
Julián Gómez Bejarano, Chief Digital Officer LedaMC
Tendrás una reserva. En Nueva York. Entrarás en uno de los restaurantes más exclusivos del mundo. Dentro habrá una zona más exclusiva donde sólo 14 personas podrán deleitarse de suculentos platos de la comida japonesa. El resto del servicio será muy distinto de lo que se sirve ahora, pero la diferencia principal vendrá a la hora de pagar: tendrás que pagar en NFT en Non Fungible Tokens. Cuando el Flyfish Club abra en 2023, no aceptará dinero al uso.
Si no entiendes nada, no te preocupes Ferrán Adrià tampoco. Como contaba él mismo en primera persona en la presentación de su primera colección de NFT: "Cuando me lo explicaron no entendía nada". Se refería a que no entendía que era eso de los Non-Fungible Tokens o Tokens No Fungibles, la última moda que habrás leído en todos los medios. Su desconocimiento no le ha impedido poner a la venta su propia colección de dibujos del Bulli a un precio que ronda los 500€ cada uno.
¿Qué es un NFT?
Un NFT es un caso particular de Smart Contract o contrato inteligente en español. Este tipo de contratos están soportados por la gran revolución que es Blockchain o cadena de bloques. Si piensas que Blockchain y Bitcoin son lo mismo, realmente no lo son.
De forma sencilla, Blockchain es una tecnología que permite que un conjunto de nodos de una red sea capaz de asegurar que determinada información es correcta de forma fiable y segura. Esto permite multitud de usos, como por ejemplo una moneda virtual, donde cada elemento de la cadena sea una cantidad de dinero virtual o, dicho de otra forma, Bitcoin.
Esta cadena de bloques se puede aprovechar para asegurar todo tipo de información, como por ejemplo un acuerdo entre partes, esto es: un contrato. Como esta red asegura los contratos, la propia gestión se puede automatizar, se puede integrar para que una vez cumplidas las partes estipuladas del mismo se liberen los pagos en dinero físico y/o virtual. De ahí que reciban el nombre de Smart Contracts o contratos inteligentes.
Y ya llegamos a los NFT. Como indicaba al comienzo son un caso particular de Smart Contract donde una parte le vende a otra un objeto virtual único.
¿Qué es un objeto virtual único?
Pues puede ser una obra de arte, un objeto del juego en red del momento (Fornite, LoL, etc.) o una mamarrachada vendida por cualquiera. Y no es una opinión, sino que tenemos muchos ejemplos.
La artista Anna Carreras ha hecho una fortuna vendiendo sus obras de arte como NFT. Son únicas, es decir son como un cuadro físico, solo que es virtual. Lo puedes tener en el metaverso o en un escritorio o como imagen de perfil en Twitter, pero nadie más podrá usarlo porque es solo tuyo. El año pasado mostró sus creaciones en las galerías de arte virtual Feral File y Art Blocks, donde vendió 1000 de sus obras en 45 minutos. Cada una de ellas entorno a los 1.500 euros.
Los descendientes de Picasso se han movido también rápido ante la explosión de los NFT generando 1.000 de ellos a partir de trabajos cerámicos del genial artista.
No todo es tan artístico. Recientemente fracasó la subasta del NFT del primer tuit de la historia. Sina Estavi quería obtener alrededor de 48 millones de dólares por la venta de este, dedicando el 50% de lo ganado a una causa benéfica. La teoría no pintaba mal, habiendo pagado 2,9 millones de dólares al fundador de Twitter, Jack Dorsey, parecía un amplio margen de beneficio. El problema surgió cuando la máxima puja alcanzada fue de 280 dólares, no millones, dólares. Una burbuja más.
El punto negativo de los NFT es el fijar su precio por la exclusividad y la novedad y no tanto por el valor. Una obra de arte tiene un valor intrínseco a ella que como aficionados podemos apreciar y si nos ayuda un profesional más todavía. Un NFT del primer tuit de la historia, o de un mono pintarrajeado, no tiene el mismo valor, no tiene valor.
El valor del software
En el mundo del desarrollo de software sucede lo mismo. Se utiliza el esfuerzo como unidad de valor por error, ¿no tiene más sentido medir el producto software? ¿no tiene más sentido medir lo que me entregan como valor? ¿lo que negocio utiliza para conseguir sus objetivos?
Así lo ven instituciones como la Unión Europea, donde empiezan a incluir en sus licitaciones la optimización del cálculo del esfuerzo y coste de los proyectos de desarrollo de software de sus proveedores a través del estándar de facto de la industria para medir el producto software.
El producto es valor, el producto como el arte aporta, las mamarrachadas no. No nos dejemos llevar por los NFT que no aportan nada y sigamos el camino de los que nos aportan valor.