Tecnología

Con el Airbus del futuro no te subirás al avión: montarás en una enorme lata

  • La fabricante propone cabinas que se cargan y descargan, como contenedores
Viajar en avión podría terminar siendo aún más latoso

La imaginación de los diseñadores de aviones no conoce límites. Después de proponer que la mitad de los viajeros se sienten mirando hacia atrás para aprovechar mejor el espacio, y de idear una solución final para amontonar a unos sobre otros (encima, vaya), ahora la compañía europea Airbus ha presentado una patente con una cabina de viajeros de quita y pon pensada para hacer asquerosamente ricas a las aerolíneas... y el viaje aún más odioso a los pasajeros ¿Sorprendido? ¿En serio?

Para ponerse en situación imagínese su último vuelo: la azafata comienza a llamar para el embarque, y los viajeros van pasando al redil, uno a uno. Primera clase, primero. Luego segunda y tercera. ¿Todos sentados y contados? Vámonos.

Ahora vamos al futuro. Los clientes siguen estando igual de hacinados. Colocar los bultos en los portaequipajes sigue siendo una competición de riesgo. Y la cabina de viajeros huele igual de mal. Pero atento a la ventana, porque no hay alas. De hecho, ni siquiera hay avión. Se acaba usted de sentar en un cilindro presurizado que cuelga de una grua. En una enorme lata.

Se acabaron los tiempos en los que los aviones, máquinas de hacer dinero cuando están moviéndose, y de perderlo cuando están parados en el apron, malgastan su vida útil por culpa de los torpes humanos. En el futuro los aviones no esperan a nadie, y son las enormes latas rellenas de viajeros las que esperan su turno para subirse a la joroba del siguiente aparato en la lista.

Sin posibilidad de hacer que los viajeros con movilidad reducida entren y salgan más rápido de los aparatos, sin capacidad para usar varas eléctricas que ayuden a mejorar el tránsito del pasaje en general (lo hemos comprobado: ¡es ilegal!), a las aerolíneas sólo les quedaba confiar en las fabricantes para que expriman los sesos de sus ingenieros y así los activos roten y roten, y vuelvan a rotar.

Así que si el profeta no va a la montaña, pues que sea la cabina la que se monte y se desmonte. Y que sean los viajeros, y no la compañía, los que gasten su tiempo apretujados en su asiento, en lugar de con las piernas estiradas frente a la puerta de embarque.

La idea podría calificarse de revolucionaria si no fuese porque la contenerización existe desde las primeras minas de la revolución industrial, y además su más refinada consecuencia es ubicua: es el estándar ISO 668 que en 1968 definía el tamaño de los contenedores que, por decenas de miles, cada día se cargan y descargan en los muelles de todo el planeta. Claro que esas cajas de 20 o 40 pies suelen contener mercancías, y no personas.

Y aun así la patente no está exenta de interés técnico (el de los accionistas de las aerolíneas parece que ya ha quedado claro). El sistema requeriría un sistema de enganches del contenedor al avión capaz de resistir los movimientos del vuelo, y además debería resolverse la interfaz de ambos conjuntos por lo que respecta al suministro de oxígeno o energía.

Tres cosas más: las cabinas de pilotos y viajeros deberían ser totalmente independientes o -si se quiere que los pilotos puedan pasar a la zona de viajeros- estar unidas por un acople presurizado similar al de los submarinos o la estación espacial internacional, primero.

Los aviones que vuelan sin carga quizá necesitasen cabinas postizas para mantener el perfil aerodinámico. Y finalmente las instalaciones en tierra deberían cambiar su actual aspecto de estación de autobuses con esteroides por otro repleto de gruas cargando y descargando latas rellenas sin descanso. Así serían auténticos aero-puertos.

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