El Foro Económico Mundial (WEF) de Davos fue sin duda animado, con la economía global destinada a crecer por lo visto, después de soportar una recesión profunda y navegar por un laberinto de riesgos de cola. No obstante, las tensiones geopolíticas (por ejemplo entre China y Japón, o la preocupación por la deriva geopolítica de EEUU) y los disturbios renovados en los mercados emergentes amenazan con trastocar el aire de complacencia y ponen en duda los supuestos panglossianos con los que muchos participantes se habían cubierto las espaldas. Otros asuntos económicos a largo plazo, como el nexo entre las innovaciones tecnológicas de capital, destrezas y ahorro de mano de obra, el empleo y el aumento de las desigualdades se debatieron mucho, así como la preocupación por el estancamiento secular y la deflación.
Por Nouriel Roubini