Seleccion eE

La desalinización crece a un ritmo del 9% anual

  • Acuamed invierte 11 millones para reducir su consumo de electricidad
  • En 1980 se requerían 40 KWh por m3; hoy apenas 3 kWh
  • Oriente Medio y el Norte de África, mercados de referencia

Con mala prensa en España, porque se han construido una docena sin que fuera necesario, las desalinizadoras crecen globalmente al 9 por ciento anual y ya hay unas 16.000 plantas instaladas.

La gente tuerce la cara cuando oye hablar de la desalinización, porque el Gobierno de Zapatero impulsó un plan de 34 plantas para el Levante por 1.945 millones de euros que se transformaron en 15 construidas o aún en obras -faltan tres: Campo de Dalías, en fase de puesta en marcha, Oropesa y Bajo Almanzora-, por unos 2.000 millones. Además, su agua dulce es tan cara que nadie la quiere, y, de remate, la UE exige que entren en funcionamiento bajo pena de tener que devolver las ayudas comunitarias que han financiado su construcción.

Sin embargo, la desalinización es una tecnología llamada a triunfar en las próximas décadas. No puede ser de otra manera en un mundo de población creciente que afronta una severa escasez del líquido elemento; si hoy la ONU calcula que unos 760 millones de personas no tienen acceso seguro al agua potable, dentro de 10 años esa población habrá aumentado hasta los 1.800 millones, mucha de ella concentrada en megalópolis costeras con problemas de estrés hídrico, tanto de cantidad como de calidad.

Sólo la tecnología podrá dar respuesta a sus necesidades, suministrando el agua dulce que necesiten, y una buena parte de esa agua provendrá del mar. De hecho, ya lo hace: el Massachusetts Institute of Technology estima que el mercado se ha triplicado desde el cambio de milenio y que ya hay alrededor de 16.000 plantas desalinizadoras repartidas por el globo. Otras fuentes coinciden con la prestigiosa entidad y calculan un crecimiento del mercado del 9 por ciento anual. Las zonas más atractivas para la desalinización, y donde más crece el mercado, son las desérticas: EEUU, China, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos se llevan la palma, con grandes obras en marcha, como la planta de Carlsbad, en San Diego, un coloso con un coste cercano a los 1.000 millones de euros que cubrirá un 10 por ciento de las necesidades del condado a partir de 2016.

De acuerdo con un informe del año pasado de la Universidad de Atenas y otras entidades griegas, algo más de la mitad del mercado se concentra en Oriente Medio, seguida por América del Norte, con un 17 por ciento, Asia, con un 11 por ciento, y Australia, con un 10 por ciento. Su proyección del mercado indica que más de la mitad del crecimiento se registrará en Oriente Medio y el norte de África, donde se pasará de los 21 millones de metros cúbicos desalados en 2007 a 110 millones de metros cúbicos en 2030.

El consumo energético, caballo de batalla

Hoy en día cualquier proyecto relacionado con el ciclo del agua debe tener en cuenta los costes energéticos, hasta el punto de que ya no se habla únicamente del coste del agua, sino del coste del binomio agua-energía. En todo el mundo, alrededor del 8 por ciento del consumo de energía se destina al bombeo, tratamiento y transporte de agua. La desalación, muy intensiva en energía, consume alrededor del 0,4 por ciento de toda la electricidad.

El consumo energético del abastecimiento depende del origen del agua. Según la ONU, para disponer de aguas superficiales, provenientes de un río o de un lago, hacen falta 0,3 kWh por metro cúbico, mientras que para disponer de ese mismo metro cúbico proveniente de un proceso de desalación, el coste se dispara hasta una horquilla que va de los 2,5 a los 8,5 kWh por metro cúbico. A grandes rasgos, equivaldría a un pago anual en agua de 900 a 2.200 euros en un hogar.

La razón está en el sistema empleado: básicamente, se lanza el agua marina a gran presión sobre unas membranas y mediante un proceso de ósmosis inversa, se eliminan las sales minerales. Tratamientos posteriores permiten su incorporación a las redes de distribución, mientras que la salmuera resultante se devuelve al entorno marino con kilométricos tubos emisarios, evitando que la concentración de sal perjudique al ecosistema.

El gasto energético de las desalinizadoras, no obstante, se ha reducido a gran velocidad -hasta la década de 1980 el coste rondaba los 40 kWh por metro cúbico- y sigue haciéndolo. Basta echar un vistazo a los números de Acuamed, la sociedad estatal responsable del despliegue de este tipo de instalaciones en el Levante español, para apreciarlo: la planta de Carboneras, inaugurada en 2005, emplea casi 4 kWh para obtener un metro cúbico de agua desalada, mientras que la de Águilas, de 2013, consume un 25 por ciento menos de energía, casi 3 kWh por metro cúbico.

Esta velocidad, de hecho, puede ser un freno a su despliegue comercial, porque las grandes desalinizadoras requieren obras que duran años -la citada de San Diego está requiriendo unos 14 años-, y la tecnología se queda rápidamente anticuada, es decir, el riesgo de obsolescencia frena la inversión. Ello, además, exige nuevos desembolsos en las instalaciones para renovarlas: Acuamed, que desembolsó unos 18 millones de euros en electricidad el año pasado, tiene un plan para poner al día las plantas más antiguas, con una inversión prevista de 11 millones de euros.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky