
En el siglo XVIII Henry Cavendish, un físico y químico británico, observó que el ácido sulfúrico en contacto con algunos metales desprendía un gas inflamable que, al combinarse con el oxígeno, se convertía en agua. Había descubierto oficialmente el hidrógeno. Un nombre que le puso el conocido como padre de la química, Antoine Lavoisier, y que proviene del griego hydros (agua), y genes (creador o generador), es decir, productor de agua.
Desde hace décadas tiene usos tan variados como la producción de amoniaco para fertilizantes, la fabricación de plásticos, medicamentos, fibras sintéticas, alcoholes e, incluso, se utiliza en el sector alimentario para la producción de margarina. Pero lo que puede convertirlo en un actor clave en la lucha contra el cambio climático es que ahora se están desarrollando diversas tecnologías para producir hidrógeno más sostenible que el convencional.
Y en este contexto, sus cualidades lo están convirtiendo en la mina de oro que explotar para luchar contra el cambio climático; se espera que tenga, entre otros, un papel clave en los procesos industriales libres de emisiones, el almacenamiento estacional de energía térmica o el transporte: "La versatilidad es su principal atributo: desde combustible sintético, a biojet para aviación, uso industrial y residencial... con la ventaja de que no tiene emisiones. Así, desde el punto de vista climático, va a suponer una mejora muy significativa", indica Tomás Malango, director de hidrógeno de Repsol.
Su relevancia queda patente en el hecho de que la Comisión Europea presentó el año pasado una estrategia sobre el hidrógeno que aspira a canalizar hasta 500.000 millones de euros en las infraestructuras necesarias para que este gas le permita cumplir su objetivo de ser neutra en emisiones en 2050. Asimismo, España ha aprobado la Hoja de Ruta del Hidrógeno: una apuesta por el hidrógeno renovable que incluye 60 medidas y fija una serie de metas para 2030 como reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en 4,6 millones de toneladas equivalentes de CO2 o que al menos un 25% del consumo de hidrógeno por parte de la industria sea renovable.
"España es uno de los países del mundo con mejores condiciones para desarrollar el hidrógeno renovable; a nivel europeo, somos el país mejor posicionado. Es una oportunidad que no deberíamos desaprovechar", recalca Malango, quien añade que "hay un ecosistema tecnológico alrededor del hidrógeno muy potente y esto nos da la oportunidad de crear una cadena de valor que va desde el desarrollo y la innovación a la industrialización masiva y a la comercialización".
El mejor aliado de la movilidad
El sector del transporte es el responsable de casi el 30% de los gases de efecto invernadero generados en la Unión Europea. Ante este reto, el hidrógeno se presenta como el gran aliado para descarbonizar la movilidad, sobre todo en sectores difícilmente electrificables, como el transporte marítimo, el aéreo y el de larga distancia por carretera. Entre algunas de sus aplicaciones destaca la pila de combustible, similar a un vehículo eléctrico de batería. La diferencia es que la electricidad se genera por la reacción química que se da entre el hidrógeno y el oxígeno en la pila. Este tipo de vehículos solo emiten vapor de agua y tienen gran autonomía.
Otra de las aplicaciones interesantes del hidrógeno son los combustibles sintéticos con cero emisiones netas, fabricados a partir de este gas y CO2 capturado de la atmósfera, cuyo principal atractivo es que se pueden usar en los vehículos de combustión, sin necesidad de cambiar el parque automovilístico o la red de repostaje.
"El hidrógeno o sus derivados, como los combustibles sintéticos, nos permiten almacenar mucha energía en poco espacio, en poco volumen. Eso lo hace un candidato ideal para esas aplicaciones de largo recorrido que necesitan llevar embarcado en el vehículo mucha cantidad de energía", señala Javier Aríztegui, gerente de Transición Energética y Movilidad en Repsol Technology Lab.
Y es precisamente, en sectores altamente electrificados, como el ferroviario, donde el hidrógeno va a tener un papel clave: todavía hay un 35% de vías férreas en España sin electrificar por las que circulan trenes diésel y, como explica Emilio García, director de Innovación y CIO de Talgo, "el hecho de seguir descarbonizando el sector ferroviario no solo es importante desde el punto de vista ecológico. También se van a crear muchos puestos de trabajo y España puede convertirse en una potencia mundial en esta tecnología".
A este respecto, Talgo y Repsol se han aliado para impulsar el tren de hidrógeno renovable y fomentar así el transporte ferroviario sin emisiones. Su principal ventaja es que este tipo de trenes pueden circular por vías no electrificadas y sin necesidad de instalar catenaria ni de realizar otro tipo de obras de adaptación, lo que permite una implementación de movilidad descarbonizada rápida y sencilla.
Además de trenes, la versatilidad del hidrógeno lo convertirá en la energía que moverá todo tipo de transporte cero emisiones: barcos, aviones, camiones, coches, autobuses... No en vano, España pretende alcanzar la cifra de hasta 7.500 vehículos ligeros y pesados movidos por hidrógeno, además de 150 y 200 autobuses, para 2030.
En esta línea, ya hay empresas como Bilbobus y Alsa que, gracias al desarrollo tecnológico de Repsol, están trabajando en el uso de HVO en los autobuses, un biocombustible producido a partir de residuos y que se obtiene mediante un tratamiento con hidrógeno como catalizador. Se trata de la primera prueba piloto en España en la que doce autobuses de la flota de Bilbobus, operada por Alsa, circularán durante los próximos cuatro meses por la ciudad de Bilbao y supondrá una reducción aproximada de 300 toneladas de CO2.
"La movilidad del futuro va a ser una movilidad descarbonizada, es decir, sin emisiones de gases de efecto invernadero, y posiblemente una movilidad que se adapte a cada uno de nosotros, con una solución específica para las necesidades de cada usuario", remarca Aríztegui. Un nuevo horizonte en el que el hidrógeno ocupará un papel esencial más de 200 años después de su descubrimiento.