
A comienzos de este año, Scott Rasmussen, veterano encuestador y analista político, viajó a Bowling Green, Kentucky, una ciudad conocida por su planta de montaje de Corvette y por ser la cuna de la marca Fruit of the Loom. Lo que parecía una visita rutinaria terminó por inspirar una idea que podría cambiar para siempre el mundo de la demoscopia. Allí, tras conocer el trabajo de Jigsaw, un laboratorio de innovación de Google especializado en grandes desafíos sociales, Rasmussen regresó a casa convencido de que la inteligencia artificial (IA) podía ser la clave para transformar un sector caracterizado por su fragilidad y su escasa precisión.
Jigsaw, que en aquel momento colaboraba con las autoridades locales de Bowling Green, experimentaba con nuevas fórmulas para fomentar la participación ciudadana. La iniciativa invitaba a los vecinos a expresar sus preocupaciones sobre asuntos cotidianos y políticos, desde la apertura de un centro de ocio hasta la legalización de la marihuana. Para procesar las respuestas, el equipo utilizaba Sensemaker, una herramienta de IA basada en el modelo lingüístico Gemini de Google. Su función: distinguir los puntos de fricción de las coincidencias entre la ciudadanía.
La experiencia dejó a Rasmussen impresionado. Tras décadas dedicado a las encuestas tradicionales, estaba convencido de que había hallado un camino para superar las limitaciones de un sistema que, en sus propias palabras, suele reducir la complejidad social a simples respuestas de "sí" o "no". "Cuando cambias la manera de preguntar, aparecen matices que jamás se habrían descubierto con un cuestionario clásico", explicó en una entrevista a Forbes.
De ese experimento nació el proyecto We The People, una iniciativa conjunta entre Jigsaw y el Napolitan Institute, organización sin ánimo de lucro fundada por Rasmussen y dedicada al futuro de la investigación demoscópica. El plan es ambicioso: reunir a entre cinco y diez personas de cada uno de los 435 distritos electorales de Estados Unidos para conversar sobre qué significa ser estadounidense, cuáles son los problemas más urgentes del país y hacia dónde debería dirigirse la nación.
La directora ejecutiva de Jigsaw, Yasmin Green, con casi dos décadas de trayectoria en Google, lo resume con claridad: "Queremos utilizar la IA para que las personas recuperen la sensación de que su voz importa en el mundo que las rodea. Cuando los ciudadanos sienten que nadie los escucha, también sienten que carecen de derechos reales".
El sistema busca romper con el esquema clásico de las encuestas telefónicas o digitales, en las que un encuestador plantea preguntas cerradas y después ajusta las respuestas según criterios demográficos. Según Rasmussen, este modelo ha demostrado ser limitado, hasta el punto de fallar estrepitosamente en predicciones recientes, como en las elecciones de 2016, cuando gran parte de las encuestas daban por segura la victoria de Hillary Clinton.
El enfoque de We The People es distinto. La IA no se limita a recopilar datos, sino que interactúa con los participantes, genera preguntas de seguimiento y adapta el diálogo para obtener información más rica y contextualizada. Este método, que Rasmussen describe como "un juego completamente diferente", permite a políticos, investigadores y académicos comprender con mayor profundidad las prioridades de la ciudadanía.
El proyecto estadounidense se inspira en un precedente innovador: vTaiwan, una plataforma digital impulsada en 2016 por el gobierno de Taiwán para trasladar debates legislativos a Internet. Allí, ciudadanos y expertos podían discutir propuestas, como la regulación de la venta de alcohol en línea, y votar sobre ellas. La experiencia, liderada por la hoy ministra de Asuntos Digitales Audrey Tang, facilitó más de veinte reformas legislativas y recibió en 2023 financiación de OpenAI para seguir desarrollando procesos democráticos con apoyo de IA.
We The People se desplegará en tres etapas. Primero los ciudadanos responderán a preguntas amplias sobre libertad, igualdad o identidad nacional. La IA generará preguntas adicionales, adoptando un estilo "socrático" para profundizar en los testimonios. Después, el sistema sintetizará las respuestas en grandes temas y visualizaciones de datos, que los participantes podrán revisar y comentar. En la última fase, la IA elaborará declaraciones basadas en todo lo recopilado, y los ciudadanos votarán si están de acuerdo o no, identificando así consensos y disensos de forma clara.
Los organizadores reconocen que la IA no está exenta de riesgos. Podría reflejar sesgos en el análisis, pasar por alto matices sensibles o generar interpretaciones simplificadas de cuestiones complejas. Para mitigarlo, Google se ha comprometido a publicar íntegramente las respuestas de los participantes, además de un informe resumen accesible al público, a responsables políticos y a centros académicos.
Por ahora, el proyecto se encuentra en fase piloto con cientos de participantes, aunque el lanzamiento oficial está previsto para septiembre. La selección de encuestados estará a cargo de RepData, un proveedor externo que garantizará que cada distrito electoral esté representado con rigor estadístico. El reto es mayúsculo. El negocio de las encuestas mueve miles de millones de dólares —en 2025 alcanzará los 8.930 millones, según Research and Markets—, pero su credibilidad pública se encuentra en entredicho. La entrada de la IA promete revitalizarlo, aunque también plantea nuevas preguntas éticas y metodológicas.