
La mayor fabricante de microprocesadores del planeta, la estadounidense Intel, no sólo se preocupa por seguir dominando el mercado con chips eficientes y baratos, sino que también intenta anticipar las tendencias que seguirá el mercado en los próximos años, con el objetivo de determinar qué tecnologías serán las que respondan mejor a la demanda de los consumidores.
Y ya sea con transistores-túnel o mediante la espintrónica, la revolución que Intel prepara no sólo supondrá cambiar por completo todo su proceso productivo, sino que también ofrecerá nuevas formas de computación que todavía apenas hemos comenzado a intuir.
Lo que si es seguro es que las nuevas generaciones de transistores surgidos de ese futuro aún por detallar serán, tal como informa MIT Technology Review, mucho más eficientes energéticamente.
De hecho, se cree que el fundamento de la revolución causada por esas nuevas tecnologías no será la potencia de procesamiento, que seguramente ya no escale tan rápido como lo ha estado haciendo en los últimas décadas. De hecho, la propia empresa advierte de que a la famosa Ley de Moore ('el número de transistores para un espacio dado se duplica cada dos años') le quedan a lo sumo cuatro o cinco años para dejar de estar vigente, sencillamente porque ya no se puede miniaturizar más.
Por supuesto, la batalla por fabricar procesadores más y más potentes no terminará nunca, pero en un mercado dominado por la Internet de las Cosas, donde casi todos los objetos cotidianos pasarán a estar conectados y -por tanto- necesitarán sus propios microprocesadores, reclamará una legión de chips pequeños, baratos, no demasiado potentes y, eso sí, muy eficientes.
Con miles de millones de dispositivos conectados, la demanda eléctrica se podría disparar sólo por la nueva conectividad, y los clientes y las instituciones limitarán severamente la potencia eléctrica (que no la de computación) de esos transistores.
Esta misma lógica está detrás del crecimiento exponencial de los servicios web como los que ofrecen Google, Amazon o Facebook, y que han obligado a construir centros de datos cada vez más grandes y con consumos energéticos muy elevados, tanto por la demanda eléctrica directa de los procesadores, como por la necesidad de refrigerar los sistemas.