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Dilema en la ONU: la institución se debate entre el cambio del clima y el turismo

A veces, para descubrir los dilemas del mundo basta con introducirse entre los muchos pliegues de la ONU. El programa de medioambiente de Naciones Unidas (UNEP) sabe que el planeta tiene que reducir en un 40 por ciento las emisiones contaminantes de aquí a 2020, mientras que su sección para el desarrollo (UNDP) quiere acabar con la pobreza de aquí a 2020.

Las cosas están así, pero la UNWTO (Organización mundial del turismo de Naciones Unidas) sabe que debe facilitar los intercambios interpersonales, tanto para tutelar el derecho al descanso del mundo rico, como el derecho a comer del pobre. Todos objetivos nobles que desgraciadamente compiten entre sí.

El año pasado, 898 millones de personas salieron de sus fronteras para hacer turismo, con un crecimiento del 6,2 por ciento respecto al 2006. Las emisiones de anhídrido carbónico generadas por el hombre superaron los 30.000 millones de toneladas, récord absoluto. El turismo contribuye en un 4,9 por ciento a las emisiones de CO2 y casi la mitad procede del tráfico aéreo que, debido a la altitud a la que se desarrolla, tiene un impacto doblemente desestabilizador.

Desde el 2000 hasta hoy, los pobres del mundo disminuyeron, sobre todo a causa del crecimiento económico chino. Y la pobreza existente se ve aliviada por los 614.800 millones de euros generados con el turismo.

El caso límite es el de países como las Maldivas -dice Susanne Becken, una investigadora de la Lincoln University de Nueva Zelanda-, que luchan por aumentar el flujo de turistas y, al mismo tiempo, piden a la comunidad internacional que les tutele contra la amenaza de la subida del nivel del mar por el calentamiento global". Junto a siete colegas de otras tantas universidades, Susanne Becken redactó Cambio climático y turismo: respondiendo a los desafíos globales -que publicará la ONU a fin de mes-, donde se describe el problema y se articulan las conclusiones, dominadas por la incertidumbre. "El punto clave es que de las muchas opciones para reducir las emisiones del turismo la que contribuye más que todas las demás juntas es reducir el número de vuelos", afirma.

Placer de viajar

Y hay que recordar que la costumbres de viajar es reciente. En 1950, apenas 50 millones de personas cruzaron las fronteras nacionales por placer. El año pasado fueron 18 veces más. Y la cosa no parece tener fin. La UNWTO prevé 1.600 millones de turistas en el 2020. "La Emirates Airlines acaba de comprar 250 nuevos aviones -recuerda Susanne Becken- y las aerolíneas chinas han encargado 3.000". A pesar de que sólo el 17 por ciento de los viajes turísticos incluye un vuelo de avión, la aviación genera el 40 por ciento de las emisiones. Los vuelos de largo recorrido son más preocupantes, representan el 2,7 por ciento de los viajes y el 17 por ciento de las emisiones contaminantes. Pero los vuelos intercontinentales son precisamente los que redistribuyen la renta entre los países más pobres.

"En los últimos 15 años -se lee en el informe- los ingresos turísticos de las 49 naciones menos desarrolladas del mundo pasaron de 1 a 3.415 millones de euros". La agencia de la ONU estima que el año pasado los turistas gastaron 615.000 millones, "lo que convierte el turismo en una de las principales partidas del comercio internacional". "Casi un tercio del PIB de las islas Fiji -dice Susanne Becken- procede del turismo".

Contaminación aérea

Pero los gases que lanzan los aviones no se limitan al anhídrido carbónico. Los aviones emiten CO2, protóxido de azufre, ozono y vapor de agua que contribuyen al efecto invernadero. "Tuvimos en consideración incluso las estelas de los aviones que durante el día bloquean rayos solares y tienen un efecto de enfriamiento". Desgraciadamente, el calentamiento global afectará a los destinos que tienen un delicado equilibrio medioambiental. Desde localidades de esquí que se quedarán sin nieve a barreras coralinas que se degradarán. Por lo tanto, dado que limitar los vuelos es impensable, la UNWTO enumera posibles soluciones: nuevas tecnologías y carburantes para los aviones; uso de transportes alternativos; impuestos; mercado de las emisiones al estilo de Kioto; o plantar árboles que absorben el CO2.

"El coste de los vuelos y la presión sobre las cuentas de las compañías va a aumentar, lo que podría limitar el crecimiento de la aviación civil y sus emisiones.", apunta Susanne Becken. La ONU y sus diversas agencias, con intereses contrapuestos, no consigue encajar las piezas de este gigantesco rompecabezas del destino del mundo.

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