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El retorno de El Conde de Montecristo, de Alexandre Dumas

  • La traducción de José Ramón Monreal rescata a Dumas para la gran literatura

Hicieron falta 130 años para que los restos del más popular de los escritores del siglo XIX, Alexandre Dumas, compartieran el honor de otros grandes de las letras francesas, como Victor Hugo o Zola, de descansar para la eternidad en el Panteón de hombres ilustres de París. La excusa fue la celebración, en 2002, de su bicentenario. Dumas fue escoltado por unos "mosqueteros", con la Guardia Republicana y el féretro cubierto con el símbolo de la República francesa, la Marianne, y una bandera de terciopelo azul con el lema de Los tres mosqueteros: "Uno para todos y todos para uno" grabado en hilos de plata.

Daba comienzo así un viraje en la apreciación del gran escritor. Su consagración oficial se había iniciado, en realidad, unas décadas antes, con la inclusión de Los tres mosqueteros en la colección de la Pléiade en 1966, otra forma de reconocimiento literario, como es sabido, en Francia para los grandes. La edición de El conde de Montecristo se haría esperar hasta 1981. Pero había de ser la labor emprendida por Claude Schopp, el mejor especialista en Dumas, la determinante en imprimir un giro en las ediciones al uso hasta entonces de este autor.

Es cierto que el modo de producción industrial de la literatura folletinesca propició éxitos inmensos de ventas, pero a costa de restar prestigio literario a una literatura que nacía con el marchamo de "poco seria". Calidad y abundancia parecían dos términos incompatibles, tan antagónicos como rapidez y profundidad. Pero lo cierto es que tal fue el modus operandi de dos titanes de la narrativa del siglo XIX francés: Balzac con el ciclo de La Comedia Humana y Dumas con una producción ingente de unas trescientas obras de muy diversa índole.

"El mérito de esta iniciativa - nos dice su traductor José Ramón Monreal - es, en primer lugar, de su editor, Pere Sureda, que deseaba contar en su catálogo de 'Los ineludibles' de Navona con un Conde de Montecristo no espurio, un texto depurado al máximo, para ofrecerlo a las nuevas generaciones de lectores. A mí me encantan este tipo de retos y, eventualmente, algún editor me brinda la oportunidad de enfrentarme a ellos. Lo he hecho con Chateaubriand, Potocki, Balzac, Maupassant y otros, y ahora con este gran clásico de la literatura popular, que me parece la mejor novela entre Los miserables de Victor Hugo y Las ilusiones perdidas de Balzac. La edición parte del texto establecido por la mencionada edición de Claude Schopp de editorial Fayard (1993), un texto restaurado de múltiples errores involuntarios, así como enriquecido con nuevas aportaciones de la edición italiana de Einaudi y las mías propias".

"El descrédito académico y crítico que ha padecido Dumas ha sido un injusticia muy duradera. Ello no obstante, El conde de Montecristo ha pasado la prueba del tiempo y goza de un favor muy especial entre los lectores de la obra de Dumas. Es cierto que éste prefería de entre sus obras maestras Los tres mosqueteros. Otros, como Stevenson, se inclinan, en cambio, por El vizconde de Bragelonne. Yo creo que Dumas logró con El conde de Montecristo una hazaña de la imaginación creadora: una novela de aventuras de corte épico de una magnífica arquitectura narrativa - ambientada en tres ciudades (Marsella, Roma y París) -, con una trama espléndida y una galería de personajes inolvidables, en la que, como en un cuento oriental, digno de Las mil y una noches, en el que no faltan los disfraces, las máscaras y los pseudónimos, la lucha de Edmond Dantès acaba adquiriendo una dimensión metafísica. Con el héroe de su novela Dumas crea un personaje de dimensiones homéricas: complejo, multiforme, siempre misterioso y, sin duda, terriblemente humano. Por lo que su peripecia vital tiene la grandeza de un héroe mitológico, casi de un semidios, emblema de la justicia trascendente, la venganza, el perdón y la piedad. Un gran héroe literario y al mismo tiempo nuestro contemporáneo. ¿Quién no percibirá hoy en la dura crítica a la élite política, judicial y financiera de la primera mitad del sigo XIX un reflejo de la realidad de nuestros días?».

"La finalidad de nuestra edición ha sido contribuir a este rescate de Dumas para la gran literatura. Ello exigía dotar al texto literario de su máxima pureza, pulir un material que salía de imprenta con múltiples errores materiales involuntarios, inevitables en una industria de literatura de masas. La rapidez de lectura que imponen las grandes novelas de Dumas han enmascarado sus bellezas. Hay que releer al Dumas sin anteojeras para descubrir sus encantos secretos. ¿Por qué sigue provocando hoy El conde de Montecristo un tal entusiasmo, una tal fascinación? Sin duda, porque se trata del libro más complejo de Dumas, el que se presta al mayor número de interpretaciones, el que a cada lectura permite descubrir nuevos aspectos. Es decir, un verdadero clásico".

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