La cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MPNA) celebrada en Irán los días 30 y 31 de agosto presenta escasos signos de poder acabar con el estancamiento en Siria: el presidente egipcio Mohammed Morsi tachó de "opresivo" al régimen de Bashar al-Assad, lo que provocó que los delegados sirios abandonaran una de las sesiones. El discurso de Morsi indica que Egipto no está preparado para romper con EEUU e Israel, y demuestra la equivocación de aquellos que confiaban en una completa reformulación de la política subyacente bajo el mandato del nuevo presidente. Debido a que Egipto estaba incluido en dos de las principales opciones de negociación propuestas, los comentarios de Morsi también han reducido las posibilidades de que de estas reuniones salga un plan de actuación significativo para Siria. De igual modo, no esperamos ningún avance decisivo en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, a pesar de que Turquía defiende una zona de seguridad a lo largo de las fronteras sirias, algo a lo que se siguen oponiendo firmemente tanto Rusia como China. Tal como se ha señalado desde el comienzo del levantamiento, para que cualquier plan de transición pueda funcionar será necesario que los partidos sirios de ambos bandos se sienten en la mesa de negociaciones.
Por Maya Senussi.