
Segunda acometida de Australia para doblegar a las grandes tecnológicas. Después de aprobar hace unos días la prohibición del uso de redes sociales por parte de menores de 16 años, Canberra ha vuelto a lanzar una segunda andanada de arpones contra firmas como Google y Meta, integrantes de las Siete Magníficas y auténticos cachalotes cuyo impacto no solo atraviesa el ámbito económico, sino también el político y social, tal y como se ha visto con la reelección de Donald Trump. El Gobierno 'aussi' ha decidido mover ficha y ha aprobado un plan para establecer un impuesto a las propietarias de redes sociales si no pagan a los medios de comunicación para albergar el contenido de dichos medios en sus plataformas.
La medida afectará a las firmas dueñas de redes sociales cuyos ingresos anuales en territorio australiano superen los 160 millones estadounidenses. El objetivo es incrementar la financiación de los medios de comunicación, aumento que serviría para mejorar la calidad del contenido de los mismos. Ello permitiría, además, reducir el enorme peso de las redes sociales en los ingresos publicitarios que obtienen los medios de comunicación y que son claves para su supervivencia.
Concretamente, esta regla busca fomentar el acuerdo entre firmas como Alphabet y Meta, matrices de Google, Facebook o Instagram, con los medios de comunicación australianos, ya que en caso de producirse, se aplicará una exención fiscal. En palabras de Stephen Jones, Ministro de Finanzas 'aussi', esta medida "creará un incentivo fiscal para el acuerdo" entre ambas partes.
Este movimiento se produce después de que Meta anunciara el pasado mes de marzo que no renovaría sus contratos con diversos medios australianos, en el marco de una ley aprobada en 2021 que obliga a las grandes plataformas digitales a compensar a los medios de comunicación por los ingresos publicitarios y por los enlaces que atraen los lectores a dichas plataformas. Tras las iniciales reticencias de la firma de Zuckerberg, la matriz de Facebook accedió y llegó a cuerdos con compañías como News Corp y Australian Broadcasting Corp.
Canberra quiere amarrar bien la financiación de su ecosistema mediático por parte de las grandes plataformas digitales y de redes sociales. Según Michelle Rowland, "el incremento rápido de plataformas digitales en los últimos años ha sacudido el paisaje mediático australiano, amenazando la viabilidad de un periodismo de interés público". Por ello, Rowland cree que dichas plataformas "deben apoyar el acceso a un periodismo de calidad que informe y refuerce nuestra democracia".
Por otro lado, no parece casual que Australia tome esta medida después de la reelección de Donald Trump. El papel que ha tenido la desinformación en su campaña electoral, difundida a través de plataformas como 'X', antigua Twitter propietaria de Elon Musk, ha sido fundamental en la victoria del magnate. La abierta instrumentalización de la antigua Twitter por parte del dueño de Tesla ha dejado vía libre a discursos de odio y bulos bajo la apariencia de una supuesta libertad de información, alejada de los conglomerados mediáticos tradicionales, parece haber empujado a Canberra a tomar nota.
Resta saber si el movimiento será imitado en otras regiones. Por lo pronto, Mark Zuckerbgerg ha donado un millón de dólares al fondo encargado de sufragar la toma de posesión de Donald Trump. Es la primera vez que el dueño de Meta contribuye a un fondo similar, un movimiento que ha sido interpretado como un gesto hacia el magnate, quien ha criticado duramente a Facebook por promover discursos progresistas de forma excesiva. Esta interpretación gana solidez si se tiene en cuenta que la semana pasada, Nick Clegg, jefe de asuntos globales de Meta, afirmara que la compañía se excedió en la moderación del contenido en sus redes sociales -Facebook y Meta- durante la pandemia.