ACAPULCO, Guerrero.- Hay amores que nunca se acaban, que se fortalecen pese a la distancia. Tras prácticamente cuatro años de ausencia, Rafael Nadal volvió al Abierto Mexicano de Tenis para vencer en su debut al alemán Mischa Zverev y reconquistar así a una afición que tiene en el manacorí a su hijo pródigo, a su más grande amor.
Fue el sábado 2 de marzo de 2013 cuando Rafael Nadal había pisado por última vez el entonces polvo de ladrillo del Estadio Pegaso en Acapulco. El cambio de arcilla a cancha dura orilló al español a postergar cuatro largos años su regreso al Abierto Mexicano Telcel, una larga espera que por fin terminó.
El número seis del mundo según el ranking mundial no tuvo problemas para derrotar por parciales de 6-4 y 6-3 a Zverev, el trigésimo mejor tenista del orbe. Pero no lo hizo solo, fueron cerca de 8,000 gargantas las que se desgarraron para alentar a Rafa e impulsarlo a su primer triunfo en la ahora cancha dura del Puerto de Acapulco.
Rafa tuvo 100% de efectividad en breakpoints en un partido que duró una hora con 17 minutos. El alemán poco pudo hace ante los embates de un férreo mallorquín, envalentonado tras su tremenda exhibición en Australian Open, que pese a que no pudo coronar tras caer en la final contra Roger Federer, rival de mil batallas, le dio una inyección de confianza tras una carrera minada de lesiones en el pasado reciente.
Nadal ganó las ediciones del 2005 y 2013 en el Puerto de Acapulco, cuando era un joven que despuntaba y prometía consolidarse entre las leyendas más grandes del deporte blanco, y luego ya consagrado, ávido de confianza y cariño tras otra lesión que le hizo alejarse de las canchas en el último semestre de 2012.
A eso volvió a México, a sentir el cobijo de una afición que desde que pisó la cancha no paró de corear su nombre. "¡Olé, olé, olé, olé; Nadal, Nadal!", retumbaba desde las gradas y provocaba la sonrisa del dos veces campeón en territorio azteca. Entre el ibérico y los mexicanos hay un romance, de ésos que no comprenden de distancias ni enojos, de ésos que son para siempre.