
Toda lista tiene su antilista. Así, en el anverso de la clasificación de 'banderas azules', que premian las mejores playas europeas cada año, emergen las 'banderas negras', una iniciativa puesta en marcha desde hace dos años por Ecologistas en Acción y que pone la lupa en las zonas de costa en estado pésimo por motivos de contaminación y explotación.
Frente a las 684 playas y puertos españoles tocados por la varita del sello azul europeo, 48 han sido objeto de la denuncia de la organización medioambiental, que ha seleccionado únicamente dos playas en cada provincia litoral como ejemplos representativos a los problemas que sufren otras áreas costeras. De hecho, la oposición de ambas listas genera contradicciones, con playas 'premiadas' con la doble bandera azul y negra, como sucede en la gaditana La Barrosa, la marbellí Artola, la tinerfeña Calas de la Jaquita, y varios enclaves costeros de San Xenxo (Galicia), entre una extensa relación.
De la misma manera que para obtener el sello azul hay que superar criterios de calidad de las aguas, instalaciones, servicios y seguridad, su antítesis negra se otorga los lugares que padezcan la contaminación que acarrea el turismo masivo, el vertido de residuos, la falta de depuración, la presencia de especies invasoras y la mala gestión de infraestructuras llevada a cabo por las administraciones públicas.
Uno de los aspectos que han analizado los especialistas medioambientales apunta a la destrucción de la posidonia oceanica, una planta que crece formando praderas en el fondo marino y que cobra un papel relevante a la hora de oxigenar las aguas, cobijar a otras especies, dinamizar la pesca y proteger el sedimento y la arena de las playas. Esta planta es típica del suelo mediterráneo, y en los últimos años, pese a estar protegida por leyes nacionales y europeas, se encuentra en retroceso.
Una lista con dobles banderas
¿Por qué, entonces, se producen las duplicidades en la lista? Ecologistas en Acción explica que los criterios empleados para la concesión de la bandera azul apuntan más bien al ámbito turístico-económico, mientras que el factor del estado medioambiental de esos parajes queda relegado a la última expresión. Además, la organización va más allá y denuncia que el distintivo europeo logra enmascarar, en ocasiones, auténticos problemas medioambientales. Lo ejemplifican con la costa de San Xenxo, donde se han destruido cuatro playas por el proyecto urbanístico del puerto deportivo Juan Carlos.
En Castellón, ponen el dedo en la llaga en el popular caso de Oropesa del Mar, galardonada con una bandera azul frente a la negra que le otorga la ONG por la destrucción que de una de las mayores praderas oceánicas instaladas en el fondo del Mediterráneo. En Tenerife, toda su costa ha sido penalizada por los problemas provocados por los vertidos de residuos al mar.
Si nos atenemos a la tabla general de las 48 playas con bandera negra, aquellas marcadas por las secuelas de la contaminación son algunas tan populares como la de Sanlúcar de Barrameda, la de Can Pere Antoni en Baleares, la de Ondarreta en San Sebastián, la Bahía de Portmán en el Mar Menor o la valenciana playa de Medicalia. La ampliación del puerto de Bilbao, la polémica playa del Algarrobico, los espigones en la Bahía de Santander, las Rías Altas en la costa lucense y el Parque Natural de la Albufera en Valencia responden a enclaves sujetos por una mala gestión que ha conducido a la zona a conflictos por infraestructuras y proyectos poco adaptados al entorno.
La ampliación del puerto de Melilla, la ría de Huelva, el Mar Menor y el puerto de Bilbao son áreas del litoral que repiten bandera negra otro año consecutivo.