
Con la entrada de nuevas empresas de Internet en bolsa y el alza de índices bursátiles como el Nasdaq resurge el temor a una nueva burbuja tecnológica como la que vivieron las puntocom en el año 2000. Sin embargo, la naturaleza de las compañías ha cambiado.
Después de que en 2013 el índice Nasdaq se situase a un 11% de alcanzar sus máximos históricos, que tocó en marzo de 2000 (5.048,62 puntos), el debate sobre si existe o no una burbuja tecnológica vuelve a estar abierto.
El temor a una nueva burbuja ha experimentado picos en los últimos años, como ocurrió tras el gran volumen de financiación recibido por la red social Facebook en 2009 y de nuevo con su salida a bolsa en 2013 o tras las adquisiciones de start-up valoradas en cifras millonarias en 2011.
En 2014, el miedo se vio azuzado al inicio del año por el alto precio que Facebook pagó por la compañía de mensajería móvil WhatsApp y resurge ahora con el debut en bolsa de la compañía china de comercio electrónico Alibaba, el mayor de la historia.
Diferencias con el 2000
Sin embargo, catorce años después del pinchazo de las puntocom y pese al miedo desatado, las empresas tecnológicas que cotizan en bolsa han cambiado su comportamiento y los mercados mantienen la prudencia.
En la burbuja tecnológica del 2000, las empresas se lanzaban a la cotización sin contar con un recorrido previo y las altas valoraciones bursátiles se construían entorno al éxito potencial. Se invertía en futuro y en lo intangible. Hoy, las empresas deben demostrar que son capaces de generar beneficios y que tienen un proyecto claro para obtener el favor de los mercados.
Para medir cómo de tangible o no es el negocio de una empresa, distintos analistas destacan la importancia del PER, el ratio que compara las ganancias reales con el valor en bolsa de una empresa, cuanto mayor sea el PER más diferencia hay entre el valor real de una empresa y el que tiene en bolsa.
Mientras que en los 2000 se situaba en un media de 70, hoy en día las empresas tecnológicas clásicas, como Apple o Intel, tienen un PER de 15. Google por ejemplo se sitúa en torno al 20 y Facebook, la que más sospechas ha levantado tiene un PER de 50.
Esta dimensión nos dibuja un mercado donde las mayores empresas tecnológicas demuestran su valor con un beneficio económico real.
Internet se ha hecho mayor
Si bien es cierto que estas entidades conviven con otras cuyo modelo de negocio es poco claro o que aún no han logrado conseguir beneficios -destaca especialmente el caso de Twitter- las que concentran mayor valor sí respaldan su cotización con ganancias.
Por otro lado, hoy en día el consumo de Internet está mucho más consolidado que en el 2000 y tiene en la telefonía móvil un mercado en expansión.
Según señalan los analistas el móvil será el centro de operaciones desde donde el consumidor acceda a todos los servicios, desde banca hasta comercio.
La bolsa, al margen
Aun así, el gran volumen de financiación con el que los fondos de inversión de capital riesgo alimentan a una multitud de start-up que carecen de modelo de negocio justifica el miedo.
En este tipo de operaciones, donde pequeñas empresas reciben mucho capital a cambio de un éxito potencial no tangible, se reproducen los comportamientos previos al estallido de la burbuja tecnológica.
La diferencia es que el valor de compra o las inversiones las deciden agentes individuales -desde un fondo de inversión hasta Facebook a la hora de valorar WhatsApp- y estas operaciones no se dan en las bolsas.
Así, las consecuencias directas de un pinchazo en las start-up de nuevo cuño las sufrirían estas empresas. Aunque sí existe incertidumbre acerca de cómo encajarían los mercados un desplome en estos flujos de inversión.E