
Las redes sociales son un elemento totalmente integrado en nuestro día a día. Ya sea para conocer la actualidad, a través de aplicaciones como X, anteriormente Twitter, o para subir fotos y vídeos sobre las vacaciones, como Instagram o Facebook, todas ellas cumplen un rol muy importante en las relaciones sociales actuales.
Sin embargo, el fácil acceso a aplicaciones como TikTok, de un contenido mucho más rápido y directo que otros ha fomentado un mayor uso entre los jóvenes, quienes a menudo se exponen ante millones de personas sin ningún tipo de control y sin conocer el verdadero impacto que esto puede suponer.
El problema se agranda si son los propios padres quienes muestran a sus hijos en redes sociales. Una práctica que se ha ido extendiendo con el tiempo y que se conoce como sharenting.
Este anglicismo, que básicamente une las palabras share (compartir) y parenting (paternidad), se refiere a documentar de manera abusiva anécdotas de los más pequeños en las distintas RR.SS, como sus primeros pasos, palabras o actividades que realizan. Una práctica que no ha parado de crecer, fomentado por la época en la que nos encontramos, probablemente, el período con mayor exposición pública de la historia. De hecho, según el informe EU Kids Online 2019, nueve de cada diez familias españolas comparten al menos una vez al mes imágenes y vídeos de sus hijos.
Consecuencias
Existe un doble debate al respecto. Por un lado, el aspecto ético que rodea a esta situación. ¿Es lícito subir fotos de una persona que no puede negarse por su edad? Según UNICEF, los niños tienen derecho al olvido, es decir, la posibilidad de solicitar retirar información personal publicada sobre ellos. Algo que se conoce como Habeas Data.
El problema de esto es que la mayoría de las veces no se pide permiso al menor, sobre todo porque es demasiado pequeño para responder, y eso vulnera su derecho a la intimidad. Además, estas imágenes pueden crear en el pequeño una sensación de tristeza, ansiedad y/o preocupación sobre lo que comparten sus padres.
La sobreexposición en redes puede desembocar en casos de bullying en el colegio. Pero, además, el sharenting deja una huella digital imposible de borrar y que puede repercutir en su futuro. Cada vez que una imagen se sube a la red, se crea esta huella, pudiendo desembocar también en problemas de seguridad para el niño. Uno de los casos más graves es que dichas fotos acaben en alguna página no deseada.
Demasiada información sobre el niño puede dar datos a extraños que pueden aprovechar esto para acercarse a él, fingiendo que le conocen. Es lo que se conoce como grooming, una forma delictiva de acoso que se realiza de manera online. El acosador poco a poco consigue aislar al menor del resto de su entorno para tratar de lograr un ambiente de secretismo e intimidad entre los dos, que puede llegar a desembocar en un encuentro personal.
El informe Violencia Viral, de Save the Children, afirma que uno de cada cinco jóvenes han sufrido este tipo de acoso. Estas cifras se han ido acrecentando con el paso de los años.
Precauciones
Si en cualquier caso, los progenitores deciden subir información a la red hay que prestar atención a una serie de puntos. En primer lugar, los padres deberían asegurarse de quienes pueden acceder a dichas imágenes, es decir, limitar los accesos.
Pensar y analizar en profundidad si el contenido que se sube puede generar algún tipo de riesgo para el hijo o hija, y si puede desembocar en burlas o dar pie a una situación incómoda. Por último, pedir permiso. Si el niño ya tiene la edad suficiente para comprender los riesgos, lo más recomendable es consultarle si habría problema en subir una imagen de él.