Tecnología

Muere Sir Clive Sinclair, que trajo la informática al hogar con el ZX Spectrum

  • El inventor ha muerto a los 81 años de cáncer
  • Innovó en multitud de campos, incluidos los vehículos eléctricos
Foto: Reuters

El inventor británico Sir Clive Sinclair falleció ayer jueves a los 81 años, después de toda una vida llena de innovaciones que influyeron a millones de personas.

Sinclair es más famoso por ser el creador de ordenadores personales baratos y de pequeño tamaño, en una época en la que la informática aún estaba recluida en salas dedicadas de universidades y empresas.

Aunque los ordenadores de Sinclair no fueron los primeros dirigidos al usuario particular, sí que fueron los que mejor consiguieron conectar con una generación que quería explorar las posibilidades de la informática, especialmente en Europa, donde consiguió vender millones de unidades del ZX80, el ZX81 y el ZX Spectrum.

Su máquina más popular, el ZX Spectrum, partió de las 39.000 pesetas, y dio lugar a versiones licenciadas y fabricadas en España como el Inves Spectrum+. Esto era algo poco común por aquel entonces, y pronto se formó una comunidad de usuarios que compartía programas y juegos propios en revistas y grupos locales; esta máquina es considerada la responsable de entrenar a muchos de los programadores que años más tarde triunfarían en el sector del software y videojuegos.

Pero la mente de Sinclair no se podía conformar con eso. Ya desde el principio de su carrera en los 50, sus desarrollos eran muy variados y no era capaz de centrarse en sólo una cosa; trabajó en transistores de radio, sonido en alta definición y pequeños televisores CRT. Los antecesores espirituales del ZX Spectrum fueron sus calculadoras científicas, de tamaño y precio reducidos, gracias al uso de chips menos potentes (y que ya nadie en la industria quería), que fueron reprogramados para sacar un rendimiento que parecía imposible.

Sinclair era un visionario, y como a todos, eso jugaba en su contra cuando se metía en proyectos demasiados adelantados a su tiempo. Nada ejemplifica mejor esto que el C5, un vehículo eléctrico lanzado en 1985, décadas antes de que la industria y los consumidores estuviesen listos para dar el salto a las baterías. Era básicamente una bicicleta eléctrica, ya que aunque el usuario iba sentado como en un coche, en los pies tenía pedales para ayudar en el movimiento y así intentar conseguir los 32 kilómetros de autonomía que se suponía que tenía. En la práctica, el C5 era demasiado lento y la fabricación en plástico daba la sensación de que era un juguete, que iba en el mismo carril que los coches.

El fracaso del C5 fue un gran golpe para Sinclair, tanto financiera como psicológicamente, ya sus planes de lanzar toda una gama de vehículos eléctricos fueron detenidos inmediatamente. Aunque volvió al sector de la informática de manera esporádica, desde los 90 su compañía Sinclair Research estaba compuesta sólo por él, desarrollando nuevos productos e ideas, algunos de los cuales llegaron al mercado a través de otras marcas.

El legado de Sinclair es evidente para cualquiera que pasase la segunda mitad de los 80 enfrente de un ordenador, o para cualquiera que usase una calculadora científica en los 70, sus innovaciones siendo adaptadas por la competencia instantáneamente. Su influencia se notó en todo el planeta, sus desarrollos revelando nuevos caminos y maneras de hacer las cosas que, hasta entonces, no se le habían ocurrido a nadie.

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