
La prolongación de la vida de las personas hacia entornos digitales ha devenido en que problemas o comportamientos tradicionales muten para adaptarse al nuevo medio, abriendo un considerable abanico delictivo o de escenarios antes improbables que requerían respuestas legales.
Desde hace años convivimos con el cyberbulling -acoso escolar a través de redes sociales o internet-, el grooming -acoso a menores por parte de delincuentes que esconden su identidad-, el sexting o las posteriores pornovenganzas, el control y vigilancia digital sobre la pareja, además de con nuevas formas de ansiedad y adicciones relacionadas con el uso de internet y el teléfono móvil.
Si solo ponemos la lupa en las aplicaciones sociales destinadas a conocer gente nueva o, directamente, a ligar a cara cubierta, ya encontramos nuevos comportamientos con nombre propio en el mundo de unos y ceros. El ghosting, breadcrumbing o conductas zombis no son constitutivas de delitos, pero han complicado -y confundido- las relaciones entre las personas.
Si ya les parecía suficiente, la mala noticia es que los problemas crecen. El mundo online continúa devolviendo conflictos a las altas inversiones de tiempo y dependencia que le otorgamos los usuarios. Así, estudios de psicología comienzan a delimitar y poner nombre a las distintas adicciones con sus respectivas consecuencias que emanan del uso del teléfono conectado a internet. Nomofobia, vamping y phubbing son los nuevos conceptos que deberían ir asimilando. Aunque las soluciones se antojan asumibles, no parece que se aproximen a cortar radicalmente estos problemas que afectan a la población más joven.
Nomofobia
El vocablo procede del inglés, y responde a la fusión de no mobile phobia. Es decir, la fobia a estar sin el teléfono móvil. Según explican desde la plataforma de psicología Mundopsicologos.com, la nomofobia se presenta en forma de angustia, nerviosismo e incluso ansiedad que siente la persona ante la idea de verse sin el dispositivo móvil, por un olvido, una pérdida o el gasto de batería. El 'nomofóbico' busca ejercer un control constante de su teléfono, atendiendo a las notificaciones a cada momento, dejándolo encendido las 24 horas del día y manteniéndolo cerca ya sea sobre la mesa de trabajo o en la cama. Este problema va ligado al desorden por adicción a internet (IAD, en sus siglas en inglés), que implica un uso compulsivo y sin control de la red.
Una encuesta de la plataforma especializada en psicología ha detectado que el segmento de población más afectada por la nomofobia corresponde a las personas de entre 18 y 34 años, aunque también se registra un claro aumento entre los menores de los 15 a los 18.
Vamping
Médicos y psicólogos han alertado en los últimos años sobre la adicción al móvil que sufren los menores, y que tiene como consecuencia un aumento en las consultas por ansiedad o depresión. Investigaciones científicas como la realizada en 2017 con adolescentes en la Universidad de Seúl (Corea del Sur) ya advertían de que el abuso del smartphone provoca desequilibrios químicos en el cerebro de los menores y contribuye a elevar el insomnio y la depresión. El mismo año, un estudio con 1.700 jóvenes de la universidad estadounidense de Pittsburgh determinó que el uso del móvil para acceder a las redes sociales durante la noche estaba relacionada con el insomnio y los trastornos del sueño. Otra investigación de Royal Society for Public Health, en Reino Unido, llegó a la misma conclusión, vinculando las redes sociales, además, con la depresión entre los jóvenes.
El vamping refleja un comportamiento nocturno entre los menores, que aprovechan las horas en las que están en la cama para seguir 'enganchados'. La luz de las pantallas activa su atención, en lugar de propiciar la relajación necesaria para el sueño, de tal manera que se acortan las horas para el descanso con el consecuente coste del día siguiente. Los menores se convierten en vampiros, que se activan durante la noche para su vida digital, y transitan durante el día siguiente faltos de energía por la carencia de sueño.
Phubbing
Este término procede de la fusión de otros dos, phone y snubbing (despreciar), y bautiza una estampa que podemos identificar fácilmente entre amigos o parejas. Se produce cuando una de las personas ignora a la otra al enfocar toda su atención en su dispositivo móvil. En las parejas, lidiar con la compulsión de uno de ellos hacia su móvil puede llegar a suponer un problema importante. La frustración y ansiedad generadas por una conducta de extremo individualismo, que incluso aísla a la persona adicta, acaba dañando la dinámica de la pareja, advierten los psicólogos.
Un estudio desarrollado en 2016 en la Universidad de Baylor (Texas, EEUU), explicó que conductas como el phubbing merman la calidad de las relaciones sociales y provocan un efecto contagio. Es decir, el hecho de ser ignorado por la persona con la que se está interactuando dará lugar a una reacción idéntica e inversa en otro momento, de tal manera que el desprecio durante las conversaciones en reuniones de amigos o en la pareja lleguen a ser aceptadas y normalizadas porque todos son activos y pasivos en algún punto. Este comportamiento ya no sorprende a nadie en el Congreso de los Diputados, por ejemplo, donde los representantes se dedican a consultar sus teléfonos móviles o tabletas durante los discursos de sus adversarios políticos, mostrándoles así su desprecio.
Estos problemas, sin embargo, vienen acompañados de soluciones. Mantenerse físicamente separado del teléfono -es decir, no tenerlo al lado si estamos viendo una película, por ejemplo, para evitar la tentación de consultar las notificaciones al minuto-, ponerlo en modo silencioso, establecer horarios de uso, eliminar aplicaciones inútiles o recuperar algunos hábitos que practicaba más allá del entorno digital son citadas por los especialistas a menudo para liberar las dependencias patológicas. De momento, la partida la van ganando los terminales telefónicos ante la falta de disposición para ponerles coto.