Tecnología

Llegar a Marte: un gran paso para el hombre, un negocio ruinoso para la humanidad

  • La presencia humana en el Planeta Rojo supone una inversión astronómica sin retorno económico
Imagen: Dreamstime

Con la huella de Neil Armstrong en la Luna, la carrera espacial tocó un techo que, hasta hoy, no ha sido superado, al menos en lo que se refiere a misiones tripuladas. Hoy, la Guerra Fría está enterrada y el siglo XXI bien entrado, y la humanidad se plantea la próxima gran ordalía cósmica: pisar el suelo de Marte como paso previo a una futura colonización. El nivel tecnológico necesario ya casi se ha alcanzado y la servidumbre robótica ya está sobre el terreno, despejando el camino. ¿Cuál es el problema, entonces? Una palabrota de tres sílabas: dinero. Mucho, muchísimo que gastar para unos beneficios que, salvo sorpresa mayúscula, serán sólo patrimonio del alma.

En abril de 2017, la NASA publicó un informe en el que cifraba en 430.000 millones de dólares el coste del proyecto de conquista del planeta rojo. Este presupuesto cubriría el siguiente itinerario: 'escala' en el satélite Fobos en 2033, una estancia de un mes en la superficie del planeta en 2037 y finalmente mantener allí un enclave humano durante un año, en 2041 y 2046. Suena bien, pero el precio es astronómico –literalmente- y ya no hay ninguna URSS a la que batir en el espacio.

No cabe duda, sin embargo, de los enormes beneficios que podría traer la exploración de nuestro más cercano vecino cósmico. Un mayor conocimiento de la historia geológica de Marte nos ayudaría a entender mejor la de nuestro propio planeta, y las razones por las que han seguido caminos tan distintos. Por no hablar del hipotético descubrimiento de vida microbiana que confirme que no estamos solos en el Universo. Además, el asentamiento de seres humanos abriría la puerta a una posible transformación del hostil secarral en un entorno habitable para nuestra especie –la llamada 'terraformación'-, asegurando el futuro del género humano.

Sin embargo, antes de empezar a soñar con una humanidad transplanetaria hay que hacer un ejercicio de humildad: reconocer que estamos en pañales. "Más allá de la órbita baja terrestre, donde estamos protegidos por los cinturones de radiación de Van Allen, no se va desde hace casi 5 décadas, cuando se alcanzó la Luna con las misiones del Programa Apolo estadounidense" –comenta Héctor Guerrero, físico del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA)- "Y poco más hay en el currículum de nuestra corta e intensa carrera espacial".

El avance privado

ExoMars es una misión de Astrobiología centrada en Marte y organizada a medias entre la Agencia Espacial Europea y Roscosmos, su homóloga rusa. Para Jorge Vago, que ocupa el cargo de project manager, una misión tripulada será "factible y pagable" en un plazo que se moverá entre 20 y 50 años, dependiendo del compromiso político. En cualquier caso, "costará menos que la Estación Espacial Internacional", opina Vago, que calcula un gasto estimado de 200.000 millones de dólares sólo para hollar la arena marciana.

El factor diferencial que supone la voluntad política es una postura que también sostienen próceres de la exploración como Scott Kelly, el astronauta que más tiempo ha permanecido en el espacio. En una entrevista con Efe, el cosmonauta afirmó que "estamos cerca del nivel tecnológico necesario para lograr ir a Marte, aunque hay que mejorar ciertas cosas, como la protección ante la radiación, los sistemas de apoyo vital o los métodos de propulsión" y que si vamos o no, "es una cuestión más de ciencias políticas que de ciencia espacial".

La iniciativa privada ha emergido como una alternativa al tradicional impulso gubernamental de los viajes espaciales: magnates como Elon Musk han anunciado proyectos de exploración del Planeta Rojo. "Space One dice que ir a Marte supone un desembolso de 6.000 millones de dólares" –recuerda Guerrero- "La cifra parece ridícula, habida cuenta que la NASA en algún estudio habla de un gasto cercano a los 500.000 millones".

"Hay estudios que dicen que Space X –la empresa aeroespacial de Musk- logra avances similares en propulsión y misiones a un coste 10 veces inferior a la de la Agencia estadounidense. Por eso me quedaría en que poner una misión tripulada sobre Marte costaría entre 50.000 y 500.000 millones", concluye Guerrero, que a diferencia de Vago sí cree en las bondades de los proyectos privados.

Un viaje con fechas restringidas

Respecto a aventuras más ambiciosas y duraderas, los expertos tiene sus reservas. Vago recalca que "a Marte no vas cuando quieras, sino cuando tienes la oportunidad". Cada 26 meses, la posición de la Tierra y la de Marte alcanzan su alineamiento más cercano. Es entonces cuando el Planeta Azul y el Rojo están lo suficientemente próximos como para poder realizar una travesía minimizando los colosales costes de combustible y logística.

Por consiguiente, el representante de ExoMars advierte que, en el caso de que el hombre pise Marte en las próximas décadas, sería sólo para clavar la bandera. "No hablemos sólo de dinero, sino de lo que es posible y lo que no" –explica- "Si el viaje de vuelta tiene lugar dentro de la misma ventana de oportunidad que el de ida, la estancia se reduciría a dos semanas como mucho". Si la misión se prolonga más tiempo, la Tierra y su vecino espacial volverían a alejarse, lo que obligaría a los astronautas a permanecer sobre suelo marciano por espacio superior a un año. Y aquí ya hablamos de "otra tecnología" y una auténtica pesadilla logística.

"Para sobrevivir, los astronautas necesitarían todos los útiles para producir su propio sustento: sintetizar agua, cultivar comida, etcétera". Un asentamiento humano en toda regla, que multiplicaría exponencialmente el gasto, las dificultades de planificación y los desafíos técnicos.

Adentrándose ya en los terrenos de la ciencia ficción, Vago imagina una hipotética colonia humana asentada indefinidamente, una posibilidad que excede ampliamente los medios actuales. "Para asegurar la diversidad genética, serían necesarias al menos 300 personas, un pueblo pequeño" –cuenta- "Y antes de mandarles habría que prepararlo todo: viviendas excavadas en la roca o construidas con materiales antirradiación, laboratorios e instalaciones que produzcan todo lo necesario para que el enclave sea autosuficiente".

Guerrero desgrana las imprescindibles –y costosísimas- precauciones a tomar para garantizar la supervivencia de los pioneros: "En la superficie, por la escasa atmósfera y la ausencia de campo magnético a escala planetaria, no hay un escudo natural frente a la radiación solar y a los rayos cósmicos, así que los astronautas deberían estar muy bien protegidos, o incluso vivir un par de metros por debajo de la superficie".

Además, habría que contar con la posibilidad de averías o desperfectos que obligarían a los servicios municipales de 'VillaMarte de Arriba' a ingeniárselas para realizar tareas de refinamiento de materiales e incluso de minería. "Aunque tengas las impresoras 3D más avanzadas, capaces de fabricar cualquier pieza, necesitarás materias primas para cargarlas", especula Vago.

¿Es Marte rentable?

El especialista de ExoMars se muestra escéptico respecto a los tesoros que nos aguardan bajo la pedregosa y desolada superficie marciana. "Las sondas y los robots nos muestran un páramo sin valor económico alguno al cambio actual" –dice- "Naturalmente que habrá metales y materiales interesantes para la minería, pero para eso están los asteroides, que serán más fáciles y baratos de explotar".

Su homólogo del INTA ve un retorno económico "nulo", al menos a corto plazo, aunque tampoco descarta del todo las peregrinas ideas de negocio que se han puesto sobre el tapete, como la creación de un 'Crónicas Marcianas' in situ y de alto riesgo. "Mención aparte merece el aspecto mediático, como hacer un reality show con derechos de autor y demás para financiarse, como parece que alguna iniciativa privada pretende. Pero esto no deja de ser un método para hacer ganancias a costa de una aventura de final muy incierto para los concursantes".

La riqueza de Marte, a falta de que se descubra un compuesto o materia exclusiva del planeta y con alguna potencialidad mercantil, es inmaterial. "Ciencia y prestigio", concluye Vago. Para Guerrero, el hombre anhela caminar por Marte por la misma razón que le llevó a circunvalar la Tierra o buscar las fuentes del Nilo: el deseo, intrínseco en el ser humano, de ir siempre más allá, de forzar los límites de su potencial. "Iremos a Marte porque podemos", sentencia.

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