La "crisis inmobiliaria" británica es una fuente creciente de preocupaciones para los políticos del país, que se enfrentan a la tarea nada envidiable de fomentar la rentabilidad y estimular la oferta, a la vez que evitan una caída desestabilizante de los precios. El Banco de Inglaterra (BoE) pronto empezará a desplegar sus políticas macroprudenciales mediante el Comité de Política Financiera (FPC), en parte para controlar los precios de la vivienda y limitar los daños de un posible hundimiento. No obstante, los desequilibrios fundamentales entre la oferta y la demanda continuarán presionando hacia arriba los precios a corto plazo y aumentan la vulnerabilidad de la economía británica ante la amenaza de un colapso del mercado inmobiliario.
Por David Nowakowski y Brunello Rosa.
