
En 2023, cuando Mira Murati asumió el timón de OpenAI de forma interina tras el abrupto despido de Sam Altman, muchos en la industria se preguntaron si una ingeniera de perfil bajo y mirada ética lograría sostener una organización bajo fuego cruzado. Lo hizo, y lo hizo bien. Pero lo más revelador ocurrió después.
Murati no solo decidió marcharse de OpenAI, también optó por fundar su propia empresa. Una que busca repensar desde la base cómo debería construirse y distribuirse la inteligencia artificial en el mundo. Su nombre —Thinking Machines Lab— ya es una declaración de principios: las máquinas que piensan no solo procesan datos; también entienden, colaboran y se adaptan al modo en que los humanos vemos y habitamos el mundo.
La pregunta que se impone es: ¿puede una startup, incluso con los 2.000 millones de dólares que acaba de recaudar, plantear una alternativa real al dominio actual de OpenAI, Anthropic o Google DeepMind?
El origen de Thinking Machines
La historia reciente de OpenAI está marcada por tensiones entre velocidad y control, apertura y comercialización. Bajo esa dualidad, Mira Murati desempeñó un papel clave como CTO, liderando el desarrollo de los modelos GPT-4 y GPT-4 Turbo, además de supervisar la integración de capacidades multimodales como visión, voz y procesamiento de imágenes. Durante su interinato como CEO, se ganó la simpatía de empleados y analistas, al mantener una posición firme frente a la incertidumbre institucional.
Sin embargo, su salida en septiembre de 2024 fue tan elocuente como silenciosa. Murati no protagonizó entrevistas ni ofreció declaraciones públicas. Simplemente, se fue. Y pocos meses después, en febrero de 2025, fundó Thinking Machines Lab, cuyo nombre remite a las primeras especulaciones de los años 50 sobre inteligencias artificiales que no solo resolvieran problemas, sino que "pensaran" como seres humanos.
¿Qué es Thinking Machines Lab y qué propone?
Thinking Machines Lab es una empresa centrada en desarrollar inteligencia artificial multimodal, es decir, modelos capaces de interpretar y generar lenguaje natural, entender imágenes y reaccionar al entorno de forma contextual, tal como lo hacen los humanos. No se trata solo de crear un chatbot más avanzado. Se trata de construir un sistema que integre múltiples formas de percepción para comunicarse, colaborar y aprender de manera intuitiva.
Según Murati, el objetivo no es solo técnico. También es filosófico: "Creemos que la IA debe ser una extensión de la agencia individual", escribió en su primer mensaje público en X (antes Twitter) desde febrero. Esa frase resume una ambición que va más allá de la eficiencia algorítmica: quiere que la IA empodere a los individuos, no que los sustituya ni los vigile.
Algunos elementos clave del enfoque de Thinking Machines:
- Multimodalidad real: no solo texto, sino también imagen, sonido y entorno contextual.
- Arquitectura abierta: su primer producto incluirá partes open source, accesibles para investigadores y otras startups.
- Transparencia científica: la compañía compartirá su "mejor ciencia" con la comunidad para avanzar colectivamente en el entendimiento de las IAs más avanzadas.
- Ética distribuida: Murati propone que la IA no debe concentrarse en manos de pocos, sino distribuirse de forma equitativa y global.
Este enfoque se aleja del modelo cerrado y corporativo que hoy domina la industria, donde los modelos más potentes son protegidos por acuerdos restrictivos, licencias privadas y controles de acceso opacos.
El respaldo de los titanes tecnológicos
Una cosa está clara: Murati no está sola. A pesar del aparente tono utópico de su visión, ha conseguido reunir el respaldo de algunos de los actores más influyentes del ecosistema tecnológico global. Andreessen Horowitz, uno de los fondos más agresivos y visionarios del capital riesgo, lideró la ronda de financiación. Lo acompañan:
- Nvidia, que hoy domina la carrera del hardware para IA.
- AMD, un actor clave en la competencia por chips especializados.
- Accel, fondo histórico en etapas tempranas de startups disruptivas.
- ServiceNow, que ha virado con fuerza hacia la IA empresarial.
- Cisco, una potencia en infraestructura de redes y seguridad.
- Jane Street, una firma financiera que aporta poder analítico y estratégico.
Con estos aliados, Thinking Machines Lab no busca ser una compañía marginal ni alternativa. Estará en el centro del debate sobre cómo construir —y distribuir— la próxima generación de inteligencias artificiales.
¿Un nuevo paradigma o una ilusión bien financiada?
El escepticismo es inevitable. Muchos se preguntan si, en un entorno hipercompetitivo dominado por empresas con acceso privilegiado a datos, servidores y usuarios, una nueva compañía puede realmente marcar la diferencia. Otros dudan de que un enfoque open source pueda competir en velocidad y seguridad frente a los modelos cerrados, especialmente cuando los riesgos asociados a la IA avanzada están en boca de gobiernos y organismos internacionales.
Además, Thinking Machines no está sola en su planteamiento. Otras figuras como Ilya Sutskever, ex OpenAI, han lanzado iniciativas como Safe Superintelligence, con el foco en la seguridad desde el diseño. La aparición de estos nuevos actores sugiere que el sector se está ramificando, con distintas corrientes que buscan algo más que optimizar anuncios o generar texto automático.
Murati propone una IA que colabore con las personas, que potencie su capacidad de decisión y que no dependa de un único proveedor. Una IA que piense, sí. Pero que piense con nosotros, no por nosotros. Veremos si al final acaba funcionando tan bien como quiere sonar.