Las ciudades no paran de crecer. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde 2007, más de la mitad de la población mundial ha estado viviendo en ellas, y se espera que esta cifra se eleve hasta el 60% para el año 2030. Con la aportación del 60% del PIB mundial, las urbes y sus áreas metropolitanas son potentes motores del crecimiento económico de cualquier país.
Sin embargo, también suponen un grave peligro para el medioambiente, siendo las causantes de alrededor del 70% de las emisiones de carbono a nivel global y del consumo de más del 60% de los recursos utilizados. Concretamente, la congestión del tráfico, sumada al continuado incremento de las ventas de coches con motores contaminantes, plantea un grave problema para la calidad del aire en las ciudades.
Los motores de combustión suponen el 75% de las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2).
De hecho, según Greenpeace, la contaminación atmosférica que generan los coches es una de las más dañinas para nuestros pulmones. Es cierto que las enormes cantidades de gases nocivos para la salud que se emiten son un tema preocupante, pero lo son aún más si nos fijamos en que se generan justo en el mismo lugar en el que vivimos.
Ahora, además de los gases de efecto invernadero por las emisiones de dióxido de carbono (CO2), los motores de combustión son los causantes de más del 75% de las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2) y emiten unas minúsculas partículas aéreas (PM2.5) que son altos contaminantes atmosféricos y afectan muy negativamente a la salud de los ciudadanos.
En efecto, el 90% de los habitantes de las ciudades respira aire de mala calidad que no cumple las normas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo que provocó, según la organización, la muerte prematura de más de 4 millones de personas, a nivel global, debido a la contaminación atmosférica. Además, subraya que más de la mitad de la población urbana estuvo expuesta a niveles de contaminación 2,5 superiores al estándar de seguridad máximo que propone.
Ninguno de los municipios españoles analizados aprueba en calidad del aire.
Además, según la Unión Europea, los cascos urbanos son los causantes de más de una quinta parte de las emisiones de todo el continente, por lo que reducir la polución de las ciudades se ha convertido en un objetivo principal de las políticas europeas.
En este contexto, hay ciudades que ya están trabajando para mejorar su modelo de transporte y llevar a cabo la transformación ecológica que posicionará a Europa como referencia global en sostenibilidad.
Movilidad sostenible en Europa
La campaña europea Clean Cities (ciudades limpias en inglés), ha elaborado un informe que muestra la situación de la movilidad y la calidad del aire de 36 ciudades del Viejo Continente.
Oslo, Ámsterdam y Helsinki son las que realizan una mejor gestión del transporte.
En el estudio, cada una obtiene una puntuación en base a cinco categorías: espacio para las personas, basada en la longitud de las vías peatonales y espacios para movilidad sostenible en comparación con la cantidad de espacio público asignado a los vehículos contaminantes; seguridad vial, evalúa los riesgos de los ciudadanos a la hora de utilizar métodos de transporte activo (caminar, montar en bici, ir en patinete...); acceso a soluciones sostenibles de movilidad, analiza las infraestructuras y servicios de transporte público y la movilidad de cero emisiones; la existencia de políticas respetuosas con el clima, revisando las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), los compromisos para limitar la venta de coches de combustión y otras políticas que beneficien la movilidad sostenible; y calidad del aire, categoría que evalúa la contaminación atmosférica dentro de las ciudades, basándose en los niveles actuales y en el agregado entre 2017 y 2019.
Los núcleos urbanos que lideran este ranking son: Oslo, con una nota global de 71,5%; Ámsterdam, con un 65,5%; y Helsinki, con un 64,2%. Cerrando el top 10 encontramos la primera ciudad española en aparecer, Barcelona, con un aprobado justo y una puntuación de 56,9%. Además de la Ciudad Condal, aparecen otros tres municipios españoles en la lista: Bilbao en el puesto 14 y Madrid en el 16, con un 55% y un 52,8%, respectivamente, y Granada en el puesto 27, con una puntuación global suspensa de 46,2%. Y, cerrando el ranking están Varsovia (38,7%) Cracovia (37,95%) y Nápoles (37,8%), como las ciudades con la movilidad menos sostenible de Europa.
Las capitales de Noruega y Países Bajos, líderes del ranking global, destacan por su nota sobresaliente (93%) en políticas de movilidad y Zonas de Bajas Emisiones, pero también tienen algunos aspectos que mejorar. Por ejemplo, la primera debería dedicar más espacio público a los peatones y la segunda suspende en calidad del aire.
El caso de la capital finlandesa, tercera del ranking, es atípico, dado que cuenta con puntuaciones similares a las otras dos ciudades, y supera el notable en calidad del aire, pero es la única del top 10 que suspende en políticas de movilidad, ya que no cuenta con ZBE ni políticas específicas que limiten el uso de vehículos contaminantes.
Las ciudades españolas presentes en el ranking no obtienen resultados globales positivos, concretamente, y no alcanzan el 60% en ninguno de los casos, habiendo un suspenso en el caso de Granada. Asimismo, cabe destacar, que las cuatro obtienen sus mejores puntuaciones en el apartado de seguridad vial y todas ellas suspenden en calidad del aire. Bilbao y Madrid están cerca del aprobado, pero en el caso de Barcelona (28%) y Granada (25%), aún tienen mucho que trabajar para conseguir reducir la contaminación atmosférica y mejorar la vida de sus ciudadanos.
Por otro lado, si se analiza cada una de las categorías, se observa que hay algunos núcleos urbanos con buenas puntuaciones en áreas específicas, aunque no estén en los primeros puestos del ranking global. En la categoría de espacio dedicado a peatones, por ejemplo, liderada por Helsinki y Ámsterdam y sus extensas vías peatonales y aceras, aparece Copenhague en tercer lugar, gracias a sus más de 400 km de carril bici.
En el caso de la seguridad vial, Viena ocupa el segundo puesto a causa de la buena señalización de sus vías peatonales y de transporte activo. Bilbao, por su parte, se cuela en tercera posición, gracias a la baja incidencia de accidentes entre los viandantes. En este caso, Roma aparece en última posición, por los escasos espacios disponibles para pasear y montar en bici, y por la deficiente señalización de los mismos.
Las urbes que tienen la peor movilidad sostenible son Varsovia, Cracovia y Nápoles.
Asimismo, París encabeza el apartado de accesibilidad en el transporte público, gracias a que cuenta con la red más extensa y con ascensores y vehículos adaptados para todas las necesidades.
Barcelona ocupa el tercer puesto, en este caso, gracias a su sistema tarifado integrado, que permite el uso de diferentes modos de transporte con el mismo billete, y a la cobertura que permite alcanzar casi cualquier punto de la ciudad sin necesidad de usar vehículo propio.
Cabe destacar que Londres, que ocupa el puesto 12º en el ranking global, aparece en la tercera posición en políticas de movilidad, gracias al estricto control de acceso al centro de la City que realiza a través de un sistema de pago sin barreras.
Noruega es el referente europeo, tanto en infraestructuras como en políticas medioambientales.
Por otro lado, las capitales de los países escandinavos se posicionan como las tres ciudades con mejor calidad del aire de Europa, empezando por Helsinki, seguida Estocolmo y Oslo.
En este apartado Barcelona aparece en el cuarto último lugar, ya que triplica los valores de referencia de la OMS, en relación con la polución aérea, y Granada, en la penúltima posición, ya que tiene valores de NO2 en la atmósfera que cuadruplican los límites establecidos.
Oslo es el ejemplo a seguir
La capital del país de los fiordos no lidera el ranking de las ciudades con la movilidad más sostenible por casualidad. La ciudad noruega fue elegida Capital Verde 2019, gracias a un ambicioso objetivo: reducir sus emisiones hasta ser completamente neutra. Aspiran a reducirlas un 95% para 2030 y acabar con ellas para el año 2050.
El Ayuntamiento de Oslo era consciente de que la mayoría de las emisiones de gases nocivos en las ciudades provienen del transporte y, en febrero de 2018, adoptó un plan de acción para mejorar la calidad del aire y reducir la contaminación atmosférica, buscando reducir un 50% las emisiones para 2020.
Los países escandinavos acogen los núcleos urbanos con menor contaminación.
También se propuso introducir a gran escala los vehículos eléctricos (VE) y, para el año 2017, ya contaban con el 50% de automóviles eléctricos o híbridos enchufables, alcanzando el 54%, sólo un año después. Sin embargo, el aumento del uso de los VE conlleva algunos retos, como la necesidad de aumentar la infraestructura de recarga y realizar una buena gestión del crecimiento de la demanda energética, pero la ciudad esta dispuesta a abordar estos problemas. Asimismo, más del 98% de la electricidad producida en Noruega procede de fuente hidroeléctricas, por lo que ni aunque todo los automóviles noruegos (2,6 millones) fueran eléctricos, sólo sería necesaria el 6% de esta energía para abastecerlos.
El éxito de esta iniciativa, se debe, principalmente, a los programas de concienciación y a los numerosos beneficios que se proporcionan a los usuarios de VE: deducciones fiscales, aparcamiento gratuito y puntos de recarga por toda la ciudad.
Además, se han puesto en marcha iniciativas como Bilfritt byliv (vida en la ciudad sin automóviles en noruego), que prohíbe el acceso de vehículos al centro de la ciudad, y se limitó el tráfico en las zonas periféricas para favorecer la circulación de bicicletas y fomentar el uso del transporte público. También se han creado 200 estaciones de bicicletas distribuidas por la zona centro de la urbe.
Oslo busca convertirse en una ciudad modelo en materia de movilidad y que sirva de ejemplo en la transición inteligente y sostenible. En esta línea, han aprobado ambiciosos planes de acción para transformar la ciudad y, aun siendo una ciudad de tamaño medio (algo más de 600.000 habitantes), ha logrado demostrar que no es necesario ser una gran ciudad tecnológica para fomentar e incentivar la movilidad sostenible y, por consiguiente, mejorar la calidad del aire y de la vida de sus ciudadanos.