La industria del ocio sexual ha evolucionado mucho en los últimos tiempos aprovechando el desarrollo tecnológico. Se ha pasado de las películas pornográficas a las experiencias en realidad virtual y de las muñecas hinchables a los robots sexuales hiperrealistas equipados con todo tipo de sensores e inteligencia artificial.
Ahora, una campaña llevada a cabo por desarrolladores, antropólogos y especialistas en ética quieren que se prohíba la fabricación de este tipo de robots porque es un uso "innecesario e indeseable de la tecnología" al tiempo que supone equiparar a la mujer con un objeto.
En el argumentario del movimiento 'Campaña contra los robots sexuales' explican que este tipo de tecnología "objetiviza más a mujeres y a niños" debido a que "el desarrollo de robots sexuales reducirá aún más la empatía humana, que sólo puede ser desarrollada por una experiencia de relación mutua". Además, insisten que estos robots "reforzarán las relaciones de poder, la desigualdad y la violencia".
Sobre la posibilidad de que estos robots sirvan para acabar con el mercado de la prostitución el colectivo argumenta que no será así, ya que esto "demuestra cómo la tecnología y el comercio sexual coexisten y se refuerzan entre sí creando una mayor demanda de los cuerpos humanos".
Como solución proponen llevar a cabo una campaña que implante el "desarrollo de tecnologías éticas que reflejan los principios de la dignidad humana, la reciprocidad y la libertad. Todos los seres humanos, independientemente de la edad, el género y la clase tienen el derecho a que su subjetividad sea reconocida, pero no a través de la violencia, la discriminación o la coacción".
Por ello explican que los próximos pasos que van a tomar será fomentar la "construcción de alianzas con las campañas contra la explotación sexual de los seres humanos. Crear una nueva alternativa que ponga de relieve los peligros de la producción de robots del sexo y las ideas detrás de ellos y cómo su producción tendrá un impacto en la vida real de las mujeres, los niños y los hombres".
El objetivo último es que "los científicos de computación y robótica se nieguen a contribuir al desarrollo de robots sexuales negándose a proporcionar el código, hardware o ideas".