La economía del Reino Unido se está estancando, en el mejor de los casos, y necesita una política monetaria más acomodaticia. Sin embargo, el Banco de Inglaterra no parece estar convencido de comprar más deuda pública, dado que ya posee un gran porcentaje del mercado de deuda pública, y en sus últimas comunicaciones se ha mostrado más prudente acerca de la eficacia global de las compras de activos. Tampoco es partidario de rebajar el tipo de interés básico. El principal problema es la pieza que falta en el puzle del mecanismo de transmisión: el sistema bancario, que actualmente se encuentra en proceso de desapalancamiento (en parte para cumplir con las nuevas normativas). El Banco de Inglaterra está colaborando con el Tesoro para solucionar la escasa disponibilidad de crédito para la economía real, y continuará centrando su atención en la financiación para el programa de préstamos y los instrumentos macroprudenciales. Al mismo tiempo, el Banco de Inglaterra probablemente seguirá siendo claro acerca de la apreciación de la libra esterlina. No se pueden descartar que en un futuro se produzcan cambios en el régimen de la política, pero con casi total seguridad sería necesario un nuevo mandato para el Banco de Inglaterra.
Por Brunello Rosa.