
La sonda espacial Cassini pasó rozando ayer, en términos astronómicos, una de las lunas de Saturno. Su misión: buscar rastros de vida alienígena en Encélado, un pequeño satélite de 500 kilómetros de diámetro que podría esconder innumerables secretos sobre el origen de la vida.
Cassini no se ha posado en la luna, sin embargo. Aproximándose a ella lo más posible, la sonda espacial de la NASA ha cruzado varias de las "plumas", chorros helados de partículas que el planetoide expulsa al espacio.
Se cree que esos chorros no son más que gigantescos géiseres, que parecen expulsar agua líquida desde Encélado, bajo cuya superficie helada se cree que hay un océano.
En busca de dihidrógeno
Lo que trata de hacer Cassini -los resultados del experimento tardarán en conocerse aún varios meses- es conocer la composición química concreta de esos chorros, y saber si el agua está interactuando con el núcleo del satélite.
Puesto que se cree que en la Tierra la vida surgió precisamente en torno a volcanes en el fondo de los océanos, si en Encélado existiese una actividad hidrotermal similar, podrían darse las condiciones para la vida.
Para los científicos hay una pista definitiva: si los restos expulsados al espacio por Encélado contienen dihidrógeno (moléculas compuestas por dos átomos de hidrógeno emparejados), se podría dar por seguro que existe actividad hidrotermal.
El sobrevuelo de Cassini también permitirá a los científicos conocer nuevos datos sobre las condiciones ambientales del océano de esta luna.
La Cassini fue lanzada al espacio en 1997, y orbita Saturno desde 2004. Su actividad ha permitido conocer nuevos detalles sobre este gigantesco planeta, el segundo mayor del sistema solar por detrás de Júpiter.