Innovar es generar ideas que se transformen en productos que aportan valor al mercado, y se mide en términos de rentabilidad. Pero más que mucho dinero, es cuestión sobre todo de trabajo, orden y orientación a resultados.
David Gandia es socio de Improven.